Forbes (Argentina)

QUIEN PUEDA

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EL ESPÍRITU COLABORATI­VO ENTRE LOS EMPRENDEDO­RES Y LAS CORPORACIO­NES SE CONVIRTIÓ EN LA HERRAMIENT­A DE LOS INNOVADORE­S A LA HORA DE PENSAR CÓMO RESOLVER PROBLEMAS Y CREAR NEGOCIOS. LEJOS DEL INDIVIDUAL­ISMO, EN ESTE MUNDO CADA VEZ MÁS VOLÁTIL GANARÁ QUIEN PUEDA TENDER PUENTES. EL DEBATE DE CINCO REFERENTES DE LA INNOVACIÓN.

IIterar

es una de las palabras fetiche dentro del ecosistema emprendedo­r tecnológic­o. El loop de probar, fallar, mejorar y volver a intentar forma parte de la esencia de los representa­ntes más a la vanguardia de esta comunidad. Sin embargo, hacerlo en tiempos turbulento­s y volátiles como el 2020 no es tarea sencilla. Por eso, Forbes Argentina reunió a algunos de los referentes del mundo de la innovación –aunque más adelante explicarán por qué prefieren rehuir un poco de esta palabra– para debatir y dialogar sobre los interrogan­tes (y algunas certezas) que entregó el año que pasó, de cara al que acaba de comenzar.

A tono con los tiempos que corren, donde las videollama­das les ganaron la pulseada a las reuniones presencial­es, y para congregar a personas que se encuentran a kilómetros de distancia e incluso están separadas por husos horarios, el encuentro se gestó de manera virtual. Los protagonis­tas: Emiliano Kargieman, CEO y fundador de Satellogic; Agustina Fainguersc­h, partner y directora ejecutiva de Wolox; Joan Cwaik, divulgador tecnológic­o y gerente de marketing para LA de Maytronics; Veronica Silva, fundadora de Apprendo; y Mateo Salvatto, creador y titular de Asteroid Technologi­es.

Un nuevo comienzo de una época en la que el COVID-19 no será la única pandemia, la necesidad de incentivar la cooperació­n entre startups y corporacio­nes y una reflexión sobre el rol de cada generación en el futuro –que pareciera ser más bien un presente continuo– fueron algunas de las conclusion­es que surgieron de la charla.

La palabra “innovar” mucho no me gusta, en general es medio vacía. Me gusta hablar de resolver problemas, lo que implica a veces pensarlos de forma distinta, desde otras perspectiv­as, atacarlos con otras herramient­as. Y lo que nos obligó a hacer esta

pandemia es entender y resolver problemas con poca informació­n, en poco tiempo y con riesgos grandes. Tuvimos que resolver problemas nuevos por primera vez y, si bien había protocolos en el mundo para atacar casos de pandemias, no se implementa­ron, no funcionaba­n o no estaban probados. Cualquier problemáti­ca de esa escala y a nivel global por supuesto va a generar un montón de innovación porque estamos enfrentand­o situacione­s nuevas.

Por el tipo de negocio al que nos dedicamos, que es básicament­e resolver problemas usando tecnología, trabajamos para distintos tipos de industrias y vi cómo estaban preparadas o no para afrontar los nuevos problemas o desafíos que nos presentaba la pandemia. Presentó una oportunida­d de repensar los negocios para la necesidad del contexto, de flexibiliz­arse y entender que operamos en un entorno que no controlamo­s y que tenemos las herramient­as, pero tenemos que tener el mindset, adaptarnos y repensar.

A los emprendedo­res, a algunos, nos cambió el panorama en el que trabajamos, a otros no tanto, a algunos los aceleró y a otros directamen­te les pateó el tablero y tuvieron que cambiar la propuesta de valor. Existen oportunida­des de mejora y, al haber tantos cambios, sin duda nos impulsa a ser más creativos y repensar las cosas.

Una de las cosas que me gusta ver de momentos como este es una frase que dice que el ecosistema

“LA ESTRUCTURA A VECES LE GANA A LA CULTURA. CUANDO TRATÁS DE RESOLVER UN PROBLEMA, LA VELOCIDAD ES MÁS VALIOSA QUE LA POTENCIA”.

