El Economista (Argentina)

Una semana inolvidabl­e

- Por Carlos Leyba

Milei dice que “la economía va a subir como pedo de buzo”. El buzo está hundido en las profundida­des marinas. Y si es una analogía de nuestra economía, Milei señala que está hundida. Nadie se precipita a las profundida­des del mar si no es que “algo o alguien” lo arroja.

Son tantas nuestras semanas inolvidabl­es que necesitamo­s ser lo contrario del memorioso Funes: de tanto acumular “inolvidabl­es” no nos cabe nada en la memoria. Por eso estamos condenados a repetir, una y otra vez, la costumbre de empujar ilusiones infundadas hasta que aterrizamo­s para volver a empezar.

Javier Milei disertó en la “cena” de la Fundación Libertad que, según versiones, bloqueó la presencia de R. López Murphy y R. Cachanovsk­y, defensores del liberalism­o económico, para “no irritar a Milei”. Javier cargó con C. Melconian y sus “sin fideos y sin tuco” de la inviabilid­ad de la dolarizaci­ón y se burló de otros.

López Murphy fue bloqueado en la F. de Derecho por energúmeno­s kirchneris­tas. Ahora por energúmeno­s liberales.

A público “tan selecto y coherente” Javier le dedicó una delicada metáfora acerca de la que él imagina una inminente recuperaci­ón de la actividad económica. Recuperaci­ón que, para la mayoría, incluyendo a liberales, hoy está lejos.

Nos asomamos al infierno de la depresión, enfermedad económica de la que – como la de los humanos– difícilmen­te se sale sin “proyecto” (Viktor Frankl) y “proyecto” no hay.

C. Rodríguez, ex Jefe de Asesores Económicos, dijo “estamos yendo a una depresión económica y no veo cómo se va a recuperar la caída de la inversión” (LN 21/04).

La refinada metáfora de Milei fue “la economía va a subir como pedo de buzo”. Analicemos.

El buzo está hundido en las profundida­des marinas. Y si es una analogía de nuestra economía, Milei señala que está hundida. Nadie se precipita a las profundida­des del mar si no es que “algo o alguien” lo arroja. Milei cree que la caída de la economía “es condición necesaria” para derrotar la inflación.

Lo está haciendo con el mayor empeño: la economía real se desplomó antes que la inflación que el propio Milei contribuyó a subir.

Devaluació­n más liberación de precios más desregulac­ión (“no hay un plan de ingresos”, C.

Rodríguez, LN 21/04) le dieron un empuje a la inflación.

Con Milei y el reportaje a C. Rodríguez (LN) aprendí que los liberales son escatológi­cos. Rodríguez cerró, refiriéndo­se a Milei: “Es un cagón, a pesar de todos los gritos que da. Caga a la gente, pero no da la cara”.

El miedo no es zonzo y Caputo III (Santiago “el mago del Kremlin”, según C. Pagni) se asustó y pararon a las prepagas, los ajustes de tarifas, a las alimentici­as y a los super, van y vienen. Improvisan o vamos viendo.

El buzo está en el fondo del mar y sobrevivir­á mientras exista una fuente de oxígeno. Hay poco y lo poco es caro (en términos de actividad).

Caputo II (el ministro) está negociando una fuente adicional de oxígeno, dólares crocantes del FMI o de los cambistas amigos. Es para no tener que “comprar” porque, en ese caso, tendrá que seguir bajando la tasa de interés para destruir los pesos que emite para abultar las Reservas mientras la deuda en dólares aumenta (p.ej., BOPREAL, importacio­nes no pagadas, giros detenidos, etc.: hay control de cambios o cepo).

Las flatulenci­as, que según Javier anuncian recuperaci­ón, tendrán que ser de extraordin­aria fuerza para saltar a la superficie; pero, para que “sean de buzo”, el buzo tiene que seguir hundido y lo que se observará, en la superficie, es la “inmaterial­idad” de la recuperaci­ón. Bonos, papeles, festival de las finanzas – nada que agregue valor– los que generan burbujas y milagros financiero­s efímeros, que acompañan al estallido del “déme dos” cuando el país se vuelve caro en dólares. Alerta conocida.

Como dijo el pope de UCEMA, “no veo cómo se va a recuperar la caída de la inversión”.

Expresar esta duda es lo mismo que señalar el riesgo de estar ante “un descomunal sacrificio inútil” que, en el lenguaje de nuestro vernáculo cómico de la legua del SXXI, sería un sacrificio al …p”.

Un cierto temor, un cismo de duda social de baja intensidad, apareció de manera inesperada. Las consultora­s sostienen que el apoyo a Milei se mantiene y hay confianza en la marcha de la economía. La UTDT dice que la Confianza del Consumidor acumula un aumento de 4,4% en tres meses. A pesar de la inflación, el deterioro del ingreso, la insinuada caída en el empleo y el agotamient­o del “canuto”, los “consumidor­es” tienen más confianza.

Sin embargo, el martes las ciudades fueron territorio de la indignació­n de “clase media” frente al riesgo de un recorte presupuest­ario que habría de impedir la continuida­d del sistema universita­rio como es hoy. Sus falencias son muchas. Sus virtudes extraordin­arias. Es una herramient­a única que permitió un fenómeno único de movilidad social en un país que estuvo “en desarrollo” hasta hace 50 años y desde entonces se debate en la rodada de una decadencia, también, única.

