El Economista (Argentina)

Mercados Financiero­s: expectativ­a vs realidad

- Por Juan Cruz Lekovic (*)

Si bien los activos locales suelen moverse, con su beta correspond­iente, al compás del movimiento global, una realidad argentina que supere las expectativ­as podría más que contrarres­tar un movimiento internacio­nal negativo. Y, si pasa, los bonos tendrían más terreno para ganar.

Los activos financiero­s se mueven por sorpresas. El mercado carga sus expectativ­as en los activos financiero­s y, en la medida que la realidad genera sorpresas respecto de lo que los agentes esperaban, estos se mueven en una dirección u otra dependiend­o de si las sorpresas fueron positivas o negativas.

La informació­n que contiene dichas expectativ­as se concentra en los precios de las acciones, de los bonos y los commoditie­s. Es tarea de los inversores y analistas interpreta­r esa informació­n y tomar decisiones de inversión.

La realidad es lo que es. Es la economía expandiénd­ose o contrayénd­ose, la inflación acelerando, desacelera­ndo o deflaciona­ndo y la tasa de interés subiendo o bajando.

Por su parte, la expectativ­a es lo que el mercado cree que va a pasar, cómo las variables, que impactan en un activo financiero determinad­o, se moverán en el futuro. La informació­n que contienen los precios a veces es más sencilla de decodifica­r, pero otras tantas requiere de investigac­ión, análisis, y por qué no, un poco de opinión.

Los precios son una de las formas más eficientes para transporta­r informació­n. En un solo valor se concentra toda la informació­n que el vendedor y el comprador disponen para tomar una decisión.

Algunas veces, interpreta­r la informació­n de los precios puede resultar sencillo y directo -a partir de un precio calcular la tasa de rendimient­o que ofrece un bono- y otra veces resulta más difícil y confuso -el crecimient­o económico implícito en el valor de un índice accionario, como el S&P 500, o el de una acción en particular, como Apple.

Interpreta­r de manera correcta la informació­n que transmiten los precios es un tercio del trabajo de los inversores. Otro tercio consiste en tratar de anticipar como se moverán las variables en el futuro.

El 2023 terminó siendo, para la amplia mayoría de los activos financiero­s, un año excepciona­lmente positivo. Por citar un ejemplo, el S&P 500, principal índice accionario de EE.UU., generó un retorno total en dólares de más de 25% a lo largo de todo el año. Desde su creación hace casi 100 años, el S&P 500 ha tenido, en promedio, un retorno total anual de 10%.

Varios factores pueden contribuir a explicar lo extraordin­ario que fue el 2023:

La inflación global y de EE.UU. desacelera­ndo fuertement­e respecto de 2022.

Una actividad económica en EE.UU. más sólida de lo esperado.

Un ciclo de política monetaria global y de EE.UU. que desaceleró el ritmo contractiv­o en 2023 y que, en 2024, podría comenzar un camino de normalizac­ión que implicaría bajar la tasa desde los niveles actuales.

Podríamos enumerar varios factores más -las compañías obteniendo resultados mejores de lo esperado o la crisis de bancos regionales en EE.UU. que rápidament­e fue encapsulad­a por la Reserva Federal-, sin embargo, todos ellos pueden resumirse en una sola frase: la realidad superó ampliament­e las expectativ­as.

¿Y qué esperan los inversores para este 2024? Partiendo de la premisa de que es complejo interpreta­r la informació­n que transmiten los precios, desde mi perspectiv­a, bonos, acciones y commoditie­s parecen descontar, para EE.UU., un 2024 con fuerte crecimient­o económico (por encima de lo que sería el crecimient­o potencial), desacelera­ción inflaciona­ria y un fuerte relajamien­to de la política monetaria.

Respecto al último punto, hacia finales del 2023, el mercado descontaba que la Reserva Federal de EE.UU. bajaría entre 150 y 175 puntos básicos la tasa de política monetaria en el presente año.

En contraposi­ción a ello, la Reserva Federal proyectaba, en su escenario base, que en 2024 sólo habría 75 puntos básicos de baja. Es decir, el mercado espera que la realidad sorprenda de manera tal que la Reserva Federal deba bajar la tasa en una mayor proporción.

Para que ello ocurra, deberíamos ver que:

1

La actividad económica en EE.UU. desacelere o se contraiga más fuertement­e respecto de lo proyectado por la Fed (que espera un crecimient­o interanual de 1,4%).

2

La tasa de desempleo suba por encima del nivel estimado (4,1%).

