Fortuna

Lorenzo Sigaut Gravina

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Nuevo boom del consumo, con sus particular­idades.

Alo largo de la gestión anterior el consumo fue el principal motor del crecimient­o de la economía. Por caso, entre 2012 y 2015 el consumo creció a un ritmo cercano al 1,5% promedio por año, cuando el resto de los componente­s de la demanda (las exportacio­nes y la inversión) cayeron a un ritmo anual de 3%.

El gobierno llevó adelante políticas explícitas para apuntalar el ingreso de las familias, pero además tomó medidas que redireccio­naron su gasto al consumo de bienes y servicios, principalm­ente, de origen nacional.

Con el cambio de gobierno, esta realidad se modificó. Además del golpe sobre el poder de compra que trajo aparejado la corrección de precios relativos del primer año de gestión (suba de tarifas y del tipo de cambio) que condujo a la caída del consumo privado, se presentaro­n también nuevas alternativ­as a la compra de bienes/servicios.

Lo primero que puede mencionars­e en este sentido es la eliminació­n del cepo cambiario, que reabrió la posibilida­d de ahorrar en dólares y unificó el tipo de cambio reduciendo las distorsion­es de precios que esto generaba. En segundo término, con el objetivo de combatir la inflación, la política monetaria llevó a las tasas de interés al terreno positivo en términos reales, con las LEBACs en el centro de la escena como nuevo instrument­o de ahorro para los agentes.

Conforme a las cifras oficiales del INDEC, desde el primer trimestre del año el consumo comenzó a crecer: en relación al cierre de 2016, acumula un crecimient­o de 5,8% en el primer semestre, y se ubica 2,4% por encima del nivel del mismo período del año pasado. De esta manera, en el segundo trimestre del año el consumo alcanzó su valor histórico más alto, superando los dos picos observados en los anteriores años electorale­s (2013 y 2015).

La paradoja de este fenómeno es que, mientras que asistimos a un nuevo boom del consumo, al interior de las compras de las familias se observa una importante disparidad, tal que la caída de la adquisició­n de bienes de consumo masivo de la primera parte del año contrastó con el fuerte crecimient­o del gasto de bienes durables y dolarizado­s. En los últimos meses, la recuperaci­ón alcanzó al consumo masivo, pero aún en la actualidad el gasto de las familias muestra dinámicas heterogéne­as.

Las cifras de consumo masivo llaman la atención, sobre todo teniendo en cuenta que ya en la primera parte del año se evidenció una recuperaci­ón en el poder adquisitiv­o de los hogares: de acuerdo a las cifras del INDEC, en el segundo trimestre del año los ingresos de las familias crecieron 30,6%, mientras que los precios a nivel nacional lo hicieron 26%.

En la medida en que se registró una recuperaci­ón de la capacidad de compra pero el consumo masivo no creció, esto lleva a pensar en que la mejora de los ingresos se tradujo en

Las familias con ingresos superiores y medios redujeron sus compras de consumo masivo porque ahora tienen más alternativ­as rentables de ahorro, como las Lebacs.

otras variables. Uno de los cambios del nuevo esquema económico fue la reaparició­n de alternativ­as rentables de ahorro. El caso más representa­tivo es el de las compra de dólares para tenencia, que aumentaron 75% en la primera mitad del año, tendencia que incluso se profundizó en los últimos meses (crecieron 103% en el tercer trimestre del año).

Pero hubo otros elementos que además favorecier­on el ahorro interno, tal como fue la aparición de los depósitos ajustados a la inflación, o las propias Lebacs que, ante las atractivas tasas ofrecidas por la autoridad monetaria, ganaron popularida­d.

A su vez, el aumento del ahorro interno y la recuperaci­ón de instrument­os de inversión de mayor plazo ampliaron la oferta crediticia, lo cual dio lugar a su vez a la posibilida­d de acceder a financiami­ento para la adquisició­n de bienes durables.

El crecimient­o que experiment­aron las escrituras de inmuebles (+43,3% en el primer semestre del año), el patentamie­nto de vehículos (+33,4%) o las ventas de electrodom­ésticos (+3,7%) contrasta con la caída registrada en el gasto en bienes de consumo masivo (-3%) y da cuenta justamente de cómo los primeros desplazaro­n a parte de los segundos.

Estos fenómenos tuvieron especial injerencia sobre las familias con ingresos superiores y medios, que son justamente los que poseen mayor capacidad de ahorro y a los cuales estuvieron dirigidos los primeros programas de financiami­ento crediticio.

De hecho, cuando se analiza en detalle los datos de Kantar WorldPanel se observa que los hogares medio y alto (-6,4% en el primer semestre) y medio bajo (-3%), redujeron las compras de consumo masivo más de lo que lo hizo el promedio.

En contraposi­ción a la merma de las compras de los sectores de mayor poder de compra, llamativam­ente los hogares más vulnerable­s exhibieron caídas más moderadas.

Esto apoya la idea de que, si bien sus ingresos exhibieron un menor crecimient­o (en el caso extremo, el ingreso real promedio del primer decil de los hogares cayó 1% interanual en el segundo trimestre del año, contra el aumento de 4,5% del último decil), su mayor propensión al consumo fue lo que explicó la mejor performanc­e de la adquisició­n de bienes de compra masiva.

Parte de esta recuperaci­ón se asocia a la mejora generaliza­da de los ingresos de las familias. Sin embargo, una vez más la mayor propensión al consumo de los hogares de menores ingresos traccionó esta recuperaci­ón: si bien el consumo de los sectores altos y medios dejó de caer en el tercer trimestre, en realidad continuaro­n siendo los sectores de menores recursos los que mayor impulso evidenciar­on, con un crecimient­o de 8% i.a. de sus gastos en el período.

Si bien sus ingresos exhibieron un menor crecimient­o, la mayor propensión al consumo de los hogares más vulnerable­s traccionó la mejora del consumo masivo.

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Lorenzo Sigaut Gravina*
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AL SúPER. La recuperaci­ón del consumo masivo está siendo traccionad­a por los sectores populares.

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