Juan José Llach
Sin viento de cola, pero con una brisa favorable.
Decíamos en diciembre que los nuevos tiempos exigirían, de aquí en más, paciencia a los ciudadanos globales y humildad a los economistas. Ambas serán necesarias porque la incertidumbre reinante desde septiembre de 2008 se ha acentuado.
Es todavía muy temprano para avizorar cuál de los tres escenarios bosquejados aquí en diciembre terminará prevaleciendo. En los tres veíamos una tendencia al proteccionismo, un aumento del déficit fiscal y la consecuente baja de los bonos del Tesoro (suba de su rendimiento). En el primero estaría acompañado por un ascenso rápido de las tasas de la Reserva Federal (RF), la apreciación del dólar, un mayor crecimiento de Estados Unidos, las fugas de capitales de los países emergentes, algo más de inflación y, en fin, una caída de precios de las materias primas.
Sería un panorama negativo para los países emergentes, aunque no necesariamente dramático. El segundo escenario es similar al primero, pero más acentuado. El mundo lo vivió en 1979-81, cuando la inflación en Estados Unidos superó el 13%, el rendimiento de los bonos llegó a casi 16% y la tasa de la RF tocó 20% (sic), lo que poco después llevó al “súper dólar” de Reagan. Esto condujo a una “década perdida” para los países emergentes, sobre todo en América latina con default de muchos países. Este escenario lo veíamos y lo vemos como el menos probable. La tercera alternativa es casi opuesta a la primera y se asemeja a lo ocurrido entre mediados de 2004 y la crisis de 2008: dólar en su mínimo histó- rico y materias primas a precios récord pese a una suba sostenida de las tasas de la Reserva Federal, consecuente suba de los rendimientos de los bonos del Tesoro y una inflación del IPC que llegó a un máximo de 3,8% en 2008. Este sería el mejor escenario para los Países Emergentes y, por estrecho margen, el que vemos más probable.
En las semanas siguientes a las elecciones en Estados Unidos, prevalecieron indicios favorables al primer escenario. En contraste, en el último mes se revirtieron parcialmente las subas del dólar y de los rendimientos de los bonos del Tesoro, se afirmaron los commodities y las bolsas y disminuyó el riesgo emergente, bosquejando así un mayor parecido con nuestro tercer escenario.
Esto se debe a que también vemos más factible una economía norteamericana con inflación algo mayor y aumentos del déficit y la deuda pública. El valor internacional del dólar dependerá en parte de una muy probable pulseada entre la Reserva Federal y el presidente Trump, que desea un dólar débil.
Seguimos viendo así una situación compleja pero no de alto riesgo para los países emergentes. En este marco la Argentina no estará impulsada por el viento de cola, pero tampoco lo tendrá de frente y de a ratos soplará una brisa favorable. Así se está viendo en su exitosa colocación de bonos de la deuda pública, en la firmeza del precio de la soja y en la tendencia a la recuperación de Brasil, incluyendo la apreciación del real.
Es demasiado pronto para saber hacia dónde irá Trump. Hasta ahora, ha concentrado sus energías en su agenda inmigratoria y en algunas medidas proteccionistas.