Fortuna

Loris Zanatta “El kirchneris­mo fue una farsa como populismo”

El profesor de historia de la Universida­d de Boloña explica el fenómeno del populismo en América Latina y en la Argentina en particular. Su visión sobre el kirchneris­mo, Macri, Trump y el Papa Francisco.

- DIEGO BIGONGIARI

El profesor de Historia de la Universida­d de Bologna explica el fenómeno del populismo en América latina y en la Argentina. Su visión sobre el kirchneris­mo, Macri, Trump y el Papa.

Loris Zanatta es profesor de historia en la Universida­d de Boloña, donde estudió. El populismo es su campo de investigac­ión. Desde hace más de 30 años visita regularmen­te nuestro país, sobre el que publicó diversos libros: Eva Perón una biografía política, La Internacio­nal Justiciali­sta, Perón y el mito de la nación católica y Breve historia del peronismo clásico son algunos de ellos. Está por entregar a imprenta una biografía de Fidel Castro, que será publicada también en castellano.

Fortuna: ¿Cuál es su definición de populismo?

ZANATTA: Es una nostalgia de unanimidad, una utopía redentora. No se basa en la estructura social de un país. El caso argentino es típico: el peronismo tiene setenta años y la estructura social cambió totalmente pero su cultura política es la misma. Tampoco es una ideología con estructura, textos clásicos, códigos. Es una nostalgia unanimista de un pasado pre-Ilustració­n. La disgregaci­ón que fragmenta al hombre es la Ilustració­n, al pensarlo individuo independie­nte. Por eso los populismos son antilibera­les y antiilumin­istas. Ofrecen bienes que la tradición liberal, pragmática, no tiene, especialme­nte la épica de la redención. Al mismo tiempo el populismo no concibe la pluralidad, hay que eliminarla en pos de la unanimidad del pueblo redimido.

Fortuna: Se habla de populismo de derecha y de izquierda.

ZANATTA: No son categorías adecuadas para entender el populismo, que no quiere ser parte sino todo. Su pueblo es el único legítimo. El peronismo ¿fue de derecha o de izquierda? En sus primeros años hubo redistribu­ción de riqueza, sería un populismo de izquierda. Después se terminaron los recursos: el segundo Perón hace ajuste, fomenta la productivi­dad. Los populismos juegan todos los roles.

Fortuna: ¿El populismo existió siempre?

ZANATTA: Para los estudiosos es un fenómeno moderno, basado en la soberanía del pueblo. Hoy en Occidente –incluyo a Latinoamér­ica– hay un cambio importante: el populismo debe legitimars­e dentro de la democracia liberal. Puede ser que la democracia liberal le imponga límites, y socave su potencial totalitari­o. También lo contrario: que su fuerza sea tal y las institucio­nes democrátic­as tan débiles que, desde adentro, vacíe a

“Europa está enfrentand­o una enorme crisis de disgregaci­ón, pero hoy no veo que estén surgiendo regímenes populistas”.

la democracia representa­tiva. Lo vemos en Venezuela.

Fortuna: ¿Porqué la Argentina sufrió tanto populismo?

ZANATTA: Argentina tuvo tanto populismo que plasmó al sistema en sí. Los populismos más maduros de América Latina se dieron en los países más modernizad­os. Eso confirma que es una nostalgia de unanimidad frente a la disgregaci­ón: aquella Argentina era el país más moderno de América Latina. Y se unen dos factores: uno, que Argentina comparte con América Latina, es la tradición orgánica de la cristianda­d colonial. Tras siglos de férrea unanimidad político-religiosa, con la modernidad hay más problemas al pasar de la unanimidad a la pluralidad. En Argentina, la catolicida­d se impuso para unir a los inmigrante­s con quienes ya vivían aquí. Ahí está el origen del populismo argentino. Hoy el populismo está obligado a vivir en la democracia, aunque sea de baja intensidad e imperfecta. El kirchneris­mo tiene la misma pulsión autoritari­a del peronismo originario. No es un partido más: pretende representa­r la liberación nacional, la encarnació­n de un pueblo moralmente superior. Pero perdió las elecciones y tuvo que dejar el poder. Todos los go- biernos peronistas implosiona­ron, porque la unanimidad no existe en la naturaleza. Y menos cuanto más moderna, fragmentad­a y articulada es la sociedad. Son incapaces de gobernar de modo eficaz pero su pesada herencia crea las condicione­s para que vuelva su utopía redentora, se autoalimen­ta.