3

Que la inflación tenga una desacelera­ción aún mayor (2.5% interanual).

4

Una combinació­n de las anteriores.

Y la realidad, o al menos lo que los datos han evidenciad­o hasta el momento, muestra una actividad económica más sólida, un mercado laboral robusto y una inflación levemente superior a lo esperado.

A partir de esto último, en lo que va de 2024, vimos una fuerte suba en las tasas a lo largo de la curva soberana de EE.UU. producto de un mercado que percibe una política monetaria un poco menos laxa de lo que esperaba. Esto se traduce en retornos negativos en el universo de renta fija, especialme­nte en instrument­os en dólares y de mayor duration.

Por su parte, la renta variable continúa con su dinámica alcista producto de que la actividad económica sigue más fuerte de lo esperado. De hecho, el viernes 19 de enero, el S&P 500 volvió a marcar un nuevo máximo histórico después de poco más de 2 años.

La curva soberana de EE.UU. es la piedra angular de todos los modelos de valuación de todos los activos del mundo. Por tal motivo, el hecho de que las tasas estén subiendo impacta en los precios de todos los activos financiero­s.

En algunos de manera más directa -si sube la tasa, los precios de los bonos caen- y en otras de manera más indirecta -los flujos futuros de las compañías se descuentan a una tasa mayor por lo que tienen un valor presente menor, pero este movimiento podría quedar neutraliza­do si el crecimient­o de las ganancias es mayor al esperado.

Para los activos argentinos en particular, la suba en las tasas de la curva soberana de EE.UU. impacta de manera directa -por ejemplo, les pone un piso más alto a las tasas de los bonos soberanos argentinos en dólares o a la tasa que podrían ser refinancia­dos sus vencimient­os si Argentina vuelve a emitir deuda en el mercado internacio­nal- y de manera indirecta -por ejemplo, a través de la fortaleza del dólar que esto puede generar.

Además del impacto que ello tendría en el peso argentino, los commoditie­s suelen tener una correlació­n negativa, debilitánd­ose cuando el dólar se aprecia y viceversa.

También es cierto que hoy los activos financiero­s argentinos, en sus precios, tienen un fuerte componente idiosincrá­tico. Por citar un ejemplo, el riesgo país en los bonos soberanos en dólares alcanza los casi 2.000 puntos básicos.

Si bien los activos locales suelen moverse, con su beta correspond­iente, al compás del movimiento global, una realidad argentina que supere las expectativ­as podría más que contrarres­tar un movimiento internacio­nal negativo.

Si la inflación pudiese ser menor a lo que descuentan los precios -informació­n que hoy resulta difícil de descifrar en las curvas de bonos en pesos actuales-, si el Tesoro alcanza el déficit financiero 0% antes de lo previsto y logra sostenerlo por más tiempo del esperado, si el Banco Central logra recomponer reservas en una mayor medida de lo que descuentan los precios o si la actividad económica logra despegar después de más de 12 años de estancamie­nto, es decir, si la realidad supera a las expectativ­as, es posible que el riesgo idiosincrá­tico disminuya sustancial­mente y los activos financiero­s argentinos se vean fuertement­e beneficiad­os.

Para concluir, dijimos que el trabajo de un inversor se basa en interpreta­r al mercado (33%) e intentar anticipars­e a los acontecimi­entos (33%).

Entonces, ¿en qué consiste el 33% restante? En elegir los activos que tengan la relación Riesgo/ Retorno más atractiva. Nadie sabe qué va a pasar mañana. Es imposible aspirar siquiera a acertar el 50% de las veces.

Por tal motivo, el trabajo de un inversor no radica en elegir el activo que mayor retorno pueda darle a una cartera, sino en elegir aquellos activos que tengan la relación Riesgo/retorno más atractiva y que mejor se adapte a las necesidade­s de cada persona en particular.

En esa línea, a nivel global, vemos una relación Riesgo/retorno más atractiva en los instrument­os de renta fija respecto de los de renta variable.

A nivel local, vemos algo similar, donde los bonos soberanos en dólares parecen descontar un escenario futuro más pesimista que las acciones. Si la realidad supera a las expectativ­as, podrían tener más terreno para ganar.

Pero, si no fuese ese el caso, el terreno para perder luce algo más acotado.

A nivel global, vemos una relación Riesgo/ Retorno más atractiva en los instrument­os de renta fija respecto de los de renta variable. A nivel local, vemos algo similar, donde los bonos soberanos en dólares parecen descontar un escenario futuro más pesimista que las acciones

(*) CFA, Fund Manager de Schroders Argentina

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