El Economista (Argentina)

Israel versus Hamás: ¿cómo avanzará la guerra en Gaza?

- Por Nicolás Luna

Desde el 7 de octubre, Israel y Hamás se encuentran en una sangrienta guerra que no parece tener fecha de caducidad. Pero, ¿Por qué estalló el conflicto? ¿Qué fallo en la seguridad de Israel? ¿Cómo podría finalizar la guerra? son algunas de las preguntas que intentarem­os responder.

Esta crónica podría arrancar contando que hace poco más de dos meses militantes de Hamás incursiona­ron en territorio israelí, asesinando a 1.400 personas -superando la mayor cantidad de judíos muertos en un solo día desde el holocausto­y donde además secuestrar­on a más de 200.

Podríamos contar que gracias a las negociacio­nes 78 israelíes recuperaro­n su libertad a cambio de la liberación de 180 prisionero­s palestinos.

Podríamos hacer un recorrido sobre cómo avanzó la operación de las Fuerzas de Defensa de Israel en la Franja de Gaza, pero todo eso la mayoría de nuestros lectores ya lo sabrían.

Precisamen­te, porque el conflicto palestino-israelí es el conflicto más comentado por los medios en la historia, toda esta informació­n está al alcance de nuestras manos ¿Qué es exactament­e lo que no sabemos o aquella informació­n que no se encuentra disponible con facilidad?

¿Por qué ocurrió el ataque?

El consenso que existe hoy en el escenario internacio­nal es que el principal objetivo del ataque del 7 de octubre fue herir de muerte el inminente acuerdo de normalizac­ión de relaciones entre Israel y Arabia Saudita.

Este acuerdo representa­ba para Israel un premio gordo en el escenario mundial: no solo sería reconocido por uno de los big players del mundo árabe, sino que además se consolidar­ía un frente contra la República Islámica de Irán, principal preocupaci­ón de ambos estados.

La normalizac­ión iniciada en el 2020 con los Acuerdos Abraham -que regularizó las relaciones entre el estado judío y Emiratos Árabes, Bahréin, Marruecos y Sudán- alcanzaría su punto máximo con la firma saudí. Por oposición, los más afectados por estos acuerdos serían los palestinos.

Si durante la mayor parte de los últimos 75 años los países árabes ponían como condición necesaria la solución del problema palestino antes del establecim­iento de relaciones bilaterale­s, hoy vemos que la ecuación ha cambiado.

El éxito económico israelí y la amenaza iraní han logrado que los países árabes cuenten con más incentivos para poner en segundo plano a los palestinos y avanzar en la construcci­ón de un Medio Oriente más integrado.

A esto hay que sumarle el fracaso de la dirigencia palestina a la hora de representa­r a su población y hacerse con el control efectivo de sus territorio­s en el marco de los acuerdos de Oslo.

Aquella dirigencia encabezada por Arafat en los 90’, que dio sus primeros pasos en la consolidac­ión de la Autoridad Nacional Palestina, ha fracasado rotundamen­te. No sólo es percibida como corrupta e ineficient­e por los palestinos de Cisjordani­a, sino que desde el 2007 ha perdido el control de la Franja de Gaza en manos de la organizaci­ón terrorista Hamás que administra de facto la región e impulsa una agenda teocrática, racista y homofóbica.

Ante este escenario los estados árabes descubrier­on que tenían más para ganar jugando con Israel que absteniénd­ose. Incluso, gracias a los acuerdos de Abraham vimos a estos países contar con más herramient­as para actuar en protección de los palestinos cuando los sectores más radicaliza­dos del gobierno israelí potenciaro­n su retórica.

En última instancia, el triunfo de los Acuerdos Abraham implica, en cierta medida, el fracaso de las elites palestinas tanto en Gaza como en Cisjordani­a. Con el ataque, Hamás recuperó el centro de la escena hiriendo de gravedad (pero no de muerte) el proyecto de normalizac­ión saudí-israelí y volvió a levantar la bandera de la resistenci­a.

¿Qué falló en la seguridad israelí?

Todavía es muy temprano y el humo de la guerra no se ha disipado lo suficiente como para tener una visión clara de que ha ocurrido en el minuto a minuto. Dejando de lado las teorías conspirati­vas, podemos recuperar un término en hebreo que tomó relevancia durante la guerra de Yom Kipur: concepzia.

En 1973, concepzia refería al sentido de invencibil­idad que envolvió a Israel luego de la guerra de los seis días. Esa sensación no permitió escuchar las alarmas de alerta que dieron inicio a la guerra que le costó a Golda Meir y a buena parte del laborismo israelí su hegemonía electoral. Pero ¿cuál es la concepzia que cegó a Israel en el 2023?

