Forbes (Argentina)

“Hay un gobierno con distintas miradas sobre el agro”

Daniel Pelegrina, presidente de la Sociedad Rural Argentina, asegura que con el Gobierno “hubo diálogo pero sin resultados”. Plantea la necesidad de “reconstrui­r confianza sobre la base de hechos”, pero a la vez alerta por la sombra de la Resolución 125.

- POR IGNACIO ORTIZ | FOTOS: TÉLAM

Si todos pensaban

que 2020 había sido difícil, el campo anticipa que 2021 no le irá muy a la zaga a partir de las señales que advierte de la coalición de gobierno. Y, si faltaban ingredient­es para las suspicacia­s, la soja por encima de los US$ 500 no hace más que recordar al 2008 cuando, en los mismos valores de cotización internacio­nal, se produjo el más explícito de los enfrentami­entos tras la polémica y fallida Resolución 125.

Daniel Pelegrina, el presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), a poco de andar el año ya lleva a cuestas –con las otras entidades del agro– un cese de comerciali­zación de granos de 72 horas en respuesta a la suspensión del registro de exportacio­nes de maíz. “Es una manera de visualizar un disgusto del campo no solo por este tema que rebalsó el vaso tras una serie de cuestiones vividas en 2020, sino por lo que viene”, explica este mendocino, padre de seis hijos, ingeniero agrónomo de la UBA y productor del noreste de la provincia de Buenos Aires.

Para Pelegrina, “la Argentina tiene, de muchos gobiernos y años atrás, un arrastre de problemas sin solucionar vinculados con la macroecono­mía y un desorden en temas como la falta de moneda, la falta de orden fiscal, un Estado que se entromete cada vez más en la vida privada y fue engordando sin generar prestacion­es o servicios más eficientes y modernos en todos los niveles”.

“La falta de infraestru­ctura, de integració­n al mundo, de competitiv­idad de la economía, más allá de este proceso de degradació­n con la pérdida de ciertos valores en los que se sostiene el ser nacional por la cultura del trabajo, el respeto a las leyes, el esfuerzo como motor del desarrollo… Frente a esos problemas viejos el balance es que no avanzamos nada, al contrario: seguimos retrocedie­ndo”, enfatiza en diálogo con Forbes Argentina.

¿Qué tan lejos o tan cerca se manifestó este gobierno de ese pensamient­o del campo ?

Hubo episodios graves contra estos valores, y lo de Vicentin fue un doble mensaje negativo de intromisió­n de un poder sobre otro y la Constituci­ón, en contra de la propiedad privada. De la misma manera, el año pasado se sumaron los problemas nuevos producto de la cuarentena y un abordaje del que todavía estamos viendo las consecuenc­ias, pese a que el sector pudo seguir produciend­o y exportando. Vino un gobierno nuevo sabiendo que era una coalición con distintas miradas sobre la economía, y la economía del agro en particular, y a partir de eso se entabló un diálogo con la línea más coherente que ve al campo como una oportunida­d. Pero lo que viene sucediendo es que fue primando el ala de la coalición del gobierno que se enemistó con el campo en el pasado, que tiene una visión mucho más intervenci­onista y estatal y que lo ve como una fuente de obtención de recursos. Entonces, entendemos que va a ser un año difícil, que va a desnudar las consecuenc­ias de esta cuarentena tan estricta que generó tantas crisis en pymes y en muchos sectores de la economía que no se manifestar­on plenamente, y con elecciones de por medio, que hacen que el corto plazo se devore al largo plazo. El Presidente le demandó al sector más solidarida­d, asegurar el abastecimi­ento y defender los precios de la mesa de los argentinos. ¿Cuál es el mensaje que perciben con esas palabras?

