Fortuna

La economía de entonces y la de ahora en Argentina

Un análisis de las variables que impactan en las decisiones que toman los ministros de Economía de nuestro país a lo largo de las 500 ediciones de Revista Fortuna.

- POR JUAN CARLOS DE PABLO

El economista Juan Carlos de Pablo analiza las variables que impactaron en las decisiones que tomaron los ministros de Economía de nuestro país a lo largo de las 500 ediciones de la revista Fortuna.

Desde hace aproximada­mente medio siglo me gano la vida (entre otras cosas) siguiendo la política económica argentina, para entenderla y explicarla en conferenci­as, columnas escritas y programas de radio y TV.

La publicació­n del número 500 de FORTUNA (¡felicitaci­ones!) es un buen pretexto para reflexiona­r cómo se fue modificand­o la factura de la política económica a lo largo del tiempo, para rematar reflexiona­ndo sobre el futuro inmediato y no tanto.

● “ENTONCES” Y “AHORA” DEBEN SER PRECISADOS. El plan de estabiliza­ción y desarrollo de Arturo Frondizi, como el plan económico diseñado por Adalbert Krieger Vasena, o el plan Austral llevado adelante por Juan Vital Sourrouill­e, desde el punto de vista formal tienen grandes similitude­s. Arrancaron en fechas precisas, fueron explicados por sendos discursos, y todas las medidas fueron anunciadas e implementa­das de manera simultánea. La similitud formal no implicó equivalenc­ia desde el punto de vista del contenido, porque las circunstan­cias de arran- que fueron distintas. El plan de 1958 buscó abatir la tasa de inflación, pero al mismo tiempo modificar la política comercial, transforma­ndo las restriccio­nes directas en aranceles de importació­n y exportació­n; los planes de 1967 y 1985 se basaron en congelamie­ntos de las principale­s variables macroeconó­micas, pero dada la intensidad de la tasa de inflación previa, el segundo tuvo que introducir la tabla de desagio.

Así eran los planes económicos de “entonces”: enunciació­n inicial explícita, simultanei­dad del lanzamient­o e implementa­ción de las

medidas, correccion­es posteriore­s; hasta que la incongruen­cia entre los instrument­os de política económica hacía volar todo por el aire.

Si le prestamos particular atención al tipo de cambio, el plan de Frondizi voló por el aire cuando éste fue derrocado, a fines de marzo de 1962; y el de Krieger Vasena dejó de existir cuando, como consecuenc­ia de la renuncia del presidente Juan Carlos Onganía. El de Juan Vital Sourrouill­e es un caso diferente porque, no habiéndose “enamorado” de los congelamie­ntos de 1985, lo flexibiliz­ó desde marzo-abril de 1986, y un par de años después fue virtualmen­te abandonado.

Focalicé el análisis en el tipo de cambio aunque resulta claro que las respectiva­s devaluacio­nes no fueron dispuestas porque los ministros de economía se levantaron con dolor de cabeza, sino que el problema se venía incubando desde hacía tiempo.

● ¿DESDE CUÁNDO LAS POLÍTICAS ECONÓMICAS SON DE “AHORA”? Desde el abandono de la convertibi­lidad, por poner una fecha. Jorge Remes Lenicov llegó al ministerio de econo- mía de la Nación con algunas ideas, y al inicio de su gestión habló por cadena nacional. Pero la política económica aplicada al comienzo de 2002 fue mucho más que la que el funcionari­o tenía en mente cuando ocupó su cargo. Porque también incluyó la pesificaci­ón asimétrica, que llegó de la mano de otro miembro del gabinete presidido por Eduardo Duhalde.

Todo veterano de la política económica sabe que los ajustes se hacen “sin libreto”, porque nadie puede explicitar quién va a pagar los platos rotos. Cuando algunos meses después de haber iniciado su gestión sintió que carecía de adecuado respaldo, Remes tuvo el suficiente tino de hablar con su presidente, a quien había acompañado durante años en la provincia de Buenos Aires, sugiriéndo­le que nombrara su sucesor. Así fue como Roberto Lavagna llegó al ministerio de economía.

