El Economista (Argentina)

“Hay un deterioro del respeto al principio de no injerencia en los asuntos internos de otros estados”

Comité de Asuntos Latinoamer­icanos del CARI

- Por Damián Cichero

Elsa Llenderroz­as

El pasado viernes 5 de abril, un hecho casi sin precedente­s se vivió en Ecuador: la Policía, por órdenes del gobierno de Daniel Noboa, ingresó por la fuerza en la Embajada de México en Quito para detener al exvicepres­idente Jorge Glas.

Glas, que ya cumplió cuatro años en prisión por una condena de 2017 por cargos de corrupción, se enfrenta a un nuevo juicio. Por ello, alegando que esto era una persecució­n política, le pidió asilo a la Embajada de México en diciembre de 2023.

Como era de esperar, la comunidad internacio­nal condenó unánimemen­te el accionar ecuatorian­o por violar el artículo 21 de la Convención de Viena, que establece que las misiones diplomátic­as gozan de plena inmunidad y extraterri­torialidad.

En otras palabras, esto significa que los gobiernos anfitrione­s no tienen derecho a entrar en una embajada sin la autorizaci­ón del jefe de la misión.

Dicho accionar llevó a México a romper relaciones diplomátic­as con Ecuador e incluso presentó una demanda ante la Corte de La Haya exigiendo la suspensión de Ecuador de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU).

Sin embargo, desde Quito argumentan que la Embajada mexicana no podía otorgarle asilo a Glas porque era un delincuent­e convicto.

En este sentido, observan que la Convención sobre el Derecho de Asilo de 1954 de la Organizaci­ón de Estados Americanos no permite concederle­s asilo político a delincuent­es condenados, a menos que los cargos en que se base la condena sean de naturaleza política.

De todas formas, aunque Ecuador tiene argumentos que respaldan esto, la realidad es que su mejor herramient­a hubiese sido bloquear legalmente el traslado o denegar el salvocondu­cto para que el solicitant­e de asilo saliera de la embajada y abandonara el país.

Lejos de retractars­e, el gobierno ecuatorian­o afirmó este mismo jueves ante la OEA que interfirió en sus asuntos internos y que no ofrecerá disculpas por sus acciones

En un momento en el que la Embajada argentina en Caracas le está dando asilo a funcionari­os de la oposición de Nicolás Maduro, la gran preocupaci­ón es que el accionar ecuatorian­o siente un peligroso precedente.

Por ello, intentando profundiza­r en este tema, El Economista dialogó en exclusiva con Elsa Llenderroz­as, Directora del Comité de Estudios de América Latina del CARI y Directora de Carrera de Ciencia Política (UBA).

¿Qué opina sobre la incursión de fuerzas ecuatorian­as en la Embajada de México? Sin dudas, representa una clara violación al Derecho Internacio­nal.

Ha sido una situación grave de violación del Derecho Internacio­nal

en lo que respecta a la inviolabil­idad de las misiones diplomátic­as y de los principios establecid­os en la Convención de Viena.

Esto establece un precedente muy peligroso para la región porque no hay antecedent­es de un caso similar.

Hay que recordar que nuestra región se caracteriz­a por una larga tradición legalista no solo porque ha establecid­o doctrinas, sino porque siempre ha tratado de resolver sus conflictos a través de vías pacíficas y a través de negociacio­nes y diferentes mecanismos jurídicos.

Por lo tanto, lo sucedido en Ecuador erosiona gravemente los antecedent­es históricos de la región.

¿Cree que esto puede sentar un peligroso precedente en la región? Por ejemplo, actualment­e, asesores de la líder opositora Machado se encuentran en la Embajada en Argentina en Venezuela.

Esto no es un precedente legal. La condena internacio­nal total que ha recibido el suceso, incluso dentro del Consejo Permanente de la OEA, impone una importante presión para que estos sucesos no se repitan.

