Forbes (Argentina)

El absolutist­a del trabajo remoto

- Por Alex Konrad Foto: Timothy Archibald

, CEO de Gitlab, construyó una empresa de herramient­as para el desarrolla­dor valuada en casi US$ 3.000 millones sin tener oficina. Ahora alerta a las compañías en contra de hacer trabajo a distancia a medias.

y relativame­nte baratas como Grecia. Otro pilar del trabajo remoto de Gitlab: transparen­cia radical. Publica un manual online (de acceso público) que detalla cómo trata prácticame­nte todos los temas. No están los salarios individual­es de los empleados, pero sí los objetivos estratégic­os de los ejecutivos para el trimestre y la fórmula exacta para calcular los sueldos en los 67 países donde viven los miembros del staff de Gitlab, desde Kenia hasta Marruecos o Serbia (también hay una sección de cómo y cuándo hablar con Sijbrandij, y una sobre su gato). Cualquier cosa que no esté en el manual, de 8.400 páginas si se imprimiera, segurament­e es un Google Doc interno. Cada reunión en Gitlab tiene al menos un doc online que la acompaña.

Sijbrandij también depende mucho de la documentac­ión para que los empleados de Gitlab puedan trabajar sin interrupci­ones. Los empleados actualizan los documentos y toman notas, o comparten informació­n en canales de Slack y mensajes por video. Las decisiones resueltas y planes se fusionan en el manual. “Cada vez que uno tiene que esperar el permiso o la autorizaci­ón para que alguien haga algo, eso es un problema”, explica.

Construyó una de las startups más valiosas del mundo, valuada en US$ 2.800 millones en 2019, sin oficinas para ninguno de sus 1.300 empleados. Sirve que Gitlab –que provee un conjunto de herramient­as de software que ayudan a los desarrolla­dores a construir, manejar y hacer más seguras sus aplicacion­es– juegue en una categoría de alta tecnología que es cada vez más importante.

Incluso entre otras firmas de alto perfil sin oficina prepandemi­a –como Automattic, la empresa detrás de Wordpress–, Sijbrandij siempre sobresalió. “Probableme­nte no seamos tan extremos como Sid”, admite Dave Mcjannet, CEO de Hashicorp, una startup de infraestru­ctura en la nube que también trabaja solo remoto, valuada en US$ 5.000 millones. Hoy, el radicalism­o de Sijbrandij está atrayendo muchos seguidores y las descargas del e-book gratuito de Gitlab sobre trabajo remoto excedieron los 70.000 clicks.

El propio armado trotamundo­s de Gitlab empezó en Europa. Sijbrandij había trabajado en una empresa de submarinos y había ayudado a manejar una startup de reseñas online de aplicacion­es cuando, mientras coordinaba proyectos web para el Ministerio de Justicia de Holanda, se cruzó con un proyecto open source de Ucrania llamado Gitlab con cientos de colaborado­res voluntario­s.

En 2012, contactó a sus creadores, Dmitriy Zaporozhet­s y Valery Sizov, y les dijo que iba a construir un negocio por encima de su proyecto. Un año después, Zaporozhet­s se unió como cofundador

CÓMO JUGARLO

Por Jon D. Markman es la mejor forma de mostrar el ascenso de las herramient­as para desarrolla­dores de juegos. El gigante de software corporativ­o compró en 2018 a Github, competenci­a de plataforma abierta de Gitlab. La adquisició­n de US$ 7.500 millones le dio a Microsoft el acceso a la comunidad Linux, una vitrina para sus propias herramient­as y servicios de desarrollo y una forma de monetizar la comunidad de desarrolla­dores. En el año fiscal que terminó el 30 de junio de 2019, su división Cloud Intelligen­t, donde está Github, informó US$ 39.000 millones en facturació­n y US$ 13.900 millones en ingresos operativos, subas del 21% y el 20,9%, respectiva­mente. Aunque las acciones de Microsoft están un 20% arriba en 2020, el alcance de la compañía a los desarrolla­dores y el crecimient­o de su negocio en la nube podría llevar la acción a US$ 290 en un año, un alza del 41% desde sus niveles actuales. y CTO. Sizov se sumó en 2014 y es desarrolla­dora senior. Sijbrandij se propuso construir la compañía –nombrada a partir de Git, un sistema popular para trackear los cambios en el código fuente– para vender suscripcio­nes para herramient­as de software que ayudan a manejar proyectos construido­s sobre tecnología de código abierto. Ellos tres y seis miembros más se reunieron en California en 2015 para participar en la acelerador­a de startups Y Combinator, los únicos tres meses que trabajaron en el mismo espacio.

La mayoría de Gitlab volvió a Europa después. Sijbrandij, enamorado de la escena startup y con un ojo para la recaudació­n de fondos, se quedó. A hoy, Gitlab juntó US$ 476 millones, la mayoría de los cuales siguen en su balance; vende una suite de 10 herramient­as diferentes para apps, de desarrollo a seguridad, por hasta US$ 99 por usuario por mes, lo que significó más de US$ 75 millones en facturació­n en 2019 de más de 15.000 clientes, que incluyen a Nvidia, Siemens y Goldman Sachs, que luego invirtió.

La tendencia de las compañías que mueven sus operacione­s al online, especialme­nte desde el comienzo de la pandemia, llevó aún más el desarrollo a la nube, lo que significa que el negocio está prosperand­o. Pero los clientes están llamando a Gitlab no solo para pedir soporte de software, sino para hacer un curso rápido sobre cómo Gitlab maneja su negocio. “Entre 10% y 15% de nuestro compromiso con los socios es ayudarlos a ver cómo hacemos las cosas”, explica Michelle Woodward Hodges, VP de Alianzas con Canales de Gitlab.

Pero no todo es color de rosas para el trabajo remoto. Sijbrandij admite que se ve afectado por el hecho de no poder viajar; y los padres en su staff también se enfrentaro­n a demandas extra. Gitlab buscó responder a esto con días libres los viernes y alienta a tomarse vacaciones. “Es importante que todos recuerden que esto no es trabajar desde casa, esto es trabajar desde casa durante una pandemia –diferencia Sijbrandij–. No son épocas normales”.

Una ironía de evangeliza­r sobre el trabajo remoto: si más compañías siguen a Gitlab, significa que se reveló el secreto. “Teníamos la ventaja de que no había muchas opciones para sumarse a una compañía de rápido crecimient­o. Ahora hay más competenci­a, y eso va a hacer subir los salarios –dice Sijbrandij–. Tengo muchas expectativ­as”.

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