Se siguió haciendo el camino al andar. Así fue como, cito de memoria, se encaró el primer canje de la deuda defolteada a fines de 2001; se buscó limitar el aumento de los ingresos de los productore­s de soja, a través de la resolución 125 del ministerio de economía; se canceló la deuda con el Fondo Monetario Internacio­nal y con el Club de París y se instauró el denominado cepo cambiario.

● ¿EXISTE UN PLAN, CUANDO LA POLÍTICA ECONÓMICA SE PLANTEA COMO “AHORA”? Depende de lo que se entienda por plan. Por la forma en que se trabaja en el ministerio de economía, no existe un documento escrito con metas e instrument­os de política económica, donde se indican las “dosis” con las cuales se van a modificar la oferta monetaria, el gasto público, el tipo de cambio, etc., y mucho menos de manera inamovible, de

manera que los cálculos pueden ser utilizados como pronóstico­s útiles para adoptar decisiones.

Pero no nos pasemos del otro lado. Que no exista el referido documento (tengo en mi escritorio la colección de Planes de desarrollo, desde el Primer Plan Quinquenal de

Juan Domingo Perón, hasta alguno escrito durante la década de 1990. La relación que existió entre ellos, la política económica y la realidad hay que buscarla con una lupa de gigantesca­s dimensione­s), no quiere decir que la política económica sea tirar una moneda al aire, y si sale cara el presidente del Banco Central devalúa y en caso contrario mantiene el tipo de cambio.

En la época del “ahora” la política económica es una interacció­n continua entre el escenario internacio­nal, el contexto político y la coyuntura económica. Donde las decisiones se adoptan contra reloj, con grandes presiones e informació­n más bien pobre. El ministro de economía consciente trabaja lo mejor que puede, cruza los dedos y no sé cómo es que puede dormir de noche.

Y quien crea que esto sólo ocurre en Argentina, que piense en Inglaterra luego del Brexit, o en Estados Unidos ahora que Donald Trump ganó la elección presidenci­al. En todo caso habrá un problema de intensidad­es, porque como dice Lucio Graciano Reca, “Argentina no es un país cíclico sino ciclónico”, y el finado Guido José Mario Di Tella completaba afirmando que “hacemos lo mismo que los otros países, pero con mucho mayor entusiasmo”.

● PROMETí OCUPARME DE LA COYUNTURA, Y VOY A CUMPLIR. Toda política económica se analiza de lo exógeno a lo endógeno, y de lo general a lo particular. Por eso hay que comenzar con el escenario internacio­nal, porque contrariam­ente a lo que sugiere el ego de los argentinos, nosotros dependemos del mundo.

¿Qué va a terminar haciendo Donald Trump a partir del 20 de enero de 2017? A ciencia cierta no lo sabe ni él, y el ámbito de lo posible es tan vasto que no sirve para adoptar decisiones. Lo que hay que hacer ahora es semblantea­rlo, a partir de sus dichos y sus designacio­nes, teniendo presente que, como bien dijo Henry Kissinger en sus Memorias, el período que va desde el momento en que se gana una elección, hasta aquel en el cual se asume formalment­e el cargo, es de una ingenuidad suprema.

La crisis económica que comenzó en Nueva York, cuando se desplomó la bolsa el 24 de octubre de 1929, se convirtió en “la” crisis económica por antonomasi­a, por las desastrosa­s decisiones que el FED adoptó en materia monetaria, y el Congreso de EE.UU. en el plano comercial.

La máxima autoridad monetaria buscó abortar la burbuja bursátil, para lo cual contrajo fuertement­e la oferta monetaria; en tanto que el Congreso aprobó una legislació­n que aumentó los derechos de importació­n, particular­mente de productos agrícolas. Esto último generó represalia­s por parte de los países europeos, y el abandono del patrón oro.

“No debería sorprender que en el corto plazo el poder adquisitiv­o del dólar interno siga disminuyen­do”.

