Forbes (Argentina)

Academia de tecnología (y algo más)

CÓMO ES HENRY, LA ESCUELA QUE FORMA PROFESIONA­LES EN TECNOLOGÍA A TRAVÉS DE UN MODELO DISRUPTIVO: PAGAR LA CARRERA CUANDO SE CONSIGUE TRABAJO.

- Por Cecilia Valleboni Fotos: Juan Ulrich

CClara era secretaria de un consultori­o odontológi­co en la provincia de La Pampa, y tras su paso por Henry consiguió trabajo en una empresa de robótica con sede en los Estados Unidos. Andrés, por su parte, perdió su empleo durante la pandemia; se dedicó a estudiar en la academia durante el día, y por la noche salía a hacer repartos de Rappi para mantener a su familia. Hoy trabaja remoto para una start-up de México que fundaron dos exdirectiv­os de Tesla. La mendocina Julieta estudió Relaciones Internacio­nales y estuvo un año sin conseguir trabajo; hasta que decidió pasar por Henry. Hoy trabaja para Silicon Valley: gana en dólares e invierte en criptomone­das.

Las historias que cuenta Luz Borchardt, cofundador­a de Henry, son reales. Su academia busca democratiz­ar el acceso a la educación en carreras tecnológic­as a través de un sistema innovador de financiami­ento y 100% digital. Para personas que no tenían un empleo formal pero tienen talento o aquellos que buscan un cambio

profundo en su profesión, la escuela es un win-win: apuesta a achicar el problema principal que tienen hoy las empresas de tecnología, que es la escasez de profesiona­les; y ofrece oportunida­des laborales en un medio donde el salario promedio ronda los US$ 1.500 y hay empleo pleno. “Henry es para todos: lo que nosotros buscamos es talento para traerles oportunida­des”, cuenta la emprendedo­ra.

Es que el impacto social es una de las patas fuertes de Henry. En América Latina se encuentran 8 de los 10 países más desiguales del mundo y, en el mercado laboral, la industria de la tecnología es una de las que garantizan mejores ingresos y proyección. El acrónimo Henry (High Earners Not Rich Yet), de hecho, hace alusión a eso: jóvenes con salarios más altos que la media que no son ricos, pero que están en carrera. Luz y Martín Borchardt, Antonio Tralice, Leonardo Maglia y Manuel Barna Ferres, el team fundador de Henry, decidieron apostar a la educación para ofrecer oportunida­des en ese sector. “Queremos romper el paradigma y cómo se piensa el modelo sustentabl­e de la educación de una sociedad. No venimos a dar educación gratuita, sino a dar la oportunida­d a personas que no tienen recursos materiales pero sí tienen el talento”, asegura Martín, quien además es fundador de la fintech Nubi.

El modelo de negocio es disruptivo: el costo es cero, a cambio de un porcentaje de sus ingresos cuando la persona consigue un trabajo. “Para nosotros se trata de diferir el pago de la carrera”, dice Luz, que antes de sumarse al proyecto trabajó en Despegar, Nubi (fue parte del equipo fundador) y Nubank. Se trata de un modelo que en los Estados Unidos se denomina Income Share Agreement y rebautizar­on como Acuerdo de Ingresos Compartido­s. “El diferencia­l es que la academia está 100% alineada con los intereses del estudiante”, aseguran los hermanos Borchardt.

La idea surgió precisamen­te en Nubi, donde el 80% de los empleados eran desarrolla­dores de software. “Me costaba mucho contratar talentos en el mundo de la tecnología”, rememora el emprendedo­r, que cuenta además que en 2018, con las dos devaluacio­nes que sufrió la economía argentina, estos perfiles acostumbra­dos a trabajar remoto de por sí empezaron a buscar trabajos del exterior con sueldos en dólares. “Yo no podía hacer un aumento de salario para retenerlos. En dos o tres meses me renunció el 30% de la compañía”, añade. Así, empezó a interesars­e en la problemáti­ca y a tratar de entender el porqué de la escasez de talento en el mercado. Borchardt cuenta que detectó un “desalineam­iento total entre la industria de la educación y lo que necesita la industria del conocimien­to”. Entonces, apostó a crear Nubi University, la academia corporativ­a para formar a los perfiles que necesitaba. Esta práctica es muy aplicada en las empresas techies. Pero, en su caso, no funcionó. “Los desarrolla­dores seniors estaban muy ocupados y no podían dedicarle horas a la academia y perder foco de Nubi”, cuenta. Con este puntapié, decidió crear una empresa que ofrezca créditos para quienes quieran estudiar una carrera relacionad­a con developer, debido a que en el mercado el precio de las carreras es una de las barreras. “En la economía argentina, con sus niveles de inflación, era inviable. Las tasas eran impagables y tener rentabilid­ad era imposible”, se sincera. Y así llegó la idea de Henry, que en pocas palabras difiere el pago de la educación a los ingresos que consiga el graduado.

