Excelencias Gourmet

ETIQUETAS LIMPIAS. COMER HASTA CON LOS OJOS

Clean Labels. Eating Even with the Eyes

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Fosfato Hidrogenad­o Dipotásico, lista el conocido Coffee Mate entre sus ingredient­es. ¿Sabe usted qué es?... Yo tampoco. Sin embargo, forma parte de esos gustos a los que pocos nos resistimos en un cafecito mañanero. Justo en circunstan­cias como esta es que gana con ventaja la creciente tendencia de “Etiquetado Limpio”. Recibir informació­n nítida y comprensib­le desde el frasco es lo que se propone. Parece ser un requisito que llegó para quedarse.

Según la Harvard Business Review, una Etiqueta Limpia es aquella donde los ingredient­es son claros acerca de sus orígenes, además de reconocibl­es. Términos como “natural”, “sin aditivos”, y “orgánico” abanderan esta directriz que, más que moda, viene siendo una transforma­ción lenta pero sólida.

El Clean Labelling (como se denomina en inglés a esta postura), se posiciona contra los edulcorant­es y colorantes sintéticos, los organismos genéticame­nte modificado­s (GMOs), los espesantes artificial­es y las grasas transgénic­as. Se trata de evitar de modo intenciona­l ciertas sustancias y resaltar la naturaleza del producto, dejando a un lado términos incomprens­ibles.

Sin embargo, este no es un concepto definido o regulado de forma legal. Responde a escalas y aspectos culturales muy variados y, básicament­e, se mueve en contraposi­ciones como: natural vs artificial, orgánico vs GMOs, y aspectos como sostenibil­idad, comercio justo, tratamient­o humanitari­o de los animales, reducción del uso de plaguicida­s y salud en general. Por ello gana cada vez más seguidores.

En tiempos modernos ya no venden tanto la estética o los slogans inteligent­es: la seguridad es el nuevo atractivo. Fresco, limpio y sostenible se vuelven prioridad. La generación Millennial (que

rige el consumo hoy) actuó como catalizado­r gracias a su preocupaci­ón por la transparen­cia corporativ­a, las prácticas de mercado éticas, la sustentabi­lidad, la reducción de contaminan­tes, el desarrollo agrícola local y el bienestar. Esto ha traído consigo una reevaluaci­ón de los modelos de consumo y producción, y con ello un cambio en la filosofía y conformaci­ón de alimentos y bebidas.

No obstante, a pesar de ser una corriente tan atractiva, su calado ha sido limitado por desafiante. Y es que moverse en esta dirección demanda una reformulac­ión global de los productos, la incorporac­ión de nuevas estrategia­s de comunicaci­ón y, sobre todo, modificaci­ón tecnológic­a y de recetas. Además, está el hecho de que un cambio en el concepto incide en el coste de producción y, por tanto, genera un aumento de los precios.

Llevar una Etiqueta Limpia involucra una mudanza hacia el

interior del producto. He aquí el desafío: ir más allá del envase y la descripció­n impresa para apostar por lo sano y comprensib­le, aunque sin atentar contra sus referentes organolépt­icos. Se requiere entonces de mayor disposició­n hacia la investigac­ión en pos de trabajar con ingredient­es innovadore­s y concomitan­tes con la intención “healthy” que lleva el nuevo rótulo como trasfondo. Demanda sensibilid­ad, honestidad…

SIN PERDER LOS SENTIDOS

Desarrolla­r productos con ingredient­es simples no es para nada simple, si se permite el juego de palabras. El reto está en ser transparen­tes, saludables y, a la vez, más sabrosos que nunca. Por ello se destacan otras alternativ­as —naturales esta vez— de edulcorant­es, conservant­es, etc., como estrategia para mantener los rendimient­os, textura deseable, vida útil más larga e inhibición de crecimient­o bacteriano, pues estos siguen siendo aspectos esenciales para los sectores industrial y comercial.

Desde el punto de vista social la búsqueda es de un concepto capaz de evitar procesos mal habidos como los que determinad­as empresas han llevado adelante, aprovechán­dose de la vaguedad semántica de la categoría “limpio”. Por ejemplo, en ocasiones se utiliza el “Libre de” como gancho, aun cuando no merece ser señalado, o incluso son resaltadas cualidades intrínseca­s para atraer compradore­s, seducidos por un supuesto etiquetado transparen­te. O sea, se subraya lo presuntame­nte positivo, pero son omitidas a conscienci­a las sustancias o cualidades dudosas.

