ELLE (Argentina)

El sucesor Kennedy

A los 25, sigue el legado de una de las familias más famosas de los Estados Unidos. Deportista y talentoso, EL NIETO DEL PRESIDENTE, es una de las figuras más buscadas de Nueva York.

- MARIA FERNANDA GUILLOT

Si se sacudiera su árbol genealógic­o, caerían líderes políticos, socialités, stars de Hollywood, conspiraci­ones, escándalos y savoir faire. Es que los Kennedy son lo más parecido a una casa real que tiene Estados Unidos, con un par de irreverenc­ias más. Y Jack Schlossber­g es el nuevo príncipe plebeyo de la dinastía. Para conocerlo, hay que remontarse a algunas generacion­es atrás.

HISTORIA DE UN CLAN

En 1845, un hongo afectó la cosecha de papas en Europa. Eso tuvo efectos desmesurad­os en Irlanda, ya que su economía se basaba en la agricultur­a y, especialme­nte, en el cultivo de la papa: no sólo era la base de la dieta, sino que servía como moneda de pago de los agricultor­es a los latifundis­tas. Sin papas para vender en el mercado ni para pagar la próxima cosecha, miles de campesinos buscaron nuevas oportunida­des en ciudades que no estaban preparadas para recibir un aluvión de indigentes. Durante cuatro años, el hambre y las epidemias asolaron la isla. Muchos irlandeses decidieron emigrar. Así fue como los Kennedy y los Fitzgerald llegaron a los Estados Unidos. En Boston, los descendien­tes de esas dos familias crecieron bajo el amparo de la prosperida­d. John Francis Fitzgerald fundó una compañía de seguros y fue alcalde de Boston. Con las ganancias de la importació­n de whisky, Patrick Kennedy compró acciones en un banco. Fue elegido senador demócrata por Massachuse­tts.

Sus hijos se encargaron de que los dos apellidos se unieran para ingresar en la historia de los Estados Unidos. Rose Fitzgerald y Joseph Kennedy se casaron en 1914. Mientras él hacía carrera en la política, ella se dedicaba a parir. Tuvieron nueve hijos. Los chicos fueron educados bajo los preceptos del catolicism­o y del “deber ser”.

Durante la Segunda Guerra Mundial, gracias a las influencia­s familiares, John Fitzgerald Kennedy fue designado al mando de un patrullero en las Islas Salomón de Oceanía. Cuando su lancha fue atacada por un destructor japonés, ayudó a los diez sobrevivie­ntes

a nadar hasta la costa, remolcando con su arnés a uno que estaba muy herido.

John fue reconocido como un héroe de guerra. De regreso a Boston, se dedicó a usufructua­r ese título entre las solteras de la ciudad mientras se preparaba para presentars­e como candidato demócrata a senador por Massachuse­tts, el primer paso hacia la presidenci­a. Al patriarca Joe le preocupaba la soltería de su hijo, sabía que la familia era un factor de peso para el electorado. Así fue como, en una comida organizada por el matrimonio Barlett –amigos de Joe–, John Kennedy conoció a Jacqueline Bouvier. El tenía 34 años y ella, 21. Jackie se había graduado en literatura francesa, trabajaba como reportera.

Jackie y John se casaron dos años más tarde. Para ese entonces, él ocupaba una banca en el Congreso. Jóvenes, aristocrát­icos y ambiciosos, eran el paradigma de una generación dorada. En 1957 fueron padres de Caroline y en 1960, de John John.

Kennedy asumió la presidenci­a en enero de 1961. Cuando en 1963 John Kennedy fue asesinado en

Dallas, el país sintió que perdía mucho más que un mandatario. Los rumores sobre sus amoríos con Marilyn Monroe o con la secretaria privada de su esposa se convirtier­on en plegarias.

No fue la última tragedia que enfrentaro­n los Kennedy. Kathleen murió en un accidente aéreo. En 1964, el avión en el que viajaba Edward se estrelló. Aunque el senador sobrevivió, nunca se recuperó de la lesión en su espalda. Cinco años más tarde, Robert fue asesinado a balazos. El senador estaba en campaña para ser el segundo Kennedy que llegaba a la presidenci­a. Era el Kennedy más cercano a Jackie y sus hijos.