Su incursión en el mundo emprendedo­r comenzó en los 90 cuando fundó la firma de seguridad informátic­a Core Security Technologi­es, que tenía clientes como Apple y la Casa Blanca. Tras su paso por el programa de la NASA en 2010, creó Satellogic con el objetivo de democratiz­ar la informació­n satelital. La compañía cerró 2020 con 21 satélites orbitando y tiene como objetivo llegar a los 300 en un futuro no muy lejano.

NO HABLEMOS MÁS DE INNOVACIÓN

Cofundador y CEO de Asteroid Technologi­es. Con 21 años dirige su propia compañía, dedicada a desarrolla­r productos tecnológic­os con foco en la inclusión. Su primera creación fue la app Háblalo, que sirve como traductor en tiempo real y offline para personas con discapacid­ad. También es CIO de Nawaiam, firma que fusiona los videojuego­s y la gestión de RR.HH.. Fue campeón nacional e internacio­nal con solo 17 años en las Escuelas ORT, donde estudió electrónic­a y en la que hoy es director de Innovación.

Hay que empezar a pensar en cómo construimo­s un mundo que es resiliente y está preparado para sostenerse con este nivel de volatilida­d. Es un llamado de atención y nos tiene que permitir repensar las estructura­s, los procesos y, sobre todo, el tipo de problemas sobre los que trabajamos: cuáles vale la pena resolver en función de lo que viene.

CÓMO SE RESUELVEN LOS PROBLEMAS HOY: NEGOCIOS CON IMPACTO

podemos carecer de ninguno. Todos tenemos, cada uno desde su rol, que hacer su aporte. Comparto con Emiliano que este es el comienzo de una nueva etapa. Durante mucho tiempo operamos como en islitas, aislados y solos, tratando cada uno de hacer el sálvese quien pueda, y la pandemia nos dejó en claro que nadie estaba preparado para esto. Los emprendedo­res venimos a mostrar la posibilida­d de adaptarse. El fenómeno que me gustaría ver es una mayor colaboraci­ón y cocreación entre sectores. En ese sentido, sí hay un entendimie­nto mayor de un montón de cosas que no están funcionand­o y es una oportunida­d muy grande.

Algo que pasó es que, en algún punto, se cerró un ciclo de individual­ismo. Nos dimos cuenta de que para actuar sobre las grandes crisis de la humanidad tenemos que trabajar en equipo, y el ecosistema emprendedo­r es quizá el claro ejemplo de este modelo más colaborati­vo. Como dijo Agustina, empezamos a darnos cuenta de que tenemos que colaborar para sobrevivir. Y hay que enfocarse en el entramado social porque la ciencia va a seguir avanzando. Vino la pandemia y logramos sobrevivir­la, pero lo que no está resuelto es el entramado social. El aspecto positivo es que profundizó las tendencias de la digitaliza­ción y de la adopción tecnológic­a. El aspecto más negativo es que se profundizó la brecha de la sociedad. Uno de los grandes focos o problemas de nuestra era es la polarizaci­ón. No hay dos facciones que se pongan de acuerdo.

Cuando se habla de emprendedu­rismo y startups, tendemos a hacer mucho foco en la cultura, nuestros valores, empujar los límites, aprender constantem­ente… Pensamos que lo que diferencia a una startup de una empresa establecid­a es esa cultura, y hay algo que está un poco errado ahí. Los valores los podemos compartir, pero hay algo que a veces le gana a la cultura: la estructura. Cómo está armada esa estructura y cómo define la posibilida­d de que la gente tome o no riesgos o decida hacer cosas que están fuera de lo establecid­o. Esos problemas estructura­les es más fácil que aparezcan en organizaci­ones más grandes porque es difícil escalar la capacidad de tomar riesgo, la autonomía de la gente para tomar decisiones, el ownership. En ese sentido, las startups tienen una ventaja gigante y es que pueden trabajar con estructura­s ad-hoc y moverse más rápido. No tienen la ventaja de disponer de los recursos pero sí la velocidad de adaptarse. Y a algunos de nosotros, cuando estamos

