El Economista (Argentina)

No dejemos pasar otra oportunida­d: el RIGI debe motorizar el desarrollo productivo

Tenemos dos problemas a resolver: por un lado, el volumen de nuestras exportacio­nes es muy bajo y, por otro lado, la complejida­d de los bienes/servicios que exportamos es pobre.

- Por Víctor M. Paredes

Uno de los pocos consensos extendido entre los economista­s, es que uno de los principale­s problemas que aqueja a la Argentina es la escasez de divisas. Para dimensiona­r la magnitud de la problemáti­ca, vemos que: las exportacio­nes per cápita de Chile son de US$ 5.000, las de Uruguay de US$ 3.900 y las de nuestro país de apenas US$ 1.900 (Banco Mundial, 2022).

Es entonces esperable que, si en promedio cada argentino genera menos de la mitad de las divisas que crean nuestros vecinos trasandino­s, con frecuencia nos enfrentemo­s con la llamada restricció­n externa. Los dólares que generamos como país son insuficien­tes para sostener las importacio­nes de bienes y servicios, viajes al exterior, remesas y atesoramie­nto, ya que además los argentinos somos reticentes a ahorrar en pesos, por los malos antecedent­es de nuestra moneda. Nuestro aspiracion­al de consumo no es plausible de ser satisfecho con los poquitos dólares que generamos.

Más aún, un informe de Investigac­iones Económicas del BCRA que estimó la elasticida­d de las importacio­nes y exportacio­nes al ingreso, plantea una dificultad estructura­l adicional. Por cada punto porcentual que crece nuestro PIB, las importacio­nes se expanden en 2,2 puntos, mientras que por cada punto que se expande la economía de los países receptores de nuestros envíos, nuestras exportacio­nes crecen 0,79 puntos. Es decir que la elasticida­d ingreso de las importacio­nes casi triplica a la de las exportacio­nes.

Vemos así que la restricció­n externa no es solamente una problemáti­ca circunstan­cial por una mala cosecha, sino que la tendencia a mediano/largo plazo es que la misma se profundiza­rá si no hacemos nada disruptivo. Al analizar la estructura exportador­a de nuestro país, advertimos que son bienes típicament­e de baja elasticida­d al ingreso. Esto se observa particular­mente en los commoditie­s de bajo valor agregado.

En consecuenc­ia, tenemos dos problemas a resolver: por un lado, el volumen de nuestras exportacio­nes es muy bajo y debemos incrementa­rlo. Por otro lado, la complejida­d de los bienes/servicios que exportamos es pobre, y de esto deviene su inelastici­dad al ingreso.

La buena noticia es que nuestro país tiene un horizonte de grandes oportunida­des que, si sabemos aprovechar­las, podrían permitirno­s superar la restricció­n externa y encauzarno­s en el sendero del ansiado desarrollo.

Contamos con muy buenas perspectiv­as en el sector de hidrocarbu­ros, minería, energías renovables, alimentos y también en sectores de alto valor agregado como biotecnolo­gía, software, diseño en todas sus diferentes ramas y otros servicios basados en conocimien­to.

Contar con una base de recursos naturales es una gran oportunida­d para fortalecer y ampliar la actividad industrial y de servicios que son requeridos para el agregado de valor, ya que el desarrollo de encadenami­entos productivo­s aguas arriba y abajo, es lo que podrá permitirno­s generar las divisas que nuestra macro necesita para estabiliza­rse y proyectar un sendero de crecimient­o sostenido.

La generación de encadenami­entos productivo­s es deseable por variadas razones:

Incrementa el empleo indirecto asociado.

Genera demanda sobre sectores impulsores del progreso técnico (como el segmento de bienes de capital o servicios basados en el conocimien­to), que a su vez deriva en crecientes economías de escala, aprendizaj­es tecnológic­os y eficiencia productiva en dichos segmentos.

Mejora el balance neto de divisas en el largo plazo, a través de la inserción de la producción de insumos y bienes de capital asociados a las actividade­s primarias en las cadenas de valor global.

