Las fallas del impuesto a la riqueza causan más daños que beneficios
Junto a Bernie Sanders, la senadora Elizabeth Warren presentó su última versión de un impuesto a la riqueza. La idea tiene un atractivo superficial: ¿por qué no hacer que los ricos paguen al año entre un 2% y un 3% sobre su riqueza, si fácilmente se lo pueden permitir? Pero un impuesto a la riqueza tiene serias fallas, motivo por el cual gran parte de los países que intentaron aplicarlo terminaron sacándolo.
Entonces, veamos las cuatro grandes fallas de este impuesto. Primero, involucra una escalofriante invasión de la privacidad. El impuesto se aplica sobre todo lo que la persona posee: acciones, bonos, los fondos de retiro, las empresas, la caja de ahorros y cuenta corriente, la vivienda y cualquier otra propiedad, autos, joyas, pinturas, cualquier cosa que uno coleccione (como estampillas, monedas, libros o botellas de cerveza). Incluso las mascotas y la ropa que se usa. La IRS tendría el derecho a entrar y examinar los hogares para asegurarse de que nadie esté ocultando nada, especialmente ítems como joyería. No sorprende entonces que el proyecto de ley de Warren demande una enorme expansión de la IRS.
Segundo, los impuestos son una monstruosidad de administrar a la hora de determinar la riqueza de una persona. Una cosa es evaluar las acciones de empresas que cotizan públicamente, pero la situación se complica para las compañías privadas o piezas de arte. Eso garantiza potenciales, feas y costosas luchas para los recolectores de impuestos. Un boom para los abogados tributaristas, pero un gran peso para todos los demás.
Tercero, un impuesto de este tipo deprecia los valores de la riqueza del país. Warren y otros tienen la imagen caricaturesca de que los ricos están sentados en pilas de dinero en efectivo. En realidad, la mayoría de la riqueza consiste en bienes como una casa, una empresa o acciones de una compañía. Pagar un impuesto de este tipo cada año implicaría vender bienes para hacerles frente a los montos. Las ventas forzadas ponen los precios de los bienes a la baja. Esto sería especialmente oneroso para los agricultores, cuya riqueza consiste mayormente en tierra. También sería complicado para las empresas más pequeñas, que tienen márgenes de ganancias más chicos. El capital que se podría usar para aumentar sueldos o expandir el negocio sería en cambio desviado por los políticos de Washington. Se dañaría entonces la creación de empresas nuevas. Más de la mitad de los trabajos del país involucran a las pequeñas y medianas empresas.
Cuarto, y críticamente importante, el esquema de Warren significaría una economía más pobre. Recuerden: este impuesto habría que pagarlo todos los años. Eso implica menos dinero para invertir en la expansión de la economía. Warren estima que este gravamen, durante la próxima década, les daría a los políticos de Washington más de US$ 4 billones. Sin inversión, se sofoca el crecimiento de la economía.
Entonces, a pesar de su aparente atractivo, el impuesto a la riqueza de Warren podría terminar dañando básicamente a todos excepto, por supuesto, a la clase política.