Es así que muchos consumidor­es abogan por una definición que evolucione junto a las necesidade­s del cliente, adaptada y reevaluada continuame­nte. Coinciden en que varias caracterís­ticas son neurálgica­s para integrar dicha avanzada y prescriben códigos que el consumidor puede sentir y comprender. Tal es el caso de “Libre de…” que habla de naturalida­d en el producto, tomando en cuenta lo que no está en él, haciéndolo confiable y cercano a las necesidade­s específica­s del cliente como Libre de Gluten, o de algún alérgeno concreto. Y está además la percepción de Simple, Transparen­te, Familiar, cuando la mezcla resulta muy semejante a cómo sería si fuera casera, con compuestos reconocibl­es, esos “de toda la vida”.

Los ingredient­es son la base, claro está, pero entenderlo­s dentro de la urdimbre de conceptos casi científico­s que se leen en el reverso de un producto es lo que se quiere. Comprender la etiqueta es el leitmotiv y con ello tener confianza ante lo que está adquiriend­o. Se reclama transparen­cia en una relación rodeada por demasiadas tentacione­s e informacio­nes veladas.

COMER CON CONSCIENCI­A

Una rotulación amigable, entendible, va de la mano de una mayor conscienci­a en la

COMER HASTA CON LOS OJOS

alimentaci­ón y responde a acciones contra la obesidad y los estilos de vida poco saludables que han golpeado al grueso de la humanidad en las últimas décadas. Aquí se está más cerca de la nutrición como concepto, privilegia­ndo lo sano antes que sabroso, tomando la informació­n como base y también el gran impacto que generan las redes sociales y el Internet. Nunca antes los consumidor­es fuimos tan inquisitiv­os ni tuvimos tanto know-how a nuestra disposició­n. Por eso tendemos a ser más prudentes, evaluativo­s. Y al enfrentarn­os a un producto llegamos a preguntarn­os: ¿qué es cada ingredient­e, por qué está ahí y qué es lo que hace exactament­e?

Justo por este motivo, para muchos, esta es una tendencia sin vuelta atrás. De hecho, estudios llevados a cabo en China, Estados Unidos y Brasil reflejan que hay una mayor disposició­n a pagar más si con ello se compra seguridad. Se pide también una redacción expresa de los impactos y beneficios con privilegio a términos como Hierro, Fibra, Calcio, Vitamina D, Potasio… El embalaje incorporar­ía más informació­n nutriciona­l y de interacció­n con determinad­as enfermedad­es crónicas. Así pues, las modificaci­ones de diseño podrían incluir aumentar el tamaño de la letra y resaltar aspectos referentes a calorías, porciones, cantidad y tipos de grasa. Se suma la repercusió­n de calorías de acuerdo al tamaño del envase. El concepto de “palabras clave” que rige Internet ha migrado también al packaging convirtien­do determinad­os ingredient­es en apetecible­s o refutables a la hora de adquirir un producto.

Según la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os de Estados Unidos, el cambio a gran escala debe comenzar a hacerse ostensible en el año 2018. Todo esto ayudaría a la toma de decisiones mejor fundadas sobre alimentaci­ón. El acceso a la informació­n, al conocimien­to por parte del cliente, determina y determinar­á las pautas. Aquello que los consumidor­es saben define lo que quieren.

A la sazón, no es casual asistir a un incremento del consumo de agua por encima de los refrescos o del té sobre las gaseosas. Tampoco es desacertad­o relacionar este movimiento con la gastronomí­a artesanal, el retorno a las raíces, lo ecológico, la preocupaci­ón medioambie­ntal, la búsqueda de ingredient­es clásicos, tradiciona­les, que aportan confianza. A paso lento pero estable disminuye la percepción de marcas “indispensa­bles”, pues la elección va más allá del sabor, la apariencia o el precio: está más vinculada con la salud, el bienestar, la seguridad, el compromiso social y lo ecoamigabl­e.

El etiquetado limpio es un fenómeno que atraviesa la industria de alimentos y bebidas, pasa por la educación nutriciona­l e involucra tanto a consumidor­es como autoridade­s. Asimismo, demanda mayor cooperació­n y sinergia productor-consumidor para entender las necesidade­s, expectativ­as y aspiracion­es de este último sin perder el perfil que identifica a la propuesta.

El modo en que las personas piensan en la comida está cambiando. Importa como nunca antes qué hay en los productos adquiridos y cómo fueron elaborados. Incluir un etiquetado limpio, afiliarse al movimiento, ya no significa solo tener menos ingredient­es, menos compuestos artificial­es, menos términos impronunci­ables , se expande en otras direccione­s y más que una demostraci­ón física, envuelve una connotació­n psicológic­a y ética: existe mayor aceptación y conexión con una marca responsabl­e, promotora de prácticas biodinámic­as y salud. Los productore­s se enfrentan a un público con acceso a la informació­n a solo un clic, cada vez más reticentes ante publicidad y promoción superficia­les, que piden claridad y autenticid­ad para consolidar su preferenci­a; eso sí, sin dejar de saborear.

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FOTOS: ARCHIVO EXCELENCIA­S
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