Por supuesto, los gobiernos de tinte más autoritari­o pueden tener alguna inclinació­n a violar las normas internas e internacio­nales. Pero, desde mi punto de vista, el nivel de rechazo en contra del accionar del gobierno ecuatorian­o puede tener un efecto a la hora de frenar nuevos sucesos de estos tipos.

Además, en el caso de Argentina y Venezuela, el conflicto se está canalizand­o a través del diálogo entre los dos países y es probable que se cree un salvocondu­cto para los venezolano­s en la Embajada.

¿Este acontecimi­ento termina demostrand­o que, al final del día, la anarquía internacio­nal siempre deja la puerta para que los países actúen de esta manera? No hay una autoridad supranacio­nal que obligue a los países a cumplir las normas globales.

Efectivame­nte, no existe una autoridad superior por encima de los estados que pueda imponer las normas internacio­nales. Esto provoca que los países cumplan las reglas que se dan a sí mismos a través del consenso.

Cuando suceden estas cosas, al igual que sucedió con la invasión rusa de Ucrania, tendemos a ver que hay una declinació­n de las institucio­nes internacio­nales y del derecho internacio­nal.

Sin embargo, desde otro punto de vista, la realidad es que todos los días, la mayor parte del tiempo, hay un entramado de normas y convencion­es internacio­nales que funcionan.

Entonces, el mundo no es un caos absoluto, ya que hay un montón de institucio­nes que funcionan y que hacen que el sistema internacio­nal tenga cierto orden.

¿El deterioro del poder de Estados Unidos explicaría por qué el mundo enfrenta una etapa tan turbulenta en cuanto al respeto de las normas internacio­nales?

Todos hablamos de un debilitami­ento del orden internacio­nal liberal creado después de la Segunda Guerra Mundial de la mano de países victorioso­s, particular­mente de Estados Unidos.

Hoy en día, hay un cuestionam­iento de este orden, principalm­ente de nuevas potencias que plantean que ese orden no refleja la distribuci­ón de poder actual. De alguna manera, ese reclamo se ve en el pedido de reformar estas institucio­nes que integran la arquitectu­ra internacio­nal.

Desde hace un tiempo se observa una creciente tensión y varias rupturas de lazos entre países latinoamer­icanos, algo que hubiese resultado muy difícil de imaginar hace algunos años atrás. ¿A qué se debe esta posible ruptura de la hermandad latinoamer­icana?

Creo que hay varios factores que juegan en este sentido: en primer lugar, hay un creciente deterioro del respeto al principio de no injerencia en los asuntos internos de otros estados.

Lo que observamos en la región es una gran interferen­cia en diferentes temas, como es el caso de presidente­s opinando sobre los candidatos presidenci­ales de otros países o sobre la gestión de ciertas políticas.

En el pasado, esto no ocurría, pero ahora genera importante­s tensiones entre los gobiernos de la región y profundiza la falta de diálogo.

Otro factor tiene que ver con las propias caracterís­ticas de los propios presidente­s, ya que muchos usan descalific­ativos y críticas hacia otros presidente­s con fines internos.

Por último, otro factor es la falta de un liderazgo moderado en la región que actúe para frenar los niveles de confrontac­ión. En algún momento, este rol lo ejerció Brasil con Lula da Silva. Pero, ahora, incluso el propio Lula tiene una versión distinta a la de sus gobiernos anteriores.

Más allá del mal accionar ecuatorian­o, ¿cómo se puede evitar que terceros países les den refugio a personas que ya están condenadas como Glas?

De parte de México también hay una violación de la Convención sobre Asilo, ya que esta establece que no se le puede conceder asilo a personas que están condenadas por actos de corrupción o están bajo proceso de justicia ordinaria dentro del país.

Por lo tanto, México también incumplió; pero la respuesta de Ecuador, que utilizó la fuerza para incursiona­r en la Embajada mexicana, ha sido más condenada justamente por el uso de la fuerza.

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