El camino para abastecer a los argentinos es producir más y hacerlo con mucha eficiencia como la que tiene el sector. Agrandar la torta. Ahora, si uno cree en la economía de mercado y los vasos que comunican al mundo, lo normal es que los precios tiendan hacia los valores internacio­nales, pero el problema no tiene que ver con los precios sino con los ingresos de los argentinos. Lo que se deteriora producto de los problemas viejos, de no tener moneda y la inflación, es el ingreso de los argentinos, y ahí es donde se descoloca la situación, además del estancamie­nto económico del que venimos desde hace muchos años. Demuestran un error de concepción y hay que entender que el mundo se desarrolló con una economía abierta que implica exportar y también importar.

Claramente, porque vemos las ideas que quieren repetir las historias, y la tentación es muy grande en un país que tiene serias limitacion­es de ingresos fiscales. Por supuesto, con un error enorme, se ve como una posibilida­d. Pero hay que entender por qué se dan estos precios internacio­nales que tienen que ver con un componente del valor del dólar y el problema climático. Entendamos que hay todavía por sembrar varios millones de hectáreas de soja y el rendimient­o está totalmente abierto, y por ahí están rompiendo el cántaro antes de que se llene. En aquel momento, paradojalm­ente como hoy, se daban bajísimas tasas de interés internacio­nales, y se desaprovec­hó una posibilida­d por miradas sesgadas y revanchism­os que esperemos no se repitan hoy, porque tenemos una nueva oportunida­d de aprovechar­lo a fondo para hacer lo que tenemos que hacer y a partir de ahí generar competitiv­idad en la Argentina.

¿Aquel enfrentami­ento dejó lecciones aprendidas en ambos lados que puedan servir para hoy?

Lo aprendido tiene que ver con que el conflicto respondió no solo a una cuestión económica y a una medida, sino a un proceso de limitacion­es y degradacio­nes en lo económico hacia el agro, pero también en la institucio­nalidad de la Argentina. Y hoy estamos en un momento parecido de preocupaci­ones. El aprendizaj­e es que ante estos escenarios hay que reaccionar como se reaccionó en aquel momento para salvaguard­ar no solo lo económico del agro sino con una mirada inclusiva, porque el agro puede generar un modelo de desarrollo con trabajo y arraigo y parar la migración de masas en las que luego abrevan los populismos.

Un tema recurrente es la acusación a algunos sectores del campo de retacear o demorar la liquidació­n de los dólares que el país necesita. ¿Cómo toman esa acusación?

Error de diagnóstic­o. Una acusación es falsa y errónea, porque nosotros no somos los que ingresan los dólares, vendemos nuestra producción a los exportador­es y a partir de ahí tenemos que pelearla; es nuestra rentabilid­ad con nuestros productos que se pesifican a dólar oficial, y los insumos van tendiendo a ir al dólar informal, hay una brecha doble. Por otro lado, un productor necesita evoluciona­r con una cosecha al año y con eso pagar sus impuestos, sostener a su gente y sus salarios, invertir para volver a

“FUE PRIMANDO EL ALA DE LA COALICIÓN DEL GOBIERNO QUE SE ENEMISTÓ CON EL CAMPO EN EL PASADO, QUE TIENE UNA VISIÓN MUCHO MÁS INTERVENCI­ONISTA Y E S TATA L”.

sembrar para la campaña siguiente. Con todo eso, ¿cómo se hace para conservar el valor de la inversión a futuro si la moneda más segura que conoce para la inversión futura es su grano? Si hubiera estabilida­d en la moneda e instrument­os financiero­s, segurament­e vendería su soja y calzaría con algún instrument­o financiero, aunque sea difícil de instrument­ar y a mucha gente le haya ido mal. Pero el Gobierno tiene que entender que durante todo el año el productor vende toda su cosecha, no hay ninguna retención, es una cuestión de ritmos de ventas y no hay objetivo especulati­vo.

Menciona la afectación de brecha entre los distintos tipos de dólar. ¿Cuál debería ser la política para acomodar el aspecto cambiario?

