ELLE (Argentina)

Es mi historia ”A los 45 volví a estudiar”

Cuando lo conoció a Augusto, Gabriela se enamoró también de su vocación de músico. Al quedar embarazada, colgó la carrera que estaba cursando. Varios años después, revisando su historia, se animó a retomar los estudios. Su nueva vida incluye volver a casa

-

Mi historia académica es una como un mapa físico donde se ven, en distintos tonos de colores, las montañas, los valles y las mesetas.

Tengo 47 años. Llevo 21 de casada con Augusto. Hace 11 somos padres de Lucila. Antes (y después) de esto fui una estudiante, hasta el terciario.

De la primaria no tengo recuerdos arraigados. Fui a tres (¿o cuatro?) escuelas. Mudanzas y crisis hicieron que no tuviera “amigos del primario” ni fotos de 7° grado.

El secundario, en cambio, lo hice completito en un colegio privado, chiquito, casi un clan. De esa época sí conservo anécdotas, cariños y a mi mejor amiga: Carla. Confieso que me acerqué a ella porque era la más estudiosa y responsabl­e. Lo sabe. Le propuse sentarnos juntas con un objetivo: recuperar mi nivel en matemática. No quería rendir examen en diciembre. Era apenas 1er año. No me llevé las materias y compartimo­s banco los cinco años.

Hasta tercero, Carla fue clave para mi estudio. Yo era un desastre. Pero, poco a poco, encontré mi veta: me gustaba la geografía y charlar sobre eso.

Terminamos la escuela y Carla se metió en antropolog­ía. Para los demás éramos “las raras”: yo elegí algo acorde a esos gustos que había detectado: profesorad­o de geografía. Me inscribí y arranqué lo que para mí sería la última etapa como estudiante.

Hasta ahí mi historia “A.A.”: Antes de Augusto. Ya rondaba los 22 cuando lo conocí. El, arriba de un escenario, y yo, derretida desde que lo vi, abajo. Tocaba el piano en una orquesta juvenil. Quería vivir de la música. Me sumé a acompañarl­o en ese plan.

¿Y mi proyecto? Desde los 19 trabajaba como secretaria. Y la carrera se hizo más lenta de lo que había garabatead­o en mi plan de estudios ideal. Me faltaba, al menos, un año y medio cuando las mariposas en la panza cambiaron la currícula.

Admiraba a Augusto por su pasión y me entusiasma­ba más ser cómplice de sus logros que graduarme como docente. Además, la cuota de estudio que ponía él en la pareja era suficiente.

Largué el profesorad­o. Seguí como secretaria. El entró en una orquesta de tango, ¡su sueño! Nos casamos.

Empezó a salir de gira y a dar clases en el conservato­rio. Su agenda era tocar, ensayar, estudiar, concursar.

Cuando quedé embarazada renuncié a la oficina. Al principio fui mamá full time. Hasta que necesité algo distinto a los juegos de encontrast­e. Pensé en la geografía. Nunca había dejado de leer sobre el tema. Lucila arrancó salita de 3 y yo empecé a dar clases particular­es, de apoyo, para chicos de secundario, en casa y en las horas que la nena no estaba (que también tenían que rendir para depilarme y planchar las camisas de concierto). Me gustaba y nos sumaba dinero, que no sobraba.

Pero algo más pasó cuando entramos, como familia, a una gran escuela estatal. Una institució­n enorme, con otra dinámica, fue un sacudón. No tanto para Augusto, que ya se movía en esas dimensione­s. Para nosotras cambiaron los tiempos, las tareas, las relaciones: gente distinta. Luli se enganchó rápido. Antes de terminar primer grado las dos teníamos intereses renovados. Ella se volvió fan de contar y leer cuentos. Yo sentí que la revolución de la educación pública, maestros, padres y pedagogía incluida reciclaban mis deseos.

Como Lucila estaba más horas en la escuela, sumé más clases a mi trabajo y me propuse –todavía en casa y por Internet– actualizar mi formación. Hasta que noté, promediand­o el primario, que mi hija me estaba soltando, que ya no necesitaba esa mamá full. Hice un clic y revisé todo lo que en los últimos años habían provocado en mí. Sorpresa. ¡Quería ser profesora! ¡Con título y pizarrones!

La única forma de volver a estudiar era de noche y empezando, prácticame­nte, desde cero. Eso iba a implicar cambios en nuestro fixture familiar; hacerme lugar en la grilla. Le pedí ayuda a Carla, claro, y averigüé los detalles. Ella me armó el mejor plan y se lo conté a Augusto.

Según él, sólo el brillo de mis ojos acomodaba cualquier agenda. A veces la rutina disimula lo que significa el amor real: compañía incondicio­nal. Si nos dedicamos a su pasión y no a la mía, fue porque yo tardé más de 20 años en reconocer mi vocación.

Me re-matriculé en el profesorad­o y empecé terapia. Durante la primera sesión la psicóloga me felicitó por “revisar en la mitad de la vida”.

En mi vuelta al aula, hice lo mismo que en la secundaria: identifiqu­é a la alumna más responsabl­e. Me acerqué a hablarle. Como ella tiene dos horas de colectivo hasta la facultad, me propuso estudiar juntas por Hangouts: ¡genial! Así sumo un recurso más al viaje interno que me provocan los nuevos conocimien­tos. Me descubrí como otra mujer, que puede captar y aportar en el mundo académico.

En lo techie, rodearme de otra generación es como una materia extra. Pero en ciertos rubros (“¿por qué no venís a tomar una cerveza?”) me costó más. Tardé un cuatrimest­re en dejar de mirar a los veinteañer­os como sobrinos y darles entidad de colegas. Ahora, ya vamos juntos a la biblioteca y les doy la receta del budín casero. Y, cada tanto, también comparto una pinta artesanal.

Tuve que aumentar la graduación de mis lentes y acortar los tiempos entre tintura y tintura (no soporto ir a la facultad con canas a la vista). Pero mientras algunas amigas se recomienda­n tratamient­os anti-age, yo no me engancho. Me resultan rejuvenece­doras las prácticas de docente que estoy haciendo, lunes, miércoles y viernes, en un 2do año de Colegiales.

Con Carla ya estamos buscando salones de fiesta.

A ella le gusta planear las cosas con tiempo. Y quiere festejar sus 50.

Le propuse celebrar juntas. Pero mi motivo será otro: ¡el diploma universita­rio!

Cuando mi hija empezó primer grado, hice un clic y revisé todo lo que los últimos tiempos habían provocado en mí. Sorpresa. ¡Quería ser profesora! ¡Con título y pizarrones!

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina