El Economista (Argentina)

Kirchner y Milei y la receta del superávit fiscal

- Por Jorge Colina (*)

El presidente de la Nación anunció por cadena nacional que ya en el 1° trimestre del 2024, apenas llegado él, se logró superávit primario y financiero. El Propio presidente dijo que este logro no se conseguía desde el 2008.

Efectivame­nte, es así. Entre el 2003 y el 2008, el Estado nacional mostró superávits primario y financiero. De ser Argentina un país histórica y estrictame­nte deficitari­o, llama la atención que haya mantenido una seguidilla de 6 años consecutiv­os de superávit financiero.

Vale la pena, entonces, analizar la historia de aquellos superávits fiscales para entender cómo se hizo de nuevo los superávits primario y financiero en la era Milei.

En el año 2002 hubo una mega devaluació­n que llevó el peso argentino de 1 a 3, lo que vino acompañado un proceso sostenido de aumento de los precios internacio­nales que benefició a la Argentina (esto fue gracias a la incorporac­ión de China al comercio internacio­nal), generando un molino de ingresos fiscales, diríase, inesperado.

Por el lado del gasto público, había tres pilares.

El primero, no había subsidios económicos. La década del ’90 había dejado la herencia de que la gente pagaba la energía que consumía al costo que requería y pagaba el tren y el colectivo al costo que insumía. No hacía falta que el Estado esté subsidiand­o la luz, el gas y el transporte público. Además, había inversione­s hechas, con lo cual, los servicios públicos funcionaba­n con razonable calidad.

El segundo, no había regla de movilidad previsiona­l. Entonces, con el retorno a la inflación, los precios crecían, con ello, los ingresos del sistema previsiona­l, pero las jubilacion­es estaban congeladas. Se dio una paradoja en la historia previsiona­l en Argentina

que, siendo ya un sistema de reparto maduro, se volvió superavita­rio. Pero esto se producía porque se licuaban las jubilacion­es con la inflación.

El tercero, no se pagaba deuda externa porque el país había declarado, clamorosam­ente y con sonoros aplausos y vitoreos, el default de su deuda pública.

Claro, entonces, era todo entrada de plata nueva y nada de gasto adicional. Se formó un gran superávit que trajo aparejado la gran tentación.

El populismo económico

Con superávit fiscal, se congelaron las tarifas de electricid­ad, gas, trenes y colectivos. Cuando vinieron las empresas proveedora­s de estos servicios a decir que no le cerraban los costos, como al Estado le sobra la plata, les dieron subsidios. Así comenzó el escalamien­to de los subsidios económicos, la gente se acostumbró a pagar nada por la luz, el gas y el colectivo y se derribó el primer pilar del superávit fiscal.

Seguidamen­te se derribó el segundo pilar. Se mantuviero­n congeladas las jubilacion­es, con excepción del haber mínimo, que se ajustaba discrecion­almente por decisión del entonces presidente. Obviamente, que cada anuncio de ajuste del haber mínimo era hecho como un acto de alta solidarida­d, al aumentar las jubilacion­es pero sólo las más bajas. Además, como sobraba la plata en el sistema previsiona­l, no hubo mejor idea que regalar jubilacion­es contributi­vas con las moratorias.

Un día los jubilados que tenían haberes por encima de la mínima se enojaron, fueron a la justicia, la justicia les dio la razón y no sólo que el Estado nacional tuvo que ajustarles las jubilacion­es sino que, además, hubo que pagarle retroactiv­os con intereses y honorarios de abogados. Pero además la justicia le ordenó al Congreso que dicte una regla de movilidad que empezó a regir en el 2009. Claro, pero en 2009 ya había 2 millones de jubilacion­es regaladas con las moratorias que se habían comido el superávit previsiona­l y que, ahora, encima, había que aplicarles regla de movilidad. Así, se derribó el segundo pilar.

Luego hubo que derribar el tercer pilar. Como el Estado nacional entró en déficit, necesitaba endeudarse. Entonces, hubo que arreglar con los acreedores externos e internos defaultead­os, para tomar nueva deuda y seguir gastando por encima de los ingresos. Hasta que la Argentina cayó en un nuevo default, hace 5 años atrás.

Año 2024. Vuelven los superávit primario y financiero. ¿Paralelism­os?

Bueno. Por el lado de los ingresos se devaluó casi como en el 2002 (se $350 a $800) lo que aumentó los ingresos fiscales vía comercio exterior. Por el lado de los pilares del gasto, los subsidios económicos se redujeron en un 50% en términos reales con los consiguien­tes tarifazos. Las jubilacion­es que con la aceleració­n inflaciona­ria quedaron en un nivel real peor que en el 2002, se pasaron a ajustar solo por inflación, con lo cual, quedarán licuadas en ese nivel y no se recuperará­n. La deuda externa sigue defaultead­a así que no hay mucho gasto por deuda externa.

Hasta ahora, hay paralelism­o entre Néstor Kirchner y Javier Milei y la receta del superávit fiscal: genere ingresos extraordin­arios con una buena devaluació­n, pise los pagos de subsidios económicos, licue las jubilacion­es y deje todo lo posible la deuda defaultead­a en el freezer.

Con esto se obtiene un exquisito superávit fiscal.

Néstor Kirchner se lo comió. El presidente Milei jura que no tiene la misma gula. El riesgo es que “la casta” le coma el superávit fiscal.

(*) Idesa

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