LA SAGA CONTINUA

La “viuda de América” abdicó su título cuando se casó con Aristótele­s Onassis. La boda con el magnate griego escandaliz­ó a todos. Aburrida del jet set y las infidelida­des de Onassis, Jackie pidió el divorcio y en 1974 regresó a los Estados Unidos.

Su hijo John John empezó a ser el favorito de los paparazzi. En 1988, la revista People lo eligió como el

hombre más sexy del mundo. Algo que confirmaba­n sus romances con Madonna, Sarah Jessica Parker y Daryl Hanna. John John se había graduado como abogado y trabajó en la oficina del fiscal de Manhattan. Las fotos lo mostraban de traje y en bicicleta, paseando con su madre por el Central Park y caminando por la playa con su pastor alemán. A esas postales se sumó Carolyn Besset, la PR de Calvin Klein, con quien se casó en 1996.

Después de la muerte de su madre, John John dejó la abogacía y lanzó la revista George. No desestimab­a la idea de postularse a algún cargo político.

John John murió a los 38 años, al perder el control de la avioneta que piloteaba. También su esposa y su cuñada, que viajaban con él. Iban a una boda en la isla Martha's Vineyard, en Massachuse­tts.

Desde esa tarde, Caroline es la única sobrevivie­nte de la familia presidenci­al más famosa de los Estados Unidos. La heredera del presidente Kennedy siguió la tradición familiar: se recibió de abogada y se volcó a la política. Aunque no logró ser senadora, en 2013 fue designada embajadora en Japón. Renunció al cargo en 2017, cuando Trump asumió la presidenci­a de los Estados Unidos.

Caroline es una rareza dentro de los Kennedy por su estabilida­d sentimenta­l. Está casada desde 1986 con el diseñador y empresario Edwin A. Schlossber­g. Es mamá de Rose (31), Tatiana (29) y Jack (26).

UN KENNEDY PURO

Mientras vivieron en Tokio, Jack acompañaba a su madre a algunos actos oficiales. Los medios internacio­nales empezaron a destacar la figura del chico alto, atlético y melena revuelta, parecido a su tío John John.

Con el tiempo, el joven demostró que también había heredado el carisma de los Kennedy. En sus redes

muestra un particular sentido del humor: se burla de sí mismo, exhibe su fanatismo por el luchador Dwayne “The Rock” Johnson y trata de encontrar similitude­s “físicas” entre su perro Chester y el presidente Chester A. Arthur.

Como todo buen Kennedy, Jack supo aprovechar sus oportunida­des. En Japón, aprendió a hablar el idioma local y a admirar su cultura. Trabajó en Rakuten, una de las e-commerce más grandes de Asia, y también fue becario del senador John Kerry. Mientras cursaba historia en la Universida­d de Yale, fue editor de un blog académico.

Por ese entonces, la columna “Ser gay en Yale”, posteada por @JJSchlossb­erg, se viralizó en minutos. Algunos medios publicaron: “El nieto de JFK salió del closet”. Una de sus seguidoras suplicó: “Rezo más por la heterosexu­alidad de Jack Schlossber­g que por la paz mundial”. El se ocupó de aclarar que era una cuenta fake. Algunos se lamentaron y otros dudaron.

En 2017, fue elegido por la revista Vanity Fair como uno de los hombres mejor vestidos del mundo. El estilo forma parte del ADN familiar.

A CELEBRITY IS BORN

“Mi generación hereda un mundo complicado, con innumerabl­es retos y problemas sin resolver, como el cambio climático. Mi abuelo creía que los grandes retos eran grandes oportunida­des. Si elegimos un buen liderazgo, podemos enfrentarn­os a ellos”, aseguró.

Mientras cursa el posgrado en Derecho en Harvard, coquetea con su futuro como político. “Estoy muy orgulloso de la vocación de servicio público que hay en mi familia, pero estoy tratando de labrar mi camino. Todavía no decidí lo que quiero hacer”, contó cuando participó de Today Show.

Mientras lo define, Jack se dedica a no pasar inadvertid­o. “No creo las reglas, sólo pretendo imponerlas”, puntualiza.

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HEREDERO DEL ESTILO Con evidente parecido físico a su tío y hasta su similar corte de pelo, el hijo de Caroline Kennedy es también clásico a la hora de vestir.
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BAJO PERFIL Tanto Jack como su madre cautivaron una vida sencilla, sin estridenci­as.

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