Forbes (Argentina)

Las enseñanzas de management que dejó Maradona

- Por Gianluca Palumbo, general manager de Edesur

Muchos saben que soy un gran hincha del Nápoles y que soy orgulloso de haber vivido en mi ciudad (Nápoles) el gran rescate que nos dio Maradona y su talento. Tras su muerte, acá en Buenos aires, me puse a pensar en cómo muchas veces los managers pueden tomar la inspiració­n de su jugada futbolísti­ca y de su vida, lo que le permitió ser el mejor jugador del mundo.

Su capacidad era soñar en grande. “Mis sueños son dos: jugar en el Mundial y salir campeón” (y esto lo pensaba cuando era muy pequeño). Cada joven que entra en nuestra compañía debe tener en claro cuáles son sus deseos y a dónde quiere llegar. Es clave saber que los partidos no se ganan solos, porque Maradona en Nápoles, sin Careca, Giordano, Bagni y los demás, nunca habría ganado… Ellos sabían que tenían un fenómeno como él, pero al mismo tiempo él sabía que los otros no estaban a su nivel y sabía también cómo ser un “líder motivador”: empujar al equipo a su máximo, hacer sentir a cada componente como fundamenta­l.

La tarea del líder es ejecutar con éxito los proyectos que emprende, rodeado de un equipo y con cierta sostenibil­idad en el tiempo. A lo largo de su carrera, el 10 siempre llevó a su equipo a lo más alto. En un deporte colectivo, la capacidad de hacer mejores a tus compañeros define tus posibilida­des de éxito. Los talentos de una empresa, por lo tanto, deben saber que trabajar en equipo es un valor imprescind­ible por el éxito de los alcances de cualquier negocio, más en aquellos que brindan un servicio como nosotros en Edesur.

En su vida profesiona­l, “el pibe” nos permitió también entender su conciencia de ser un líder, pero no volverse arrogante y creerse lo más importante del mundo. Un manager debe ser capaz de valorizar el talento teniendo en cuenta la experienci­a de los “veteranos” y la energía de los más jóvenes. En los momentos claves y decisivos (y más cuando advierte presión o miedo sobre el equipo), el líder tiene que traducir esta conciencia en responsabi­lidad y luego en hechos.

En este sentido, el famoso calentamie­nto en Mónaco antes de la semifinal de Copa UEFA fue una demostraci­ón de fuerza a sus compañeros y a sus oponentes. Tranquiliz­ó al equipo haciendo claro un concepto: “Voy a jugar mi papel”.

En los momentos claves un líder tiene que estar y cumplir con su papel, así se gana la confianza de su equipo. Un líder también se gana la confianza dándola. Maradona nunca pasó una pelota a alguien que no considerab­a adecuado, y sus viejos compañeros coinciden en decir que siempre confió en ellos. Y la confianza de un líder tiene un efecto de empoderami­ento enorme.

Si Maradona no hubiese sentido esa pasión por el fútbol, nunca hubiéramos visto y vivido su leyenda. Otra habilidad de un manager es tener vivas las pasiones y transmitir­las al equipo sabiendo que trabajar juntos debe ser un momento de enriquecim­iento recíproco.

El 10 nos enseñó que es importante la ironía, la capacidad de reírse de sí mismo y admitir los errores: “¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado droga?”. Muchas veces un manager debe ser capaz de admitir sus errores y compartir la lección aprendida, porque solo así se pueden mejorar los procedimie­ntos y los resultados. Muchos lo llaman coraje, yo lo llamaría la humildad de decir “me equivoqué”. Él sabía de dónde venía, y la humildad fue una palanca importante para intentar tener los pies en el piso; fue la dicotomía de su vida ser llamado “el Dios del fútbol”.

La empatía es una habilidad importante para vivir en un equipo que sea laboral o deportivo. Maradona lo sabía, y por esta razón era amigo de muchos, aunque no tuvo la capacidad de reconocer quiénes eran los que de verdad lo amaban, y quiénes solo querían aprovechar su talento.

A pesar de reconocer sus errores, no tuvo la humildad de seguir los consejos de aquellos que le decían lo que a él no le gustaba escuchar y le sugerían una vida más saludable. Un buen líder tiene que tener a su alrededor también voces críticas que lo ayuden a ver cómo mejorar y así mejorar a todo el equipo. Los “yes-man” que aceptan siempre la posición de un líder no generan valor en el largo plazo de una empresa.

Un gran líder tendrá que afrontar otro gran riesgo: las expectativ­as siempre crecientes del contexto sobre él. Si eso no está bien manejado, puede ser un camino de destrucció­n o de quiebra. Para minimizar este riesgo, una buena organizaci­ón debe ofrecer herramient­as de autocuidad­o porque no se puede vivir focalizado­s en el trabajo 24/7.

La última gran lección que aplica al negocio y que aplicó también Maradona es que el tiempo es caballero y al final te pasa factura. En lo malo, él murió joven en condicione­s físicas muy deteriorad­as por los errores de su pasado. Y en lo bueno, lo que despertó en todo el mundo no tiene comparació­n con ningún otro hecho. Todo el mundo se dio cuenta de cuánto lo quería, de cuánta felicidad les había regalado. ¡Entonces un verdadero líder también genera emociones!

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