ELLE (Argentina)

Pareja Juntos y libres (a la vez)

¿Y si en vez de ser un contrato lleno de obligacion­es nos damos libertad? Licencia matrimonia­l con fecha de vencimient­o, camas (o casas) separadas, sexo por placer, relaciones sin gobiernos… Permisos que, para algunas, vuelven más honesto y fuerte su vínc

- CLARA URANGA / Informe Laura Marajofsky

Flavia (32) acaba de volver de China: se fue veinte días con una amiga a cumplir el sueño de conocer la muralla. Su marido desde hace 4 años, Hernán (38), la fue a buscar al aeropuerto con un gran cartel de bienvenida y el perro saltando de alegría. El abrazo que se dieron fue digno de telenovela de los ’90. ¿Por qué no volaron juntos a Asia? “No lo sé. El plan siempre fue de chicas, se nos ocurrió a nosotras y lo armamos solas. No hubo ningún reproche. Lo pagué con mis ahorros, sin tocar las finanzas de la pareja. Nos extrañamos. Me vino bien para renovar energías y sumar experienci­a que nos enriquece a ambos”, cuenta Flavia.

No son raros ni fuera de su tiempo. Son parte de un fenómeno actual, de otra manera de vivir el amor que supera el mandato machista de la posesión (“si no sos mía, no serás de nadie”).

A principios del siglo XX la norma era la pareja burguesa, sexualment­e no exclusiva, que no le daba importanci­a al sentimient­o amoroso. Después de aquellas grandes guerras que leemos en los libros de historia nació el casamiento por amor, que daba por hecho que habría fidelidad. En los ‘70 la revolución sexual volvió a sacudir los códigos.

¿Y ahora? ¿Qué pasa en el siglo de la lucha por la diversidad y la inclusión? Las series de televisión extranjera­s se convirtier­on en el reflejo más fiel de ciertas tendencias. Desde el matrimonio polígamo de Big Love pasando por los permitidos de Claire y Frank Underwood, de House of Cards, muestran que no quedan en pie muchos tabúes. No tan lejos estaba lo que propuso el cine nacional en Dos más dos, con Suar, Minujín, Peterson y Díaz.

¿Qué somos? ¿Qué queremos? ¿A dónde vamos? Son preguntas habituales en el comienzo de un amor o en puntos de inflexión de una pareja. Ahora hay más respuestas posibles, que varían clásicos como la amistad con beneficios, el noviazgo, el matrimonio legal o la convivenci­a romántica.

No se trata de chocar con los extremos sino de los pequeños detalles que cambian los estereotip­os en pos de un talle más cómodo y real. Una encuesta hecha por la revista Time arrojó que hoy, en Estados Unidos, más de la mitad de los millennial­s le dice sí, quiero, a uniones formales pero no necesariam­ente eternas ni estrictas. No es amor líquido: implica ser flexibles. Esos sub 35 se animan a elegir vajilla aunque sepan que –tal vez sí, quizás no– en dos años uno se quedará con los platos y otro con los cubiertos.

Cuando su novio le propuso convivir, antes de responder, Celeste pensó en la historia de sus padres. No quería repetirla. “Llevan 30 años juntos. Papá es cirujano y mamá traductora, pero ella nunca ejerció. El acuerdo era que ella sostenía la casa y la crianza de los chicos, y él, el dinero. Somos tres y fuimos todo para mamá hasta cierta etapa. Vivió bien, pero dependient­e y muy aburrida –reflexiona Celeste–. Ahora que cre- cimos está muy sola, sin motivacion­es. No quiero eso para mí. Es clave la independen­cia.”

¿Entonces? ”Respondí que sí, que quería que estuviéram­os juntos pero siempre libres.”

PISO NO COMPARTIDO

Cada pareja es un equipo que arma su táctica y estrategia para el partido de la vida. A veces, en el entretiemp­o, es necesario hacer un cambio o delinear otras jugadas.

“El es arquitecto y yo, psicóloga. Nos casamos y fuimos padres muy jóvenes. La rutina diaria nos llevó

¿AMBIENTES DISTINTOS? Si tienen horarios, ritmos de sueño y costumbres diferentes, ¿por qué no? Algunos aseguran que fue una solución y hasta una forma de recuperar la pasión cuando comparten el colchón.

al divorcio. Pero no dejamos de amarnos. Hace 15 años que nos separamos y 12 que volvimos a estar juntos, pero en casas separadas. Nos elegimos, de ese modo, todos los días. Compartimo­s viajes y algunas noches en su casa o la mía. Es mi mejor amante, mi confidente, el compañero de baile siempre listo, el padre de mi único hijo. Pero preferimos vivir cada uno por nuestra cuenta”, relata su historia Magdalena (45).

¿Y los hijos? Las experienci­as concluyen que es mejor que los chicos vean felices a sus padres que imponerles compartir el techo pero rodeados de fastidios.

¿Y los celos? “Estamos más seguros – agrega Magdalena–. Además, al estar separados legalmente, si alguien quiere cambiar, sólo tiene que decirlo. Para nosotros la ecuación es: más libertad, menos tentación, igual a pareja sustentabl­e.”

“El peor enemigo de un vínculo es la rutina. Hay un impulso natural por buscar la aventura. El gran tema es que las personas también queremos seguridad. Ambas cosas parecen no ir de la mano, pero en esta dicotomía nos movemos”, explica Cristina Benchetrit, terapeuta y directora de Espacio Olazábal.

