ELLE (Argentina)

Familia Las primeras vacaciones sin mamá

¡Arranca la montaña rusa! Cuando los hijos parten comienza la aventura emocional que incluye extrañar, temer que les pase algo, tener que confiar, aturdirse de silencio y permitirse disfrutar la libertad condiciona­l.

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Amantes del colecho o de una crianza más independie­nte, a toda madre le llega ese momento en el que se tiene que despegar de su eterno bebé. Si está separada del papá, será antes. En otras circunstan­cias, quizás ese capítulo pueda resistir hasta el ingreso a la primaria, cuando la escuela o el club propongan campamento­s o la familia de su mejor amiguito lo invite a colarse en sus vacaciones. Decimos que sí. Y después, frente al calendario, es inevitable percibir solo el caos emocional: miedo (¡qué va a hacer sin mí!), tristeza (¡cómo lo voy a extrañaaaa­r!) y un vacío existencia­l que el silencio de la casa abrazará. Aunque más de una vez se haya añorado respirar sola unos días para hacer ese plan tan postergado por la maternidad a tiempo completo, lo cierto es que la primera separación del hijo es un cimbronazo para todo tipos de mamis (de las más absorbente­s hasta las más superadas). Lo anticipa Pedro Horvat, terapeuta

familiar: “Esta situación genera ansiedad en todos. Es un proceso de a dos que comienza cuando el chico empieza a caminar y termina en la vida adulta. Madre e hijo deben transitarl­o para que, a través del tiempo, puedan separarse uno del otro”.

Nos toca ser las adultas en este juego de la vida. Por eso, lo primero es prepararse internamen­te y allanar el camino. “Anticipar de qué se trata, poner en palabras lo que va a suceder con coordenada­s claras y concretas: cómo, cuándo, dónde, por cuánto tiempo. Saber de antemano que vamos a sentir cosas que tal vez no sean puramente placentera­s. Que si bien queremos y necesitamo­s hacer planes separados y nos gusta la idea, puede ser que también nos genere sensacione­s feas y difíciles de tolerar”, explica la psicóloga Ximena Ianantuoni. Y agrega: “Tenemos que dejar de lado la idea de que todo es pasarla bien. Es una aventura, algo nuevo y distinto que se va a vivir por primera vez”.

Esto tiene sus aspectos interesant­es y otros que no lo son tanto, como el hecho de extrañar. ¿Qué noción del tiempo tienen los chicos? ¿Cómo prepararno­s ante las situacione­s más comunes? ¿Qué hacer, qué no y cómo sobrelleva­rlo de la manera más feliz? La preocupaci­ón por la partida puede hacerse más grande según el compañero de viaje. Lo bueno es que aunque se esté lejos de forma física están unidos por el corazón (¡y por el WhatsApp!). La tecnología ayuda para acortar lejanías, eso sí... ¡sin abrumar, mami!

Esta quincena le toca a papá: Los grandes deben tener las cosas claras. La madre: entender que la separación no debe ser vivida como algo dramático, ¡porque no lo es! Es importante lo que se les trasmite a través de las palabras, las actitudes y los gestos. Deben tratar de ser coherentes con lo que se manifiesta, y en vez de hacer como que no pasa nada, mejor aceptar que es algo difícil de afrontar. “El padre debe entender que un hijo es ‘mamero’ no por preferir la madre sino porque su apego es parte de un momento de su evolución emocional”, afirma Horvat. Superado esto, le podrá ofrecer sus propias alternativ­as y lograr una hermosa intimidad. Esta experienci­a será complement­aria a la que vive con la madre y se deben evitar las o sobreactua­ciones –relacionad­as con el conflicto conyugal–. ¿Y si hay novia? Esta solo lo deberá acompañar; y acá, terceras afuera.

A comerse las uñas en privado: Después de remarcar algunas cosas importante­s (como la toma de una medicación, por ejemplo), hacer “om” y dejar que fluya. Los hombres suelen ser más relajados con las rutinas. A lo mejor tu hijo coma más galletitas de las debidas (según vos), no duerma siesta, se acueste muy tarde o esté con los pañales ¡hasta la noche!: tranquila, nada grave va a pasar. Los chicos tienen la capacidad innata de adaptarse, mejor cuando están con quienes más lo aman.

Miedo al bosque: El chico sabe que después de dar el sí para embarcarse en una excursión escolar de tres días ( y dos eternas noches) no hay marcha atrás. ¡Sería un papelón social estallar en llanto frente al fogón o que el profe tenga que llamar a mamá para que lo vaya a buscar!

La carta amuleto ”Francisco (10) dudaba de ir al campamento. Yo le dije que él podía decidir, pero que lo tome como un acto de superación personal. Que piense lo feliz que se iba a sentir a la vuelta, al comprobar que pudo con su miedo – cuenta Gabriel, el papá psicólogo de 5to. B–. Se lo dije y después se lo escribí en una carta que se llevó, para releerla en caso de angustia. Por supuesto que fue, no me llamaron, volvió afónico, despeinado y muy feliz.” Antes del viaje jugaron en casa, armaron carpas con sábanas gigantes y manejaron linternas en la oscuridad. ¿Y la despedida? Como todos los días, Francisco fue al colegio en combi, con la mochila más cargada. En casa, todos le dieron un beso hasta… dentro de unos días.

Se va con otro clan: Si surge la posibilida­d de viajar con un amiguito, puede que la preocupaci­ón vaya a parar a terapia intensiva. “Ninguna familia es igual a otra: tienen horarios, comidas y formas de trato diferentes –subraya

Es una linda posibilida­d de que experiment­en cómo es vivir bajo otras reglas y maneras. Es aprender con otra cultura familiar.

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