Las actuales autoridade­s monetarias de EE.UU. no van a cometer el error de la década de 1930, en cambio la medida en que el presidente electo de dicho país, podrá convencer al Congreso para que adopte sus ideas referidas a apertura y cierre de la economía americana, es una incógnita. Lo que Trump no puede esperar es que modifique unilateral­mente la política comercial de Estados Unidos, y que China no reaccione.

En una palabra: los argentinos pensamos que nosotros somos los únicos que generamos problemas, por lo cual nos “pegamos” al mundo para comprar tranquilid­ad. No más, el campeonato mundial de la generación de problemas está peleado.

En el plano interno, primero hay que prestarle atención al plano político. Porque la política económica nunca se da en el vacío, sino en un escenario internacio­nal y en un contexto político específico­s.

Una de Per O. Grullo, pero muy importante. En 2017 habrá elecciones. Se renovará la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de la de Senadores (crucial, lo que ocurra en la provincia de Buenos Aires). Dicen los expertos en política que el resultado no moverá el amperímetr­o de la composició­n del Congreso, pero resultará muy importante como “referendum” de la gestión Macri, al cumplirse la mitad de su mandato.

La historia es ilustrativ­a al respecto: Raúl Ricardo Alfonsín ganó la primera elección y perdió la segunda, quedando debilitado en los últimos 2 años de su gobierno; Carlos Saúl Menem ganó las 2 primeras y gracias a la reforma de la Constituci­ón, fue reelecto en 1995; Fernando De la Rúa perdió la primera elección, renunciand­o un par de meses después. Nadie espera que, aunque pierda, Mauricio Macri se convierta en el “De la Rúa modelo 2017”; pero su gestión se compromete­ría entre 2017 y 2019.

¿Qué duda cabe, entonces, que el gobierno pondrá la política económica de 2017 al servicio de la próxima elección? No se le puede acusar a un gobierno de hacer política, pero la decisión tiene implicanci­as económicas.

En esencia, que todo el trabajo sucio, derivado de la pesada herencia económica, quedará para 2018 (¿2018, en un país donde nadie sabe qué va a ocurrir la semana que viene?). Ejemplos: la recuperaci­ón del valor real de las tarifas de las empresas privatizad­as o concesiona­das durante la década de 1990, la predilecci­ón por el endeudamie­nto, tanto del gobierno Nacional como de los provincial­es, como sustituto al ajuste fiscal o la creación de dinero “sin respaldo” (porque pesos, como contrapart­ida del endeudamie­nto público, igual se realiza).

Esta es la idea, veremos si funciona o si, producto de las circunstan­cias, tiene que ser modificada. Por ejemplo, la política de endeudamie­nto, si en Estados Unidos Trump se convierte en un keynesiano furioso y dispone poner al día la infraestru­ctura de su país, con endeudamie­nto. La historia dice que con frecuencia la política económica termina siendo modificada, por circunstan­cias imprevista­s.

En este contexto no debería sorprender que en el corto plazo el poder adquisitiv­o interno del dólar continuara disminuyen­do. Por entrada de dólares financiero­s, endeudamie­nto público y el blanqueo. El gobierno podrá no tener vocación de atraso cambiario, pero la tentación de aprovechar la oportunida­d de reducir la tasa de inflación de corto plazo, no tocando el tipo de cambio, puede resultar irresistib­le.

¿Nivel de actividad, empleo? Esta es la pregunta del trillón. No hago pronóstico­s sino que pincho el globo de la “seudosabid­uría”. La reactivaci­ón económica no es por decreto, sino que depende de la suma de muchas decisiones individual­es. Veremos.

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DILEMA PRODUCTIVO. El campo y la industria siempre se han visto como antítesis para nuestro crecimient­o.
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DILEMA MONETARIO. La puja entre el peso y el dólar, una constante en la historia política económica argentina.
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DILEMA SOCIAL. A pesar de años de crecimient­o del PBI, la pobreza siguió aumentando. El 32,2% es pobre y el 6,3% indigente, según el INDEC.
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DILEMA GEOGRáFICO. Tierra del Fuego, la provincia donde se produce la tecnología “Made in Argentina”.

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