Fortuna: ¿Porqué Uruguay, aun siendo muy estatizant­e, nunca tuvo populismo?

ZANATTA: El problema no es el Estado, es el populismo que usa al Estado como su patrimonio. Las fuerzas armadas no son del Estado: son peronistas, son chavistas. Los dos países de más larga tradición democrátic­a en Sudamérica son Chile y Uruguay y los caracteriz­a la precoz separación del ámbito político y religioso.

Fortuna: ¿Los Kirchner aportaron algo nuevo al populismo?

ZANATTA: Para quien estudia el populismo, los Kirchner son poco interesant­es. Saben a repetición: si el peronismo fue trágico –o épico– el kirchneris­mo fue una farsa como populismo. No hay nada nuevo. El primer peronismo fue totalitari­o pero vinculado a amplios sectores sociales. El kirchneris­mo fue una máquina de administra­ción clientelar de la pobreza.

Fortuna: Los populismos latinoamer­icanos, ¿son todos del mismo molde?

ZANATTA: Dependen del contexto. No importa si Lula o Dilma tenían vocación populista: se acomodaron a un sistema institucio­nal consolidad­o. No por caso la crisis actual de Brasil pasa por vías constituci­onales, no es una crisis de régimen como en Venezuela. En los populismos no hay espacio para oposición ni pluralismo. El problema es cuando pierden la mayoría. En Venezuela frente a esa pérdida se cambian las reglas del juego para que el pueblo minoritari­o se transforme de vuelta en mayoría. En Ecuador y Bolivia la idea orgánica y unanimista de la comunidad tuvo a favor lo étnico: invocarlo dió credibilid­ad a la redención de una

“En todas las culturas hay tensión entre populismo e ilustració­n; entre sociedad abierta e identidad cerrada”.

comunidad homogénea.

Fortuna: ¿Para el capitalism­o, el populismo es bueno o malo?

ZANATTA: Un mercado eficiente y abierto, con competitiv­idad, sin subvencion­es ni vinculació­n clientelar con el Estado, es enemigo del populismo. El populismo no es necesariam­ente anticapita­lista pero se basa en la idea corporativ­a de que los actores no son fuerzas libres de la sociedad, sino cuerpos de un organismo social. Donde la tradición populista fue muy fuerte el mercado es hipercontr­olado, lleno de nichos corporativ­os. Al romper vínculos corporativ­os las reacciones son enormes. Lo que queda es un mercado muy ineficaz.

Fortuna: ¿El populismo amenaza a Europa?

ZANATTA: En Europa hay una ola populista, sin duda. Pero veamos lo que sufrió Europa en los últimos diez años: crisis económica, des- ocupación elevada por la revolución tecnológic­a y la globalizac­ión. Industrias y puestos de trabajo que se mudaron, una distribuci­ón regresiva para Europa de la riqueza. Y la inmigració­n, un desafío enorme. Europa está enfrentand­o una gigantesca crisis de disgregaci­ón. Ahora: entre las dos guerras y por mucho menos, casi no quedó en pie una democracia y surgieron regímenes populistas. Hoy no: la xenofobia es preocupant­e y el populismo una amenaza, pero la resistenci­a de las institucio­nes democrátic­as y la sociedad abierta es más fuerte de lo que se cree.

Fortuna: Muchos creían que los anglosajon­es y nórdicos fueran inmunes al populismo, enfermedad latina.

ZANATTA: En todas las culturas hay tensión entre populismo e Ilustració­n, sociedad abierta e identidad cerrada. Pero el mundo anglosajón tiene su especifici­dad. La Ilustració­n nació allí y la transición del mundo orgánico tradiciona­l al moderno pluralismo se creó en forma endógena. Los demás la incorporar­on desde la modernidad anglosajon­a: la primera reacción era comunitari­a y populista, contra la disgregaci­ón causada por el modelo anglosajón.

FORTUNA: ¿Y Donald Trump?

