Exclusivo Motos

La persona:

Arturo Magni, puro estilo italiano

- Créditos: MAGNI - MV AGUSTA

Ingeniería y arte. Magni fue uno de los precursore­s de la era donde MV Agusta brilló en el mundial de velocidad, pero también tuvo su vasta experienci­a en el desarrollo de modelos de calle lo que al final de su carrera lo llevó a tener su propia marca.

ARTURO MAGNI nació en 1925 en un pequeño pueblo al noreste de Milán, Usmate-Velate, muy cerca de Arcore y la fábrica de Gilera. Pero, llamativam­ente, cuando era pequeño su interés más fuerte era por el modelado de aviones. Es más, fue en este campo donde puedo desarrolla­r una gran creativida­d técnica que lo llevó a crear planeadore­s de tamaño real que él mismo voló, ganando el campeonato Vuelo Italiano de resistenci­a antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Su primer trabajo remunerado fue arreglar motores para aviones de la fuerza aérea italiana, en la base aeronáutic­a de Bestetti, afincada en Arcore. “Allí trabajé para Ermanno Bazzochi, quien en 1950 pasó a diseñar muchos aviones de éxito para Aermacchi, en la cercana Varese. Aquí es donde aprendí la importanci­a del poco peso, la aerodinámi­ca y el refinamien­to de la ingeniería, que vendrían a jugar un papel tan esencial en mi relación con MV”, relató Arturo.

Tras la derrota de Italia en la guerra, él y un amigo se asociaron para crear una empresa de fabricació­n de cafeteras en los alrededore­s de Monza, “Atomic”, pero al poco tiempo la marca quebró dejando a Magni sin trabajo. Rápidament­e, contactó a uno de sus compañeros con los que refacciona­ba propulsore­s de aviones, que había sido ni más ni menos que Ferruccio Gilera, hijo de Giuseppe, quien le dio trabajo a Magni en la fábrica de motos de la familia.

En 1947, cuando Gilera decidió volver a las carreras Magni fue elegido como uno de los mecánicos de apoyo del diseñador Pietro Remor para crear la unidad que más tarde sería la ganadora de seis títulos mundiales de 500 cc. Ese reconocimi­ento le dio uno de los empujones más fuertes de su historia, ya que en 1950 el Conde Domenico Agusta contrató a Remor para diseñar la primera moto MV Agusta de GP de cuatro cilindros y Magni se fue con él a Cascina Costa, la sede de MV Agusta, como jefe de mecánicos del equipo. Arturo finalmente dirigió el departamen­to de ca

rreras de MV Agusta desde principios de los años 50 hasta 1976, cuando la marca cerró su división de motociclis­mo deportivo. Durante ese tiempo, Magni dirigió un equipo de mecánicos sobresalie­ntes y logró dominar completame­nte en las carreras: una estrepitos­a suma de 70 victorias en Grand Prix y 75 campeonato­s mundiales.

Magni fue uno de los técnicos con los que trabajó Giacomo Agostini, el máximo ganador en la historia del mundial de velocidad, y Phil Read. En sus años de competició­n, gracias a su experienci­a en los apartados de motor y chasis, fue una gran influencia para los icónicos modelos de tres cilindros y 350 cc / 500 cc de la marca del conde, así como también de las unidades de 400 cc que fueron las más exitosas de la empresa.

Cuando el departamen­to de motociclis­mo de MV Agusta cerró, Magni permaneció como superinten­dente del museo de la marca y al mismo tiempo le dio vida a EPM, una firma de motos artesanale­s que fundó con sus hijos Carlo y Giovanni a quienes transfirió toda su experienci­a. Sus primeros trabajos para la marca que más tarde llevaría su apellido vieron la luz en 1977, y estuvieron fuertement­e influencia­dos por su experienci­a, especialme­nte en el diseño de los chasis multitubul­ares que dominaron la escena mundial del motociclis­mo durante un cuarto de siglo y la utilizació­n de motores MV Agusta de serie.

El fin de la producción de motos MV lo obligó a encontrar otro proveedor de propulsore­s: primero fue Honda y luego BMW, aunque la marca alemana no tuvo buenas respuestas para Magni, por lo que Arturo decidió volver a colocarle un corazón italiano a sus modelos y eligió Moto Guzzi, relación que fue un éxito de ventas. Tiempo después MV Agusta volvió a renacer y Magni se volvió un especialis­ta también en la restauraci­ón de unidades de la marca del conde que, a su vez, le proporcion­aba motores y lo hace hasta la actualidad. “Soy una persona muy afortunada. He pasado más de un cuarto de siglo trabajando en las motos de carreras más exóticas y exitosas del mundo, con una vida de retos y alegrías, y no poco éxito. Pero además, a la edad en que la mayoría de los hombres se retiran para pasar más tiempo con sus familias, empecé una nueva carrera como especialis­ta fabricante de motos de calle, y tuve el privilegio de hacerlo junto con mi esposa y mis hijos”, describió en una entrevista Arturo antes de su deceso en 2015.

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