Cuando hay que volver a empezar
La victoria del líder republicano obliga la administración Macri a reiniciar en la práctica las relaciones con Estados Unidos. Alfonso Prat-Gay y el desafío de caerle simpático al equipo de Trump.
La victoria de los republicanos obliga al presidente Macri a recomenzar las relaciones con Estados Unidos. El desafío de Prat-Gay.
Las promesas forjadas durante la campaña electoral y los hombres que ha ido eligiendo para la conformación de su gabinete permiten vislumbrar la dirección que tomará la gestión de Donald Trump desde lo económico. Se espera de su administración la puesta en práctica de una política comercial proteccionista, la desregulación de los mercados, la baja de impuestos y el crecimiento de la obra pública.
Pero esto no es más que un puñado de conjeturas nacidas al calor de lo que el magnate ha expresado con voz de trueno en los días previos a la elección. Difícilmente se pueda decir que Donald Trump será un presidente moderado, pero también es cierto que el sistema tiene contrapesos, no sólo dentro de los Estados Unidos, sino también allende sus fronteras.
Por estos días lo que abundan son las preguntas, y las respuesta comenzarán a verse recién a partir del 20 de enero, cuando él tome definitivamente las riendas de la Unión.
En su afán por volver a ser grande a América, tal el lema de su campaña (Make America Great Again), Trump tendrá que lidiar con contendientes de peso. El primero de todos, quizás el único que le puede torcer el brazo, es China. Desde que ingresó a la Organización Mundial de Comercio en 2001 duplicó cada cuatro años sus exportaciones en términos de valor, lo que provocó la cuasi erradicación de la industria intensiva estadounidense y la eliminación de 2,6 millones de puestos de trabajo.
¿Podrán los republicanos recomponer la estructura industrial de su país? “El triunfo de Trump im-
plica una modificación de la postura del Gobierno de EE.UU. en los planos del poder mundial, ante todo en materia de comercio e inversiones –le dice a FORTUNA el analista internacional Jorge Castro–. No hay contratos firmados con China, pero aquí lo relevante es que se trata del mayor vínculo comercial del mundo”.
Para cuando Trump ocupe la Casa Blanca, los números de la balanza comercial del gigante del norte habrán arrojado un rojo de u$s 41.000 millones. Pero cerrarse al libre comercio no parece ser la respuesta. Como afirma Castro, “No puede ser aislacionista o proteccionista. Es el centro del poder global y no puede aislarse de sí mismo”.
Otra promesa de campaña que podría diluirse en la realidad es la imposición de un arancel del 45% para las importaciones procedentes de China. Estados Unidos tiene una deuda externa de u$s 20 billones –equivalente al 109% de su PBI– y el 20% de ese mercado de renta fija está en manos chinas. El Dragón tiene en su cartera u$s 1,2 billón de bonos del Tesoro, y u$s 600.000 millones en activos financieros norteamericanos.
Sin embargo, los movimientos sobre el tablero mundial no son tan sencillos como parecen. Según le explica el economista José Siaba Serrate, “decir que impondrá aranceles altos es una estrategia de negociación para luego bajar el precio. No hay que olvidarse de que EE.UU. ya no es el país determinante que fue antes. Ahora debe discutir ese liderazgo con China. Y ojo porque la lectura fácil en esta pulseada es que China puede revolear los bonos y perjudicar a Estados Unidos, pero esos bonos son propiedad de los chinos y si baja el precio, los que pierden son los chinos”, agrega.
En este precario equilibrio hay otras cosas que también mandan. Según un informe de Moody’s, si Washington aplica los aranceles altos y restringe la importación deberá absorber el impacto que significaría una suba del 3% en los precios minoristas.
LAS TASAS. Para el caso de la Argen-
“Habrá cambios en el comercio y las inversiones en todo el mundo”. JORGE CASTRO
tina, el ascenso de Donald Trump obliga a bifurcar las consecuencias y medir el impacto de manera distinta. Mal que nos pese, la Reserva Federal subirá las tasas de interés de corto plazo –ya subieron las de largo-, lo cual volverá más caro el acceso al crédito internacional, justo cuando el gobierno de Mauricio Macri se ha decidido a financiar el déficit fiscal con endeudamiento externo.
“Todo esto es negativo para la Argentina”, remarca Siaba Serrate, y agrega: “Ahora, cuán negativo será, dependerá de si el escenario es permanente o no. Tendremos un nivel de tasas mucho más altas que antes, y eso impactará sobre la toma de deuda”.
En el campo financiero es entonces donde Argentina tiene el cordón umbilical que la une a los vaivenes de la gestión Trump. La política expansiva que los republicanos piensan llevar a la práctica, baja de impuestos incluida, sería financiada con una suba de tasas para atraer capitales, que abandonarían a los mercados emergentes para ir tras nuevos horizontes.
La peligrosa política de endeudamiento externo de los Estados Unidos podría también tener un impacto concreto en la economía real de la Argentina. Según los especialistas, si la deuda se sigue duplicando cada 8 años el Gobierno deberá emitir dólares para cumplir con el pago de intereses y eso conllevará la depreciación de la moneda estadounidense, y por ende el fortalecimiento del peso y la pérdida de competitividad de nuestras exportaciones.
COMERCIO. En el terreno comercial una política proteccionista de Washington no depararía consecuencias de relevancia para la economía local. El intercambio entre Argentina y los Estados Unidos es mínimo desde que buena parte de la oferta productiva nacional, las materias primas, también se producen en Norteamérica. Hay, en este caso, más competencia que complementariedad. El principal socio comercial argentino es Brasil, y China e India se erigen como los compradores de porotos de soja. En los primeros 9 meses de 2016, sólo el 7% de las ventas argentinas al exterior fueron a EE.UU.
Es en las economías regionales donde se puede sentir con mayor vigor una política comercial restrictiva. Según un informe del IERAL de la Fundación Mediterránea, el 55% de las exportaciones de arándanos; el 54% de las ventas de té; el 44% de la comercialización externa de productos olivícolas; el 29% de la cadena vitivinícola; el 18% de los envíos de fruta de pepita; y el 10% de los embarques de la industria forestal va hacia Estados Unidos.
En la mesa de análisis lo que sobran son conjeturas. ¿Qué pasaría si en lugar de depreciarse el dólar por un aumento de la emisión, terminara por fortalecerse debido a las restricciones comerciales? Caerían los precios internacionales de las materias primas, como manda el manual. “Para la Argentina, la caída de los precios internacionales exigirá un mayor esfuerzo de producción y exportación para adquirir dólares a fin de financiar importaciones y repagar deuda en dólares”, remarca un documento de IDESA (Instituto para el Desarrollo Social Argentino).
El Gobierno argentino analiza el cuadro de situación y baraja hipótesis. Por ahora sólo resta esperar al 20 de enero. “El reposicionamiento de Estados Unidos en el mapa mundial obliga a todos los países, incluida la Argentina, a redefinir su estrategia. Lo central pasa por las definiciones que Trump tome a la hora de gobernar”, concluye Jorge Castro.
“Tendremos tasas más altas y esto impactará sobre la toma de deuda”. JOSé SIABA SERRATE