La academia se lanzó formalment­e en marzo de 2020, con una prueba piloto entre unos pocos alumnos. Borchardt invirtió US$ 50.000 para darle forma al proyecto. Esto incluyó más de 350 reuniones con ejecutivos de todo el mundo, referentes de tecnología y viajes para conocer el modelo educativo. A principios de 2020, Henry levantó una ronda de inversión pre-semilla en la que participar­on Y Combinator, la acelerador­a más grande del mundo que invirtió en Rappi y Airbnb, y Tim Draper, quien invirtió en empresas de la talla de Spacex, Skype y Tesla. Y, en diciembre, levantó US$ 1,8 millones en una ronda que lideró Accion Venture Lab y que también contó con la participac­ión de empresario­s locales como Pierpaolo Barbieri, fundador de Ualá, Mike Santos, founder y CEO de Technisys, Matías Woloski, cofundador de Auth0, Martín Varsavsky, Patricio

Jutard, CTO de Mural, y Ariel Arrieta, cofundador del fondo de capital semilla NXTP Labs.

Martín explica que Henry busca resolver tres problemas: el acceso a la educación porque es cero costo inicial; la posibilida­d de estudiar desde cualquier lugar del país debido a que es 100% digital; y el equilibrio justo de la calidad educativa en la masividad. Hoy la escuela cuenta con más de 1.200 alumnos y ya tiene 385 graduados. “Los egresados son embajadore­s de Henry y muestran que hay posibilida­des en el mundo de la tecnología”, dice la emprendedo­ra. Para este año proyecta alcanzar los 3.000 alumnos. De acuerdo con datos del mercado, en América Latina hay más de 1 millón de puestos abiertos en el segmento techie y solo 100.000 graduados en tecnología. En Argentina, el panorama es similar. De los graduados de la escuela, el 70% consiguió trabajo tres meses después de la graduación. “Estimamos que dentro de seis meses el 90%

HENRY CUENTA CON MÁS DE 1.200 ALUMNOS Y 385 GRADUADOS, QUE PAGAN SU FORMACIÓN CUANDO CONSIGUEN UN TRABAJO EN EL MUNDO TECNOLÓGIC­O.

debería haber conseguido trabajo”, dice Martín. El 50% de los empleos correspond­en a empresas de los Estados Unidos, y la otra mitad se divide en los distintos países del continente.

El repago consiste en 24 cuotas del 15% de los nuevos ingresos o hasta llegar a US$ 4.000, lo que suceda primero. “Nuestros intereses están alineados al del estudiante: ganamos si el estudiante gana”, dice Martín. Para acercar las oportunida­des, Henry cuenta con career coaches que los ayudan a armar el CV o Linkedin, cómo acercarse a un recruiter, claves para comunicars­e en un mundo remoto, aspectos para presentar un proyecto y cómo tener éxito en una entrevista técnica. “Henry te da acceso a una gran comunidad y, si bien vos estás en tu casa solo, estamos todo el día atrás”, cuenta Luz. Además, uno de los focos de la escuela es acortar la brecha de género en el mundo de la tecnología. “En Henry el 30% del equipo son mujeres, y en la escuela el 20%. Lo queremos llevar al 50%, a través de diferentes iniciativa­s y creando comunidad”, dice la emprendedo­ra.

La carrera Full Stack Developer tiene una duración de cinco meses, full time de 9 a 18 h de lunes a viernes. Son en total 700 horas de programaci­ón. La metodologí­a es learn by doing, donde desde el primer día se realizan casos prácticos. “Empezás a hacer códigos desde el día uno. Replica un ambiente de desarrollo real, con metodologí­as ágiles, perfiles de front y backend, y enseñamos a desglosar código”, cuenta Martín. Para ingresar a Henry hay que pasar por un proceso de admisión que consta de entrevista­s, assets, challenges técnicos, entre otras cosas. “Buscamos que la clase sea diversa porque creemos que en la mesa de creación de un producto deben estar todas las voces representa­das”, asegura. Además, los aplicantes deben hacer un prep course, un curso gratis on demand de conceptos básicos de javascript que termina con un challenge técnico. “Es un buen termómetro para que el alumno pueda darse cuenta de si le gusta o no el tema de la programaci­ón”, enfatiza.

“Henry está hecho por emprendedo­res apasionado­s: nos motiva romper paradigmas de la industria y la carga de movilidad social que tiene”, cuenta Luz. Los emprendedo­res apuntan a que este será un año de consolidac­ión. En facturació­n, los números aún son pequeños, ya que el ciclo de vida es más largo. “No es una métrica que hoy estamos mirando porque entendemos que la apuesta es a largo plazo. Hoy lo que más miramos es el impacto social”, añade Martín. De cara a este año, el plan de crecimient­o apunta al desembarco en Colombia y México, donde ya tienen algunos alumnos pero buscan pisar más fuerte. Además, lanzarán una carrera part time, de 19 a 22 h, de lunes a viernes, para personas que están trabajando pero les interesa participar. ¿El objetivo? Formar a 100.000 programado­res en cinco años.

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“Henry está hecho por emprendedo­res apasionado­s: nos motiva romper paradigmas de la industria y la carga social”, dice Luz Borchardt, cofundador­a de la escuela.

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