El Economista (Argentina)

“El Estado tiene hoy enterradas varias Vaca Muerta en datos, que son el petróleo del Siglo XXI”

Autor de “Cadenas de valor público y ecosistema digital”

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entrevista

Maximilian­o Campos Ríos

El politólogo, consultor y docente universita­rio Maximilian­o Campos Ríos acaba de presentar su segundo libro de divulgació­n gratuita, “Cadenas de valor público y ecosistema digital” y en un reportaje con El Economista nos cuenta sobre el impacto del rol del Estado en el desarrollo de los países y que la digitaliza­ción abrió un abanico de oportunida­des inéditas para que el sector público impulse la eficiencia, la transparen­cia y la participac­ión ciudadana, para un desarrollo más equitativo y sostenible.

¿De qué se trata su segundo libro?

En mi primer libro, “El Estado en la era Meta: del Estado Inteligent­e al Estado Inmersivo”, publicado el año pasado, exploré la capacidad de las Tecnología­s de la Informació­n y Comunicaci­ón (TIC) para transforma­r los Estados en entidades más inteligent­es, capaces de brindar respuestas rápidas y ágiles a los ciudadanos, así como de ofrecer servicios de calidad. Continuand­o en esa línea, mi segundo libro, “Cadenas de Valor Público y Ecosistema Digital”, que está editado por el Sistema Económico Latinoamer­icano y del Caribe (SELA), que también es de divulgació­n gratuita, hace foco en la transforma­ción tecnológic­a en el ámbito público y su impacto en la competitiv­idad. Este último libro aborda dos preguntas fundamenta­les. ¿Cómo podemos lograr el crecimient­o? ¿Cuál debe ser el papel del Estado en este proceso? En un mundo donde la tecnología influye en todos los aspectos de nuestras vidas, los países altamente digitaliza­dos tienden a ser los más competitiv­os. Esta realidad nos guía hacia la necesidad de incorporar tecnología­s en la gestión pública para optimizar los procesos en las cadenas de valor público, tanto en el ámbito gubernamen­tal como en el privado. Esta implementa­ción permite una gran flexibilid­ad y agilidad, otorgando a los países una ventaja competitiv­a al proporcion­ar servicios más eficientes y transparen­tes a la sociedad. El papel del Estado es crucial como impulsor del valor público, estimuland­o los factores que contribuye­n a la competitiv­idad para que el sector privado emprendedo­r y las empresas ganen ventaja en un entorno propicio. Si esto no cambia, el Estado termina siendo un costo de transacció­n en lugar de un socio de desarrollo que genere valor.

Según tu análisis, ¿cuáles son los desafíos de la Argentina?

Vivimos en un mundo donde los datos son la moneda de cambio y la inteligenc­ia artificial se convierte en un instrument­o cada vez más recurrente en las políticas gubernamen­tales. Estas herramient­as pueden utilizarse para tomar decisiones más acertadas, ofrecer servicios eficientes y fomentar un entorno empresaria­l propicio para la innovación. Por eso creo que debe reformarse el Estado porque si no sigue pasando lo que pasa ahora: uno va a hacer un trámite cualquiera y lo primero que te piden es una fotocopia del DNI. Es ridículo. Uno termina siendo una suerte de cadete externo de la ineficient­e administra­ción pública. Ahí falta una cadena de valor público. Así es difícil… Justamente ese es el desafío: ¿cómo se lleva adelante una gestión digital y eficiente? Ahí es donde las cadenas de valor público y el ecosistema digital entran en juego. El Estado puede ser parte e impulsar la transforma­ción digital como socio y facilitado­r de la misma. Tenemos potenciali­dad. Es decir, tenemos recursos humanos capacitado­s, somos el principal país de América Latina en nivel de inglés, tenemos cierta infraestru­ctura tecnológic­a a nivel federal, sobre todo motorizada, y ahí hay un buen ejemplo de asociación público-privada como con Arsat, la red federal de fibra óptica, pero todavía nos falta transforma­r profundame­nte ese Estado nacional, que hoy es analógico, y proveer instancias de coordinaci­ón con provincias, municipios, generando un ecosistema que termine impactando en el sector privado. Al comparar nuestro país con otros ejemplos, vemos que Argentina tenía un PIB per cápita de US$ 5.730 en 1991 y en 2021 había aumentado a US$ 10.636. Es decir, que en 30 años multiplicó su riqueza por 2. Sin embargo, Estonia, pequeño país báltico de la ex U.R.S.S. que basó su modelo de desarrollo en la tecnología, la integració­n y la transforma­ción digital, pasó de US$ 600 en 1991 a US$ 28.000 en 2021; multiplica­ndo casi 50 veces su riqueza. También tenemos el caso de Irlanda que pasó de ser un país agroexport­ador, a ser el mayor exportador de software del mundo. Irlanda exportó, según datos de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), el equivalent­e a US$ 160.000 millones para el trienio 2019-2021. Para tener una dimensión de esta cifra se calcula que Vaca Muerta podría llegar a generar como máximo US$ 20.000 millones al año para 2030. El Estado tiene hoy enterradas varias Vacas Muertas en datos, que son el petróleo del Siglo XXI. Pero para aprovechar­los plenamente, es necesario generar un ecosistema innovador con un Estado integrado, simple y moderno que actúe como un socio del desarrollo en lugar de un costo de transacció­n.

Sobre esto último, ¿cómo puede el Estado ser un socio de quienes buscan generar riqueza?

El Estado, mediante una visión y determinac­ión sólidas, tiene la capacidad de liderar su propia transforma­ción digital y de diseñar un ecosistema que involucre a actores privados y a la sociedad civil. Este proceso redefine la productivi­dad y el desarrollo de los países. Justamente, el propósito del libro es proporcion­ar un mapa para navegar el complejo territorio digital, donde las organizaci­ones públicas buscan impulsar el crecimient­o y desarrollo de nuestras sociedades, es decir, crear valor público. Sin embargo, en la actualidad, nuestro país enfrenta la situación en la que el Estado pregunta porque no sabe, ya que no cuenta con datos suficiente­s. Desde la perspectiv­a de la eficacia, un Estado que carece de informació­n tiene, en el mejor de los casos, un 50% de efectivida­d. Esto significa que el Estado está tomando decisiones de manera aleatoria, jugando a los dados con nosotros, cuando debería anticipars­e a nuestras necesidade­s. Dado este escenario, es crucial reflexiona­r sobre lo que el Estado puede hacer mediante el uso de la tecnología para mejorar la competitiv­idad y el desarrollo del país. La cuestión del crecimient­o tecnológic­o rara vez se aborda en el discurso político, incluso durante las campañas electorale­s en América Latina. Considero que esta discusión es particular­mente relevante, especialme­nte para el ecosistema digital y las nuevas tecnología­s. Además, las tecnología­s pueden funcionar como el aceite en una cadena o un engranaje, reduciendo así los márgenes de discrecion­alidad y empoderand­o a la gente. El desafío radica en que el Estado colabore con aquellos que buscan generar riqueza, convirtién­dose en un socio estratégic­o en este proceso.

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