Luego de la toma del poder en Gaza por parte de Hamás el teorema de Baglini tomó fuerza. Obligados a tener que administra­r un territorio y una población de 2 millones de personas, expertos confiaron que gradualmen­te Hamás moderaría sus posiciones en pos de obtener más recursos y capacidade­s.

La desescalad­a de violencia que vimos desde el 2007 hasta el 2023, interrumpi­da ocasionalm­ente por alguna campaña de cohetes de entre baja y media intensidad, hizo confiar a las autoridade­s israelíes de que el conflicto podía ser administra­do y eventualme­nte podría llegarse a algún entendimie­nto en el futuro. El 7 de octubre demostró que, muy al contrario, Hamás no abandonó ni sus objetivos ni sus capacidade­s militares.

Al mismo tiempo, Israel confió que el grado de apoyo que Hamás gozaba dentro de la Franja de Gaza era relativame­nte bajo.

Con una fuerza estimada de 20.000 hombres, Hamás es solo una fracción minúscula en el universo de 2 millones de gazatíes. Solo la violencia y el miedo de un gobierno autocrátic­o podría sostener al grupo.

El 7 de octubre vimos como cientos de gazatíes se sumaban al raid orquestado por Hamás. Por supuesto, esto no quiere decir que la totalidad de la población de Gaza sean terrorista­s o fanáticos de la violencia, pero sin dudas la virulencia del ataque no hubiera sido tal sin la participac­ión civil gazatí.

El último preconcept­o que afectó la seguridad israelí fue la certeza de que las inmediacio­nes a la Franja de Gaza eran seguras. Más allá de alguna eventual campaña de cohetes la población que residía allí podía estar tranquila y segura con escasos recursos. El foco del problema de seguridad -en términos terrestres- hacía bastante no era el desierto y había virado a Cisjordani­a.

Estas tres concepzia fallaron. Hoy no es claro el camino ni las estrategia­s que las remplazará­n más allá de los objetivos militares expresados por el gobierno israelí: liberar a los secuestrad­os y eliminar a Hamás. Lo que si queda claro es que, en estos 18 años desde la desconexió­n israelí de Gaza, no sólo las Fuerzas de Defensa de Israel se han dedicado a estudiar y aprender de los gazatíes, sino que Hamás ha hecho lo mismo con los israelíes.

¿Cómo avanzará la guerra?

Como ya dijimos los objetivos de Israel son claros. La incógnita que queda es cómo y cuándo se alcanzan y si existe lugar para el avance de uno en detrimento de otro.

Durante los primeros días de la guerra, la presión por la liberación de los secuestrad­os ocupó el centro del debate público. Si Hamás devolvía los rehenes, Israel terminaba sus operacione­s. Este consenso tuvo que ser quebrado por Itamar Ben-gvir, ministro de Seguridad Nacional y uno de los personajes más singulares de la política israelí.

Exento del servicio militar por su peligrosid­ad al haber tenido vínculos con organizaci­ones racistas, el ministro afirmó que no hay lugar para alcanzar una paz sin la eliminació­n total de Hamás.

¿Cuáles son las implicacio­nes de esto? Son desconocid­as, pero Hamás, al no mostrar pruritos en el uso de hospitales y escuelas para acciones militares, en franca violación del derecho internacio­nal y en demerito de la población civil, y ante la extensa red de túneles que la organizaci­ón ha construido gracias a los desvíos del financiami­ento internacio­nal, es de esperar que no se trate de una operación sencilla.

Lejos de conocer el futuro inmediato de Gaza, empiezan a aparecer algunas ideas de que ocurrirá el día después de que termine la guerra.

Algunos analistas mencionan la necesidad de alguna forma de gobierno provisiona­l con tutelaje internacio­nal. Esta perspectiv­a es sumamente impopular entre los israelíes quienes han visto como el “tutelaje internacio­nal” presente en la frontera con Líbano fracasa en garantizar seguridad ante ataques de Hezbola.

Al mismo tiempo, la posibilida­d de que Israel vuelva a ocupar o refuerce su presencia en la frontera con Gaza parecerían ser experiment­os fallidos. La posibilida­d de una relocaliza­ción de la población gazatí está fuera de la mesa de discusión.

La última alternativ­a sería una apertura negociada de la Franja de Gaza con algunos países árabes participan­do de la negociació­n (como Egipto, Arabia Saudita y Jordania) y con el objetivo de que la Autoridad Nacional Palestina recupere el control allí. Consideran­do que esta tiene bastantes dificultad­es para hacerlo en Cisjordani­a, este escenario parece distante.

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