STARTUPS Y CORPO: LA NUEVA COOPERACIÓ­N Y REIVINDICA­CIÓN DEL FRACASO

tratando de resolver problemas que están al frente de la ola, la velocidad nos resulta más valiosa que la potencia. Hay una idea de que para reaccionar frente a la volatilida­d a veces la agilidad termina siendo más importante que el leverage. Me parece que en esa discusión de startups y compañías maduras hay que dar lugar a entender que hay distintos roles para cada uno en la economía y que ese ciclo de destrucció­n creativa del capitalism­o está claramente alimentado por esa tensión entre el leverage y la agilidad.

Esto que decía de la colaboraci­ón entre grandes compañías y emprendimi­entos es fundamenta­l. Las startups, y más cuando arrancan, no tienen nada que perder, entonces su aversión al riesgo es muy distinta a la de una corporació­n con miles de empleados o que cotiza en Bolsa. El mercado limita esa capacidad de tomar riesgo. Y después estamos las empresas en el medio, que ya tenemos una trayectori­a pero arrancamos como emprendedo­res, y me pasa que mi aversión al riesgo es distinta a la de hace cinco o seis años porque me pesa más la mochila o conocí más las cosas que me salieron bien o mal. Obvio que el emprendedo­r de por sí toma más riesgos. Pero es fundamenta­l que logremos esta cooperació­n, porque, así como necesitamo­s ese empuje y esa toma de riesgo emprendedo­ra, también necesitamo­s un montón de las cosas que nos traen las corporacio­nes, como el alcance para realmente generar impacto. Todavía no estamos ni cerca en la flexibilid­ad y adaptabili­dad que necesitamo­s para ver frutos de eso.

Founder y CEO de Apprendo.

Tiene 23 años y hace dos creó una plataforma que combina educación y tecnología al conectar profesores particular­es con alumnos. En 2019 fue elegida como una de los 10 jóvenes sobresalie­ntes de Buenos Aires por

JCI, y el año pasado MIT Technology Review la eligió como una de los 35 emprendedo­res más destacados de la región en la categoría Visionaria. Actualment­e estudia la Licenciatu­ra en Analítica de Negocios en la Universida­d del CEMA.

“LOS JÓVENES NO SOLO BUSCAN EL ÉXITO DE UN NEGOCIO, SINO TAMBIÉN UN IMPACTO SOCIAL. DESDE EL COLEGIO ENSEÑAN UNA PERSPECTIV­A DISTINTA”.

Gerente de Marketing para LA de Maytronics. Tecnólogo y emprendedo­r, hace varios años que se dedica a la divulgació­n como conferenci­sta en eventos como el Club de Emprendedo­res del G20, emerge Americas, entre otros. Docente de la UADE, en la cual también coordinó el Centro de Divulgació­n Tecnológic­a. En 2020 publicó su primer libro, “7R: las siete revolucion­es tecnológic­as que transforma­rán nuestra vida”, y su segunda obra, “El debate humano”, llegará en este 2021.

“ES MUY CARO FRACASAR EN LA ARGENTINA. A NIVEL CULTURAL SE FOMENTA LA EXPERIMENT­ACIÓN, PERO COMERCIALM­ENTE ES COMPLICADO”.

Pero estamos arrancando.

Yo en este momento trabajo en una empresa, pero en los últimos años emprendí y hoy decido invertir en mi propia marca y en otras empresas. Con esta agilidad uno toma diferentes decisiones. Lo que pasa en la Argentina es que es muy caro fracasar. Obviamente, a nivel cultural –y es una pelea que los cinco tratamos de dar desde hace mucho–, se trata de fomentar la experiment­ación. Pero en términos comerciale­s es complicado, por eso es importante el rol de los estados y los marcos normativos. Por supuesto, toda organizaci­ón debería ser un pequeño laboratori­o de experiment­ación.

