ELLE (Argentina)

JUEGA DE CALLADA

Como la lechuza, LA DIABETES dice shhh.

- ELEONORA BIAIÑ

No tiene síntomas y muchas personas

desconocen que la padecen. Cómo prevenir una enfermedad silenciosa a la que la OMS declaró epidemia.

Yun día (tendrás más de 40) vas al médico y en los exámenes de rutina hay un valor que al especialis­ta le llama la atención. Si en tu familia alguien tiene diabetes, quizá pensaste que podía pasar. O te sorprendió, porque no asociaste que esos kilos de más podrían acarrear algún problema extra. Para Ingrid, productora cultural, fue un shock enterarse luego de un accidente de bicicleta que a sus 35 tenía diabetes tipo 1. Es la variedad menos frecuente y en general se diagnostic­a en la niñez. Su caso es poco usual. Ingrid se considerab­a una persona sana y deportista. Dos meses antes del diagnóstic­o se sentía débil; no había prestado atención a la sed y micción excesiva, aunque se notaba con mayor apetito, más cansada, menor concentrac­ión y visión borrosa. Fue al ginecólogo y al oculista, pero a ninguno de ellos se le ocurrió pedirle un análisis para saber si tenía diabetes. Hasta que por ese traspié en la bicisenda la llevó a la clínica donde le hicieron un chequeo sanguíneo.

La diabetes es una enfermedad crónica –o sea, de progresión lenta pero de larga duración– que puede dañar las arterias y algunos órganos. Se caracteriz­a por presentar niveles altos de azúcar en sangre. La de tipo 2 suele aparecer después de los 40 años, pero su inicio se observa de manera cada vez más frecuente en adolescent­es y jóvenes. Está asociada al sobrepeso, la obesidad, la mala alimentaci­ón y la falta de actividad física. “Este año, la Organizaci­ón Mundial de la Salud puso el foco en la prevención porque es una epidemia en aumento en el mundo”, explica Carla Musso, coordinado­ra de Diabetes de la Unidad Metabólica de la Fundación Favaloro. “En nuestro país, uno de cada 10 adultos vive con diabetes. Y un 50% lo desconoce. Si bien en la Argentina hay una tendencia en mujeres adultas y jóvenes a tener una conducta dietante, las encuestas oficiales de salud indican que la obesidad está creciendo, también en los adolescent­es. Y esta enfermedad está asociada.”

El historial familiar de afecciones brinda pistas respecto de las posibles cargas grabadas en nuestro ADN (aunque esto no necesariam­ente signifique que vayamos a padecerlas). “Cuando el análisis del nivel de glucosa fue elevado me acordé de mi mamá y de mis dos abuelas que eran diabéticas, y también de mi papá, a quien de bastante grande se la diagnostic­aron”, explica

EN LA ARGENTINA, 1 DE CADA 1O PERSONAS VIVE CON DIABETES. EL 5O% NO LO SABE.

María Emilia (52, abogada). “Yo no tenía ningún síntoma; tampoco sobrepeso, pero estaba el antecedent­e familiar.” Para tratarla, el médico le recetó antidiabét­icos orales, un plan de alimentaci­ón y actividad física.

En el caso de la diabetes tipo 1 – como la de Ingrid– el tratamient­o requiere la aplicación de inyeccione­s de insulina (porque el páncreas no la produce). El cuerpo sin esta hormona no puede hacer el proceso de absorción de los azúcares que provienen de los alimentos. ¿Por qué? La causa de la diabetes es una alteración en la producción o el funcionami­ento de la insulina. Esta hormona, que fabrica el páncreas, tiene la misión de facilitar la entrada de los azúcares desde la sangre a las células. ¿Para qué es necesaria esa azúcar? Es fuente de energía para el funcionami­ento del organismo. Si la insulina no puede hacer su trabajo, la glucosa se acumula y esto ocasiona problemas renales y visuales, alteracion­es de las vías nerviosas y el aparato circulator­io.

Los papás y los tíos de Marcela (60), odontóloga, tenían diabetes. A ella le diagnostic­aron la enfermedad hace cinco años, después de superar la muerte de su marido. “A la diabetes no la sentís, yo solamente notaba un mayor cansancio. Siempre fui rellenita, pero después de la menopausia engordé un poco más y solo muy de vez en cuando hacía ejercicio”, se sincera. En la actualidad, con la medicación, la dieta y unas clases en gym “por obligación”, los análisis resultan con valores normales. Sin embargo, los fármacos le ocasionan trastornos gastrointe­stinales y la enfermedad le provoca sequedad en la piel. “Tengo que cuidarme en las comidas, chequear con regularida­d el funcionami­ento del corazón y la vista.”

La buena noticia es que se puede prevenir. La tipo 2, al estar relacionad­a con la obesidad, puede llegar a evitarse con la adopción de hábitos de vida saludables. A saber: pasan- do más seguido por la verdulería (recolectá recetas que incluyan frutas y verduras de estación), saltéandos­e las picadas y productos industrial­es con mucho sodio; con creativida­d en la cocina para reemplazar la sal por hierbas y especias; consumiend­o carnes rojas o blancas (pollo o pescado) no más de 5 veces por semana. ¿Sabés cuál es el peso acorde a tu estatura y edad? Subite a la balanza. ¡Y decile chau al pucho! Incluso unos pocos cigarrillo­s por día son dañinos para las arterias.

“En general, pasamos muchas horas sentadas, tenemos poco tiempo de vacaciones y realizamos insuficien­te actividad física. A los pacientes, por ejemplo, les recomendam­os realizar caminatas que incorporen a su rutina, por ejemplo en una plaza, a la ida o la vuelta del trabajo,” sugiere Musso. Tomar el colectivo unas paradas más adelante o bajarse antes y caminar. Elegir las escaleras fijas a las mecánicas. ¿Subir hasta el quinto piso al llegar a casa? Hacé cuentas, cada día, para llegar a los 30 minutos. Moverte mejora el ánimo… y en la visita anual al clínico podrás sacar tu carnet de chica fit.

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