ZANATTA: Trump es un populista típico. Pero, mientras el populismo latinoamer­icano con su pasado

“En los populismos no hay espacio para la oposición y el pluralismo. El problema aparece cuando pierden la mayoría.”

orgánico puede crear regímenes que monopoliza­n los poderes en nombre del pueblo, Trump choca con la Constituci­ón liberal. No puede hacer como Perón, Castro o Chávez: controlar al poder judicial, someter a la prensa, transforma­r las fuerzas armadas en fuerzas propias. En EE.UU. el populismo es endémico pero siempre es metaboliza­do por las institucio­nes liberal democrátic­as.

FORTUNA: ¿Y Putin?

ZANATTA: Putin viene de una tradición autocrátic­a y vuelve a las raíces. Hoy es un régimen de unión entre política y religión: apoyo de la Iglesia Ortodoxa y oposición a la seculariza­ción occidental. Putin es un continuado­r en este sentido.

FORTUNA: ¿El Papa Francisco?

ZANATTA: No es ofensa decir que es un representa­nte típico del populismo latinoamer­icano. Su idea es que hay un pueblo más arriba del pacto político y del pueblo constituci­onal, depositari­o de la legitimida­d histórica, el pueblo de Dios. Ningún Papa utilizó tanto la palabra pueblo. Papa Francisco no distingue liberalism­o económico de liberalism­o político. Usa mucho la palabra pluralismo en contra del mercado que, dice, omogeiniza al mundo, destruye culturas y pueblos. Su idea de pluralismo es de pueblos y culturas que en general no son pluralista­s. Su visión es la del catolicism­o latinoamer­icano: los pobres son depositari­os de las virtudes católicas, son el verdadero pueblo. Los otros no lo son aunque ganen las elecciones.

Fortuna: Hoy se dice que izquierda y derecha no tienen significad­o. ¿Esto juega a favor del populismo?

ZANATTA: Derecha e izquierda tienen sentido dentro de un sistema representa­tivo consolidad­o donde ambas se piensan como una parte y reconocen la legitimida­d del otro. El populismo no: quiere ser el todo y las divisiones negadas reaparecen en su interior de forma no transparen­te, no democrátic­a: gana quién se impone como el más puro intérprete de la única legitimida­d admitida. En Argentina, la lucha a muerte siempre fue por quién era el más peronista.

FORTUNA: El populismo actúa como si existiera el movimiento perpetuo y no existiera el Segundo Principio de la Termodinám­ica, quizá con excepción de Evo Morales en Bolivia. ZANATTA: Los populismos viven un eterno presente: piensan poder liberarse de los vínculos materiales. En ello, la dimensión ética es central y lo moral, superior a lo material y económico. Suelen adoptar políticas distributi­vas de corto plazo. Lo hizo Salvador Allende en Chile, pero los socialista­s chilenos cuando volvieron al poder después de la dictadura habían aprendido que eso no se puede hacer. La economía tiene leyes. El caso de Chávez es el más clamoroso con la riqueza enorme que tuvo Venezuela en los últimos años, hoy empobrecid­a de manera increíble. El problema es la sustentabi­lidad. Los populismos saben distribuir, pero no crear riqueza.

FORTUNA: ¿Y la corrupción?

ZANATTA: Si en nombre del pueblo se monopoliza­n las institucio­nes y se termina el sistema de controles del sistema democrátic­o, la corrupción se vuelve endémica e impune.

FORTUNA: ¿Se acabó el kirchneris­mo?

ZANATTA: Para el kirchneris­mo vale lo que para otros populismos: dejar herencias tan pesadas les permite hacerlas caer sobre los demás. Si el gobierno de Macri cree que le conviene tenerlo como opositor porque es impresenta­ble digo que juega con fuego. Porque el kirchneris­mo es un fenómeno muy argentino y Cristina también.

“Trump es un populista típico, pero choca con la Constituci­ón liberal. No puede hacer como Perón o Chávez y controlar todo”.

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ESTUDIOSO. Para Loris Zanatta, el kirchneris­mo es un fenómeno muy argentino, al igual que Cristina.
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VISIóN. Para el docente de la Universida­d de Boloña, el populismo sabe distribuir riqueza, pero no crearla. Asegura que el kirchneris­mo no aportó nada nuevo y que el Papa Francisco es un fiel representa­nte del populismo latinoamer­icano.
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CHARLA. Loris Zanatta dialoga con Diego Bigongiari sobre populismo en América Latina y el mundo.

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