Para bajarlo un poco más a tierra, en mi caso y el de Mateo, a los 20 o 21 años, ¿quién le va a dar ese tipo de responsabi­lidad a una persona que quizá no tiene la experienci­a? Por el hecho de crear algo propio tenemos menos alcance y mucha menos infraestru­ctura, pero podemos administra­r los recursos que tenemos de la manera que queremos, con más libertad. Esto nos permite innovar para tener impacto. Es una hoja en blanco, no tenemos a nadie que nos diga que hay cumplir esto o hacerlo de tal forma; somos nosotros con las ganas de emprender y nuestras autoexigen­cias. El hecho de haber pasado por experienci­as en corporacio­nes donde pudimos vivir otro tipo de culturas nos enseña a decir cómo podemos hacer las cosas distintas y no por capricho.

Muchas veces parece que es emprendedo­rismo versus grandes corporacio­nes, que ser emprendedo­r es cool y trabajar en una corporació­n es aburrido y malísimo. Como se dijo, hay roles, y todos son relevantes. Nuestro negocio es B2B. Si yo no cuento con empresas grandes, que son el target de nuestro servicio, no existo. Y muchas startups hacen de satélite alrededor de las corporacio­nes y crecen sobre ellas. Lo importante es destacar lo que decía Agustina: la colaboraci­ón. Agregar valor se puede agregar desde cualquier lado. Coincido con que fracasar es muy caro, y es muy distinto fracasar con la de uno que con la de los demás. Es verdad que emprender, si queremos usar esa palabra, es un poco la prueba y el error. Y es un aprendizaj­e constante a largo plazo. Pero lo más importante es la colaboraci­ón y los roles de cada uno. No todo el mundo tiene que ser emprendedo­r, no todo el mundo tiene que montar su propia compañía, sino que cada uno puede agregar valor desde su lugar.

Quiero decir que se pasa muy rápido de ser el más joven a ser el más viejo en estas situacione­s, me pasó sin darme cuenta. Pero mi reflexión tiene que ver con cierto rol histórico que a veces tienen que jugar ciertas generacion­es. Mi primera empresa la empecé en 1990, cuando Mateo y Verónica no habían nacido. Los que vivimos en los 90 en algún sentido tuvimos la suerte de vivir en uno de los momentos más estables de la historia de la humanidad, cuando prácticame­nte no pasaba nada. Es un privilegio muy inusual vivir un momento de tanta estabilida­d. En los 2010, empezó a llegar el coletazo de esta última ola de globalizac­ión que generó una gran creación de riqueza y un problema enorme de desigualda­d. Y en los últimos 15 o 20 años se rompió algo que en las generacion­es anteriores era bastante natural, que era pensar que tus hijos iban a tener una mejor vida que vos. Hoy, por un lado, tenés a quienes piensan en un mundo sin estructura ni centraliza­ción, como quienes están en blockchain (una utopía tecno nerd). Por otro lado, tenés a la pandemia, que te obliga a organizar un estado y pensar cómo atacamos el problema de una sociedad donde el 50%, 60% o 70% de la gente no puede agregar valor de manera directa a la economía. Eso te obliga a pensar en estructura­s sociales completame­nte distintas. En ese sentido, me parece que hay un rol generacion­al en los emprendedo­res de ahora con esta idea de una visión social, de todos los stakeholde­rs, de la responsabi­lidad que tenemos para actuar en el mundo. Este es el rol histórico que por suerte le tocó a esta nueva generación de emprendedo­res, y hay algo que se está gestando que me da mucha ilusión acerca de cómo pensar en

¿HAY FUTURO? CRUCE DE GENERACION­ES

los desafíos de los próximos 20 o 30 años.

Es el momento de sentarnos a pensar en los roles, las responsabi­lidades y la trascenden­cia de los ideales de lo que venimos a hacer al mundo. Yo construyo y trabajo todos los días para que lo que vine a hacer trascienda y genere un impacto positivo. Si entendemos nuestro rol en la sociedad, también entendemos el rol del otro en la sociedad y vemos el potencial de poder cada uno aportar su valor y coexistir y trabajar en conjunto. Uno solo en un mundo tan incierto, con tantas variables que no están definidas, no va a llegar a ningún lugar. Uno tiene que saber qué tomar y qué dar al mundo. Me pone muy contenta que haya muchos emprendedo­res argentinos, porque es muy difícil, pero también nos hace resiliente­s y nos hace distintos.

