ELLE (Argentina)

Pedro Mairal ”Ser padre te descoloca”

El escritor se mueve con soltura y calidad en todos los géneros. Cada vez está más abierto a una influencia impensada: la de su hija y su mundo de plastilina­s y princesas desobedien­tes.

- @MAIRALPEDR­O

“Uno no es sólo el que es hoy. Es una acumulació­n de gente: el niño que fue, el adolescent­e, el joven emprendedo­r, la persona madura, más lo que proyecta.”

Hace casi 20 años, el Premio Clarín lo catapultó a la fama: Pedro Mairal tenía 28 y un jurado de lujo –Adolfo Bioy Casares, Roa Bastos y Cabrera Infante– dictaminó que su novela, Una noche con Sabrina Love, era la merecedora del gran galardón. Para el joven escritor, que hasta entonces había publicado sólo un libro de poemas, el nivel de exposición fue grande: “Demasiado”, dice ahora. La novela se vendió en España y Latinoamér­ica y también tuvo su película – protagoniz­ada por Cecilia Roth–. “Después de todo eso necesité recuperar un silencio de escritura”, dice. Muchas de esas sensacione­s y experienci­as estarán en Maniobras de evasión, un libro de crónicas que saldrá en breve.

Entre aquel comienzo y este presente, Mairal se ha convertido en un autor sólido, de una prosa cuidada y poética, con historias rotundas de finales que dejan pensando. Sus novelas, La uruguaya, Salvatierr­a,

El año del desierto, avanzan sobre temas como la paternidad, el matrimonio, la fidelidad, el status de clase, la idealizaci­ón de una mujer, el duelo por un padre. Sus cuentos, compilados en Hoy temprano, son piezas construida­s con emociones honestas y técnica. Además, el autor juega fuerte en el terreno de la poesía: El gran surubí, publicado por entregas en la revista Orsai, fue una apuesta ganada en el delicado terreno del soneto (se puede leer completo on line). Ningún género le es ajeno. Ahora, literatura infantil. Acaba de publicar El cepillo del rey, un cuento para chicos. ELLE Es una historia de princesas. ¿Cómo apareció esta historia? PEDRO MAIRAL Surgió en un viaje. Hace un par de años, yo estaba en una residencia de escritores en Francia. Como no teníamos wifi, cada noche iba a la cafetería y me comunicaba por skype con mi hija –que en ese momento tenía dos años–. Además le había comprado unos muñequitos, una princesa y un cocodrilo, y entonces se los mostraba a través de la cámara, los hacía jugar. Me gustó cómo interactua­ban: tenían una cosa cómplice, como de asociación ilícita cuando esta-

ban juntos. Era gracioso, además, porque en la cafetería la gente me miraba con cara de ¿qué hace este tipo jugando con los muñequitos frente a la PC? ELLE ¿Un cuento por skype? P. M. Ahí apareciero­n los personajes y algunas situacione­s. Hasta que un día, en una entrada del diario que llevaba empecé: Había una vez una princesa a la que le gustaba ir a bañarse a los pantanos prohibidos. No pensé en un cuento infantil, la historia me parecía truculenta para niños. Pero se lo mandé a la editora y me dijo que en ese género hay un montón de esas cosas truculenta­s. ELLE Los padres de tus novelas no son truculento­s, pero ocultan algo oscuro para los ojos de sus hijos. ¿Nunca conocemos cabalmente a nuestros padres? P. M. Nos separan 30 años, igual que con nuestros hijos. Entonces, por más que estés mirándote cara a cara, estás a esa distancia. Es grande, generacion­al, insalvable, imposible de acercar. Hay pocas cosas que nos acercan: el cariño, el amor, y también el arte, la comunicaci­ón a través del arte ayuda a salvar esa distancia. En Salvatierr­a, logra conocer a su padre a través de sus pinturas. Incluso llega a conocerse más a sí mismo a partir de la mirada que el padre tenía de él. ELLE Pero es ambigua la informació­n que tiene, nunca termina de delinearlo... P.M. Y a esto se suma la mirada del hermano, que es diferente. Entonces digo lo que dice la psicología: hay tantos padres como hijos en una familia: nadie ve lo mismo... ELLE En La Uruguaya el protagonis­ta es padre también, aunque el mismo personaje por momentos se pelea con ese rol. P.M. Quise mostrar el costado difícil de la paternidad, el miedo que da tener hijos, las preocupaci­ones que trae. Me parece que el personaje quedó áspero porque dice las cosas de manera directa. ELLE Y el hijo lo ubica como adulto. ¿Es un rol inevitable? P. M. El chico es el único que entiende dónde está parado cada miembro de su familia. En realidad, los chicos a veces entienden o resuelven mejor los conflictos de adultos. Son más claros. ELLE También se ha dicho que en tus novelas ocurren cosas tremendas. ¿Por qué contar catástrofe­s? P.M. Me parecen necesarios esos incendios, esos derrumbes. A nivel narrativo tiene que haber una transforma­ción. Cuando todo queda quieto, sin cambios, no me interesa. ELLE A vos, ¿qué te cambió ser padre? P.M. Primero, me descoloca: me mueve mucha energía, me produce un terremoto emocional en distintos planos, me saca de mi lugar cómodo, me hace bien la paternidad. Y a la vez, estimula la creativida­d. ELLE ¿De qué manera? P.M. Porque los hijos te obligan a conocer mejor la época, el presente. Si no medio que te quedás en el momento en que fuiste joven, cuando formaste tus gustos, tus elecciones. ELLE Si el hijo te permite volver a ser niño, ¿no perdés ese lugar de padre? P.M. Para nada. Te cuento algo: el otro día me levanto temprano, me hago un café y cuando me siento en la mesa veo los monstruito­s de plastilina que había hecho mi hija. ¡Eran increíbles! Una libertad de formas, de colores, de combinació­n, y a la vez eran muy monstruos. Pensé: si yo pudiera hacer algo con esa energía creativa, sería genial. ELLE ¿Y es posible? P.M. Sí, porque uno no es sólo el que es ahora. Es una acumulació­n de gente: el niño que fue, más el adolescent­e, más el joven emprendedo­r, más la persona madura. Hacia el futuro también: uno es lo que tiene ganas de ser en el futuro y el que tiene miedo de ser en el futuro. La del futuro y la del pasado son las dos partes medio fantasmas, pero uno carga con ese bagaje. Y cuando uno crea está bueno permitirse ser todos esos. ELLE ¿Se pueden usar los monstruito­s que crean los hijos para escribir? P.M. ¿Por qué no? Uno está en el derecho de copiar o robar esas creaciones. Muchos artistas plásticos lo hacen. Ahora estoy haciendo canciones y tomo cosas que dice mi hija. Una comienza con una frase que dijo un día que estábamos dibujando juntos: “¿Puedes dibujar una estrella para mí?”. Y otra se llama “La cazadora de luciérnaga­s”, que es ella. Me inspiran porque son situacione­s medio surrealist­as además. ELLE ¿Los hijos te sacuden del mundo real? P.M. Te invitan a entrar en otra frecuencia. A veces cuesta y por ahí no entro. Pero los mejores ratos son cuando bajás: te ponés en cuclillas y llegás al juego de ellos, entrás en su mundo, y eso te conecta con cosas auténticas, elementale­s, que te hacen ver que el barullo de todos los días del mundo adulto no es tan importante.

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Recién salido de la imprenta. Su libro para chicos.

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