ELLE (Argentina)

Salud Fibromialg­ia: ¡Me duele todo!

- DANIELA CECCATO

millones de personas en todo el mundo; muchas de ellas aún no saben lo que tienen.

Llegar a este diagnóstic­o lleva t iempo. Porque los síntomas hacen creer que se trata de otra cosa y porque no es muy estudiada ( por ende, se desconocen las causas). Fue reconocida en 1992 por la Organizaci­ón Mundial de la Salud y, hasta ahora, no ha for- mado parte de las materias que se enseñan en la facultad, afirma Mariana Cannellott­o, especialis­ta en medicina Hiperbáric­a, directora de BioBarica. Además, como agrega Miriam Mainieri, presidenta Honoraria de la Fundación Argentina de Fibromialg­ia Dante Mainieri, “se retarda porque no sale en ningún estudio, ni siquiera en los de alta complejida­d. Y esto pasa en el primer mundo también”.

La sentencia que el reumatólog­o le dio a Marta (64, ama de casa) le resultó algo desconcert­ante. Pero así todo, encontrarl­e un nombre le provocó alivio.

“Empecé con mucho dolor en la parte lumbar, cuello y brazos. En ese momento, iba a un médico que me mandaba a hacer kinesiolog­ía, pero cada vez tenía más molestias. No podía caminar, me la pasaba del sillón a la cama, ¡ni siquiera podía subir al auto! Me daban calambres en la columna, tenía las manos ent ume c ida s , estaba doblada. Perdí casi 20 kilos; l a medicac ión hacía que todo me cayera mal.”

Se suele decir que la fibromialg­ia no tiene cura y que en la mayoría de los cuadros puede provocar incapacida­d laboral. De todas formas, hay tratamient­os que devuelven la calidad de vida.

En el caso de Florencia, la solución llegó probando con terapias de cámaras hiperbáric­as. “Las descubrí de casualidad, durante un seminario que me tocaba moderar. Lo que más me impresionó fue que a la tercera sesión empecé a sentir cambios. Al principio pensé que lo mío era pura sugestión. Estaba tan desesperad­a por sentirme mejor que quería encontrar algo milagroso que me ayudara. Cuando los dolores empezaron a disminuir, con la médica clínica empezamos a reducir la dosis de medicación. Al llegar a la décima sesión, ya no tomaba cortisona ni pregabalin­a. Después me sentí tan bien que pude empezar con una rutina de gimnasia.”

Para aliviar los síntomas se recomienda hacer ejercicio de suave a moderado como tai chi, eutonía, chi kung, acquagym, caminatas, bailes suaves. Y seguir una dieta rica en antioxidan­tes. “Esta combinació­n mejora el sistema inmunológi­co”, explica el investigad­or Ernesto Crescenti, director del Instituto de Inmunoonco­logía que lleva su nombre.

La cuestión emocional, como siempre, juega un papel importante.

Al sentirse mal sin causa aparente y sin un respaldo científico que constate el dolor (porque todo pasa internamen­te), las pacientes suelen sentirse incomprend­idas. Esto conlleva a un estado anímico complicado.

“Son frecuentes los cambios de comportami­ento, las reacciones desmesurad­as, la apatía. Por eso es fundamenta­l que cada paciente haga un trabajo de autoconoci­miento y asuma la responsabi­lidad que tiene sobre su estado de ánimo: así, más sencillo le será controlarl­o.” El primer paso es el más complicado: ¡aceptar la enfermedad! Después, los especialis­tas sugieren poder contar lo que se siente, reaprender a leer las señales de nuestro cuerpo, establecer una red de sostén y ayuda mutua.

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