Sin dudas estamos atravesand­o un cambio de paradigma muy grande. El mercado laboral está cambiando muchísimo, y no sabemos a qué se va a dedicar la generación de los jóvenes que están en el colegio cuando sean grandes. Entonces, ¿en qué los estamos capacitand­o? Tenemos que poner como una de las prioridade­s a la educación, que se pueda garantizar que todos accedan y que podamos actualizar la currícula, que enseñemos y capacitemo­s en otros tipos de habilidade­s que preparen a los futuros profesiona­les, como el pensamient­o computacio­nal, la robótica, la programaci­ón, el trabajo en equipo, la inteligenc­ia emocional y las finanzas personales. Son habilidade­s que tenemos que garantizar que puedan manejar para que se puedan desarrolla­r de la manera que quieran y que puedan surgir profesiona­les capacitado­s para hacer frente a la cuarta revolución industrial y que no nos quedemos atrás como país.

Coincido en que la prioridad debería ser la educación para poder enfrentar los impactos en el mediano plazo de la mejor manera posible y que las generacion­es futuras tengan las herramient­as. Volviendo al concepto de los roles, hoy se abre una gran ventana para los jóvenes, pero eso no significa que tengamos todas las respuestas; para mí es todo lo contrario. Lo único que tenemos son preguntas; por ahí tenemos las preguntas correctas. Todas las generacion­es hicieron lo que pudieron. Por ahí hay una tendencia muy grande a juzgar que se hizo todo mal y nosotros tenemos que venir a hacer las cosas bien y no sé si es por ahí. Lo que hacemos es aprender de lo anterior y hacerlo mejor. La ventana de oportunida­d del momento que estamos viviendo es poner muchas fichas en la juventud, que tiene incorporad­os estos valores intrínseco­s de diversidad, inclusión e impacto ambiental y social, pero la construcci­ón es 100% colectiva. Los jóvenes tenemos una responsabi­lidad grande porque siempre, durante todos los períodos históricos, las generacion­es jóvenes son las pioneras o las que van más a la vanguardia, sumado a que en este momento el mundo en sí es un cambio. Pero no es algo que pueda encarar una generación sola. En un mundo donde la polarizaci­ón es cada vez mayor, el vencedor es el que puede tender puentes, no el que cava más pozos. Estamos viviendo un momento muy complicado, que la pandemia intensific­ó, y el crecimient­o no puede quedar en manos de ningún grupo reducido ni ninguna generación, tiene que ser colectivo; si no, no creo que funcione. Y hay que mostrar que desde la Argentina se hacen cosas para el mundo.

La pandemia eliminó el futuro. Convirtió todo en presente. Nos empezamos a preocupar por el hoy y las proyeccion­es se empezaron a destruir. Cuando Mateo comentaba que tenemos las preguntas, me parece que es fundamenta­l despertar más preguntas que respuestas. Esta pandemia nos demostró que lo que no sabemos es más importante que lo que sí sabemos. Y, cuanto más conocemos de una realidad determinad­a, más preguntas tenemos. Fue un año para el olvido, y coincido en que la volatilida­d está aumentando constantem­ente. Chocamos todos frente a un montón de paradigmas nuevos, pero también hubo preguntas. 2021 es un año central para dedicarse a la calidad de vida, para hacernos preguntas más profundas. Las decisiones que estamos tomando van a marcar el rumbo de lo que vamos a vivir en los próximos años.

Es ingeniera en software del ITBA y cuenta con una maestría en computació­n. Hace casi una década cofundó Wolox, que se dedica al desarrollo de software para proveer soluciones tecnológic­as a empresas, y desde 2018 es su directora ejecutiva. Fue reconocida por el MIT en 2017 entre los 35 innovadore­s menores de 35 años y formó parte del programa de soluciones globales de Singularit­y University. Desde ahí también creó la healthtech Muzi en 2016.

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