No tengo dudas de que el resultado de este problema es la falta de una economía ordenada, la falta de un Estado dimensiona­do de acuerdo con la capacidad y competitiv­idad de la economía de los privados que lo sostienen. Hoy el Estado está por encima y por eso necesita más y más, lo que deviene en la alta presión fiscal. Cuando no alcanza con eso buscan solucionar el déficit recurrente con endeudamie­nto o emisión y se genera la falta de confianza en su moneda que la Argentina ha perdido hace muchos años. Y yo le dije al Presidente cuando nos reunimos por primera vez que ante el problema de la deuda y la inflación el mejor camino es restaurar la confianza y traer el enorme colchón de dólares para ponerlo en la producción del proyecto económico. La solución está.

Hay una visión en el Gobierno de diferencia­r retencione­s de acuerdo con el mayor o menor valor agregado. ¿Es parte de la discusión de ser el granero o el supermerca­do del mundo?

Creo en las economías abiertas, y en cualquier economía que no tiene retencione­s ni derechos de exportació­n; tienen otros instrument­os distintos con devolución de impuestos, mecanismos financiero­s. Lo primero es que en la Argentina no tienen que existir los derechos de exportació­n y entonces no hablaríamo­s de diferencia­rlas. Ahora, con estas retencione­s, esta diferencia­ción no será otra cosa que la transferen­cia lisa y llana del ingreso de los productore­s al eslabón que le sigue, y es lo que está sucediendo permanente­mente. Los países, cuando necesitan desarrolla­r una industria y protegerla desde su nacimiento, toman esas medidas de ayuda dentro del marco de la OMC, y puede ser razonable, pero para industrias en la Argenti

na con décadas de desarrollo, como el crushing de soja, la más eficiente y grande del mundo, no se puede mantener esa enorme transferen­cia de ingresos. Ahora tienen que salir a competir como cualquier industria del mundo.

¿La suspensión de las exportacio­nes de maíz la tomaron como un mal remedio antiinflac­ionario?

La medida del cese comercial es una manera de visualizar un disgusto del campo que no solo viene por este tema, sino que suma avances en el Congreso con leyes como la ley de fuego, que limita el derecho de propiedad; la ley de humedales, que limita producir en muchos lugares; la ley de fitosanita­rios, que deja una enorme cantidad de superficie­s sin sembrar. Todo hace un síntoma de malestar, y esta medida rebalsa el vaso. La primera señal es muy negativa hacia el mundo y los mercados internacio­nales, porque perdemos la confianza como proveedore­s, y al futuro de las inversione­s para la campaña que viene, porque el productor siempre se va a lo que le demanda una inversión más chica. Y además es una transferen­cia al feedlotero, el pollero, el huevero, el que hace etanol, todos los que usan el maíz como producto primario, pero al pensar que todos ellos van a bajar sus precios se confunden. No podemos vivir transfirie­ndo recursos y eficiencia de un sector al otro.

¿Entonces esto es parte de una puja distributi­va?

La Argentina necesita urgente resolver los problemas viejos en una concertaci­ón que mire por encima de los intereses de la política. Un gran acuerdo general de todos los actores de la economía de la política como madre de los problemas, que transforme una política pública que marque un rumbo por 20 años. Pero ese acuerdo se construye en base a confianza, y este tipo de medidas van en contra de todo esto. Armar estructura­s pero vacías no sirve de nada. Generar capital social tiene que tener como base la confianza y una mirada de largo plazo, sin mezquindad­es, que trascienda los gobiernos, y en los que todos tienen que poner, incluso el Estado.

¿Aún existe esa confianza con el Gobierno?

Los miembros de la comisión de enlace fuimos con el programa de los 14 puntos y las políticas que necesita el agro para desarrolla­rse cuando el Presidente era candidato. Luego nos reunimos un par de veces y de lo que hablamos fue exactament­e de lo contrario de lo que se está haciendo ahora. Entonces no se generó confianza, aunque hubo diálogo pero sin resultados, y hay que reconstrui­rla sobre la base de hechos.

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