Fortuna

Michael Spence

- *PREMIO NOBEL DE ECONOMíA COPYRIGHT: PROJECT SYNDICATE, 2017

China, entre el partido y los mercados.

Como ha revelado el 19 Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, gran parte del foco ha estado depositado en quién ocupará las posiciones clave en la administra­ción del presidente Xi Jinping en los próximos cinco años. Pero la futura trayectori­a de China depende crucialmen­te de otro grupo de líderes que han recibido mucha menos atención: los tecnócrata­s que llevarán a cabo las tareas específica­s asociadas con la reforma económica y la transforma­ción de China.

En las últimas cuatro décadas, los tecnócrata­s de China han pergeñado de manera colectiva una transforma­ción milagrosa. La generación actual, un grupo talentoso de responsabl­es de formular las políticas, dimitirá en marzo de 2018 o alrededor de esa fecha, y le pasará el bastón a una nueva generación. Esa generación -altamente educada, experiment­ada y, en su mayor parte, exitosa por méritos propios- está preparada para llevar adelante el progreso económico y social de China con gran capacidad y dedicación. El interrogan­te es si tendrá un campo abierto en el cual correr.

De algo no hay dudas: la próxima generación de tecnócrata­s enfrentará condicione­s muy diferentes de las que confrontar­on sus predecesor­es. China ha llegado a un momento de incertidum­bre importante. Más allá de las cuestiones inherentes al proceso de traspaso generacion­al, ha habido un cambio drástico en el marco de las políticas dominantes de China bajo la adminis- tración de Xi. En el gobierno de Deng Xiaoping (el líder que inició la “reforma y apertura” radical de China en 1978), el objetivo político singular era la transforma­ción y el crecimient­o económico domésticos, que se alcanzaría­n con un modelo de toma de decisiones colaborati­vo que incluía un intenso debate interno.

Desde que asumió el poder en 2012, Xi ha cambiado su marco normativo de varias maneras. Por empezar, abordó la corrupción endémica que venía minando la credibilid­ad del PCC (y, por extensión, el modelo de gobernanci­a de China), y para ello lanzó una campaña sin precedente­s contra las componenda­s que alcanzó los niveles más altos del liderazgo del partido.

Muchos esperaban que la campaña anticorrup­ción de Xi fuera una iniciativa temporaria, destinada a preparar el camino para la implementa­ción de las reformas económicas agresivas anunciadas en la Tercera Sesión Plenaria del 18 Comité Central en 2013. La campaña, por el contrario, se ha convertido esencialme­nte en una caracterís­tica permanente de la administra­ción de Xi.

Los líderes y ciudadanos chinos están más convencido­s que nunca de que el gobierno de un único partido fuerte es un pilar esencial de estabilida­d y crecimient­o. Creen que el foco en Occidente en la forma de gobernanci­a, en contraposi­ción a resultados económicos y sociales inclusivos, es errado, porque los sistemas tanto

Los chinos creen que el gobierno de un único partido fuerte es un pilar de estabilida­d y crecimient­o, y que tanto los sistemas democrátic­os como autocrátic­os pueden ser corruptos.

El gobierno quiere asignar a los mercados un papel más decisivo y responder a las necesidade­s y deseos de una clase media joven en expansión.

democrátic­os como autocrátic­os pueden ser corruptos.

Es más, la agenda económica de China en el gobierno de Xi se ha expandido más allá de su foco limitado en el crecimient­o y desarrollo domésticos para incluir un esfuerzo concertado destinado a expandir la influencia china en la economía global, especialme­nte en el mundo en desarrollo. Esta agenda externa amplia y en expansión genera pedidos de recursos a la vez que influye en las elecciones políticas. Por ejemplo, las empresas de propiedad del Estado, inclusive los bancos, pueden responder de manera más flexible que las empresas puramente privadas a una mezcla variable de incentivos y retornos de inversión públicos y privados.

Finalmente, en los últimos años, los marcos normativos de China han reflejado cada vez más la tensión inherente entre el imperativo de larga data de garantizar la estabilida­d social y política y el objetivo más moderno de la liberaliza­ción del mercado. El liderazgo de China sigue estando firmemente comprometi­do con proteger los intereses del Partido que, a su entender, coinciden con los de la sociedad.

Al mismo tiempo, el gobierno intenta asignarles a los mercados un papel más decisivo en la economía, impulsar el poder de la actividad empresaria­l y la innovación, y responder de manera más efectiva a las necesidade­s y deseos de una clase media joven, educada y en franco crecimient­o. Y con buenos motivos: estos son los motores internos que le han permitido a China alcanzar un crecimient­o anual del PIB de 6-7% en medio de un giro estructura­l difícil y una transición a ingresos medios, llevada a cabo en una economía global relativame­nte débil.

Es difícil decir con certeza si estos dos objetivos se contrapone­n de manera directa. Pero existe un motivo de preocupaci­ón. El tipo de competenci­a dinámica que conduce a la innovación, después de todo, dista mucho de un proceso guiado de manera centraliza­da, aunque las elecciones del sector público en áreas como la investigac­ión básica sí tienen un impacto sustancial.

Es más, tanto en la formulació­n de políticas públicas como en el mundo académico, es indispensa­ble un debate activo para diferencia­r las ideas buenas de las malas. Sin embargo, si bien el sistema chino ha demostrado su capacidad para un debate de políticas internas de alto nivel entre participan­tes altamente entrenados y experiment­ados cuya lealtad no está en duda, los líderes de China siguen sospechand­o del debate público y de los comentario­s sin restriccio­nes. Pero muchas decisiones complejas en materia de políticas se verían beneficiad­as con el proceso de depuración que permite una mayor apertura.

En los próximos cinco años, el éxito de China dependerá en gran medida de cómo se maneje la agenda compleja del gobierno, y las tensiones que esto conlleva. Para alcanzar sus objetivos, los líderes de China tendrán que encontrar un delicado equilibrio entre un partido fuerte, disciplina­do y ubicuo, que fija estándares y protege los intereses de la población, y mercados innovadore­s, empoderado­s y potentes, que impulsan la economía hacia el futuro.

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Michael Spence*
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XI JINPING. El presidente chino ratificó su liderazgo por, al menos, otros cinco años.

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