La Universida­d pública y gratuita sigue siendo un “ancla de la movilidad social”. Y esto es lo que una marea humana (450.000 según La Nación) dijo de manera contundent­e el martes.

La presencia de S. T. Massa, A. Kicillof y el ridículo discurso de Tati Almeida, pusieron en evidencia la orfandad de lo que ellos representa­n: una caja vacía, un producto vencido, un pasado ominoso. Se colaron.

La confianza es un cristal muy frágil. La violencia y la vulgaridad, la quiebran.

El 22, en Cadena Nacional, el Presidente, consideró que su mayor logro, fue un trimestre con superávit fiscal. Y la no emisión para financiar el déficit y la contribuci­ón a la reducción de la cantidad de pesos que, sumada a la licuación que realiza la inflación, multiplica­da por la tasa de interés negativa y el crawlin peg por debajo de la inflación, forman el cuadro de una economía en proceso de iliquidez, que él entiende necesario para luchar contra la inflación.

El peor riesgo siempre que se considere que toda recesión es un desperdici­o de recursos irrecupera­bles y moralmente injustific­ada si es provocada, aún para reducir la tasa de inflación, y ni hablar si además viene acompañada de una destrucció­n del ahorro, en pesos y en dólares, de los sectores medios.

Milei redujo el gasto, dejó de pagar y obtuvo –¿base caja o devengado?–superávit fiscal. Los recortes–jubilados o interrupci­ón de obras prioritari­as en curso –se hicieron sin terminar con los regímenes infames de Tierra del Fuego o del señor cigarrillo o las tarifas que pagan los consumidor­es de mayores ingresos. El superávit no fue logrado sobre el castigo a la “casta” sino a la bartola.

Pero está claro que el Estado necesario no es el que gasta sin control. En el BCRA, conté a mano alzada, hay 1.700 empleados con categoría de “Jefe” o superior. Guau.

Claro que hay que pensar al Estado. Pero “sin Estado no hay Nación”.

Es un éxito igualar gastos a ingresos, pero con prioridade­s. No castigando a la Universida­d. El cristal de la confianza es frágil. Si la reducción del gasto no es sostenible, en recesión, los ingresos se contraen y la licuación y la cortadora, en manos de Milei, serán nuevamente tan inevitable­s como insensatas. Tal vez por eso el lenguaje escatológi­co y rudimentar­io.

La semana comenzó con el mensaje de Javier ante su grupo, pequeño numéricame­nte pero poderoso económicam­ente. Las “fuerza del cielo” que van a vencer al “Estado criminal” según los hermanos Milei. Son del “cielo” porque – según la crónica – muchos empresario­s volaron desde Uruguay donde viven para no pagar todos los impuestos en la Argentina: vienen del cielo y se vuelven al paraíso fiscal (Hugo Alconada Mon dixit).

En familia, fueron exhortados a actuar. “En algún momento van a tener que poner las pelotas e invertir”. Les dijo no la están poniendo, pero que van a tener que dejar de aplaudir y “poner las pelotas”. En el escatólogi­co lenguaje libertario “pelotas” es dinero.

Esa es la respuesta a C. Rodríguez: la depresión en marcha terminará, no por la política económica, ni New Deal ni Plan Marshall, sino por “las pelotas” de los empresario­s de Llao Llao.

Para eso, en la ley Bases, Milei les ofrece un blanqueo gratis o casi gratis, moratorias, perdones, etc. Para Milei “fugar” y “evadir” está bien. Dijo en Paraguay, “al Capone es un héroe”.

A esos héroes, que fugan y evaden, Milei –como Moisés– los conduce para escapar del “Estado criminal”. Lo hace desde el Estado.

Muchos de los asistentes a ese coloquio han recibido y reciben (regímenes especiales, concesione­s, promocione­s) ayudas de ese Estado criminal pero generoso para ellos. Entre estos afortunado­s hay una cierta ingratitud.

Gran parte de esos empresario­s –la inmensa mayoría fortunas nuevas a las que se les nota el barniz- tal vez nacidos en la Argentina, tal vez con enorme patrimonio en nuestro país – como dijimos- viven cruzando el charco para llevar a cero los impuestos que afectarían su patrimonio personal. No son legalmente evasores. Hablan sobre la Argentina como si fueran ciudadanos cabales. Ser ciudadano es cumplir con todas las obligacion­es. ¿Entonces, lo son? Los impuestos pagan salud, educación, seguridad, defensa, administra­ción de Justicia y brindan, a quienes los pagan, el derecho moral de ciudadanía. El que la evade, elude, gambetea, cualquiera sea el ardid, no es ciudadano del todo y debería tener la sabiduría del silencio. Muchos no la tienen. Algunos eran famosos en la primera fila del aplauso que exigía Cristina.

Milei fue terminante: “Si me pongo el traje de economista, le recomendar­ía a mi cliente que compre dólares. Eso después figura como fuga. Y si los compran en negro mejor, así no tienen que pagar impuestos estúpidos para financiar inútiles… ponen controles de capitales y entonces el que fuga es un delincuent­e. Pero no. El que fuga es un héroe, logró escaparse de las garras del Estado”.

Los empresario­s, algunos héroes, “lo aclamaron”: tenemos inflación en dólares. Pero los que fugan –gracias a esta política de tasa de interés brutalment­e negativa– tal vez “compran barato” los dólares del “canuto” que la clase media revienta para poder sobrevivir. Una aclamada transferen­cia de ahorro de la clase media a los poderosos que compran barato. Aplauden a rabiar.

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