En épocas tan digitales y globalizad­as, hasta se puede probar un amor con códigos postales distintos. Analia (31) y Martín (36) se conocieron en Buenos Aires, pero son de Bahía Blanca y Paraná. La convivenci­a porteña duró 5 años. Hasta que él (odontólogo) decidió volver a su ciudad natal para dirigir el centro del salud dental que fundó su padre. Ella, relacionis­ta pública, quiso quedarse porque tiene su consultora armada en la city porteña. Se ven una semana al mes, allá o acá. En el ínterin, las videollama­das de WhatsApp y las historias en vivo de Instagram son sus aliados.

En tiempos de familias ensamblada­s, además, ya nada es lo que era. Se busca, una y otra vez, la mejor manera de compartir y convivir. ¿Mismo edificio pero departamen­tos distintos? Les funciona a Marcelo Tinelli y a Guillermin­a Valdés: llevan más de 5 años enamorados.

AMARRAS SUELTAS

Ya no hay un solo molde. Y el que conocíamos se rompió. A nuestro alrededor aparecen modos de ser felices sin lidiar por cambiar al otro y sin hacer lo que no te gusta.

“Cada uno tiene hijos de matrimonio­s previos. Dormimos juntos, pero con ahorros propios y gastos compartido­s. A mí me gusta viajar. A él no. Una vez al año planeo mi aventura por el mundo, sola o con amigas. Está acordado. Para él sería un sacrificio acompañarm­e y, para mí, un tedio arrastrarl­o por aeropuerto­s con mal humor”, cuenta con convicción Martina (43, periodista).

¿Pacto de fidelidad? “Está implícito. Alguna vez sospeché que tenía otra historia, pero lo dejé pasar. No quise saber. Me propuse no ser estricta. A mí me elige para decirme buenos noches y buenos días”, analiza.

Reglas claras, pero no inamovible­s. Contratos renovables y cláusulas de salvataje. Si en las búsquedas laborales exigen “excelente predisposi­ción al cambio y a los desafíos”, por qué no empezar por casa antes de aplicar al empleo.

Agustina (41) y Federico (39) duermen en cuartos separados. “Soy un búho – dice ella–. Vivo de noche y desde la cama veo series, respondo mails, organizo la agenda y hasta me depilo las cejas. Sólo duermo 4 o 5 horas mientras él a las 11 de la noche ya está roncando.

ENTRE PARENTESIS Hay parejas que contemplan ciertos deslices en la fidelidad o, mejor dicho, en la exclusivid­ad sexual. ¿Contarlo o no? Depende de los acuerdos previos que, además, no tienen que ser a plazo fijo. SEGUN PASAN LOS AÑOS Familias ensamblada­s, trabajos globales, vínculos digitales... Mirá a tu alrededor: ¿cuántas relaciones de las que conocés calzan en el molde en que el estuvieron tus padres? Ese estereotip­o se rompió.

No teníamos noches románticas. Nunca dormíamos abrazados. Era una guerra de codazos, patadas y, como consecuenc­ia, mañanas de malhumor y reproches.”

¿Pingüinos en la cama? “Todo lo contrario – asegura Federico–. Probamos. Y fue una solución. Ahora sólo compartimo­s colchón por placer y pasión. Lo contamos y sabemos que hay amigos que también lo hicieron. Pero no todos se atreven a confesarlo.”

Es que la inflación no sólo es económica. También hay suba de costos en la vida de la pareja. Y para afrontarla hay que ajustar el plan.

PERMITIDOS

En algunas relaciones, vale hasta tener alguna historia paralela en clave de permitido. Sí, como en las dietas. Se puede confesar después de un tiempo o quedar en la caja de seguridad de lo más íntimo. ¿Cómo pasa? Una tentación en una fiesta, una noche débil en un viaje de trabajo, una fantasía que se concreta y dura menos que lo que habitó en la cabeza o un paréntesis que te saca de una dura realidad en la que tu pareja, como compañía incondicio­nal, está incluida.

¿Pero acaso eso puede ser un antídoto contra el fracaso o el tropezón? “Hacer el amor con alguien distinto es una de las cinco fantasías más comunes entre los comprometi­dos – cuenta Inés Páez de la Torre, sexóloga–. Las parejas abiertas no quieren renunciar a cumplirla pero tampoco están dispuestos a herir al otro. Lo que cuenta es la honestidad.”

¿Con quién? Con ambos. Se requiere sinceridad con una misma y lealtad con el otro. No significa contarle con detalles la experienci­a offside, sino ser franca con lo que una quiere y no correrlo del primer lugar de tu lista, de deseos y prioridade­s. Como canta Ismael Serrano: “absoluto somos sólo tú y yo, lo real, lo convenido (...) el vermut de tu mañana de domingo”.

El desafío es aprender, tanto en lo sexual como en la capacidad de conocerse a sí mismos: hacerse cargo de prejuicios y gustos. Como explica la popular escritora Robin Rinaldi: “La pasión no es algo que pasa sólo en el marco de la pareja. Cuánto más sentido y pasión tengas por tu propia vida, menos vas a quedarte esperando que eso venga de afuera. Menos dependés de alguien, más podés querer y desear, en vez de necesitar”.

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