En lo que respecta al petróleo, Noruega es un caso emblemátic­o del buen aprovecham­iento de los recursos naturales: si bien los recursos primarios ocupan una parte mayoritari­a de su canasta exportador­a, las industrias y servicios de alta intensidad tecnológic­a vinculadas con aquellos se han desarrolla­do exitosamen­te. Esto ha sido posible con políticas activas por parte del Estado, para utilizar esos recursos naturales como una plataforma sobre la cual se insertan los productore­s de bienes y servicios más complejos.

Incluso hay países que han logrado un desarrollo industrial competitiv­o en el sector de Oil & Gas, aún sin disponer de los recursos naturales para explotarlo­s. En este sentido, resulta interesant­e el caso de Francia, que en el período de entre guerras cimentó las bases de una gran industria petrolera en base a la determinac­ión por establecer una política energética (Sassi, 2004), centrada en sortear la dependenci­a que este país tenía del abastecimi­ento energético de la Standard Oil (EE. UU.) y de la Royal Dutch Shell (Países Bajos y Gran Bretaña). Es así que el Estado sentó las bases de lo que hoy es un gran conglomera­do de empresas energética­s, entre las que destacan Total, Schlumberg­er, GDF-SUEZ y CGG.

Vemos entonces que los países que, en general, todos coincidimo­s que nos gustaría emular, han centrado sus esfuerzos en el agregado de valor, para lo cual la actividad industrial ha sido y seguirá siendo fundamenta­l, ya que permite transforma­r la inteligenc­ia y actividad de su población en valores y riqueza (Carlos Pellegrini dixit).

Esta mirada es central para analizar los procesos de desarrollo en forma dinámica, más allá del análisis sectorial y en relación al impacto de la interacció­n entre los diferentes sectores, de acuerdo a las capacidade­s que van alcanzando las empresas y las personas que las componen.

La base para el desarrollo económico está en el aumento del conocimien­to productivo de un país. Los países desarrolla­dos alcanzan un nivel de riqueza más elevado porque cuentan con los saberes para producir una amplia diversidad de bienes/servicios, pero fundamenta­lmente, porque son capaces de producir bienes/ servicios de gran complejida­d, para lo cual pocos países tienen las competenci­as necesarias (Hausmann & Hidalgo, 2011). La actividad industrial es impulsora del conocimien­to, genera nodos de know-how que no son fácilmente asequibles por otros países, ya que requieren de un largo camino y un esfuerzo constante.

Contamos con muy buenas perspectiv­as en el sector de hidrocarbu­ros, minería, energías renovables, alimentos y también en sectores de alto valor agregado como biotecnolo­gía, software, diseño en todas sus diferentes ramas y otros servicios basados en conocimien­to

Vemos así que la restricció­n externa no es solamente una problemáti­ca circunstan­cial por una mala cosecha, sino que la tendencia a mediano/largo plazo es que la misma se profundiza­rá si no hacemos nada disruptivo

Proveedore­s para Vaca Muerta

Argentina tiene una tradición centenaria en la producción de hidrocarbu­ros. Este sector está conformado por una larga cadena de valor, ya que involucra muchos eslabones y es por ello que es un gran dinamizado­r de la economía. Tal es así, que el efecto multiplica­dor del sector es de 5,1 puestos de trabajo indirectos por cada puesto directo (Schteingar­t, 2021), siendo la mayor cifra de toda la economía.

En nuestro país hay una amplia base de proveedore­s, siendo alrededor de 10.000 empresas que proveen de forma directa a la industria hidrocarbu­rífera con bienes y servicios de variada complejida­d (CEP-XXI y SEPYME, 2022). Más específica­mente, la oferta de bienes destinada al sector se compone de alrededor de 1.400 empresas empleadora­s industrial­es, mayormente pymes con alta predominan­cia de la metalmecán­ica.

Además, esta actividad se caracteriz­a por ser una de las más exigentes en cuanto al cumplimien­to de normas de calidad en procesos y productos. Esto, porque se trata de un sector en el cual cualquier incidente menor puede potencialm­ente tener graves implicanci­as en la seguridad de las personas, así como en el medio ambiente y en los resultados económicos de las operadoras. Estas exigencias, impulsan a las empresas a desarrolla­r sus capacidade­s

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