Dani Rodrik
El curioso caso de la expansión en África.
Amuchas de las economías más pobres del mundo les está yendo bien a pesar de los bajos precios mundiales de las materias primas de los cuales tienden a depender. El crecimiento económico en el África subsahariana se ha desacelerado precipitadamente desde el año 2015, pero esto refleja problemas específicos en tres de sus economías más grandes (Nigeria, Angola y Sudáfrica). Se proyecta que Etiopía, Costa de Marfil, Tanzania, Senegal, Burkina Faso y Ruanda logren un crecimiento del 6% o más este año. En Asia, lo mismo es cierto para los casos de India, Myanmar, Bangladesh, la República Democrática Popular Lao, Camboya y Vietnam.
Todas estas son muy buenas noticias, pero también son desconcertantes. Las economías en desarrollo que logran crecer rápidamente y de manera sostenida sin depender de los auges de los recursos naturales – como la mayoría de países lo han hecho durante una década o más – suelen hacerlo a través de la industrialización orientada a la exportación. No obstante, pocos de los prenombrados países se industrializan mucho. La participación de la industria manufacturera en los países subsaharianos de bajos ingresos está, de manera general, estancada, y en algunos casos está disminuyendo. Y, a pesar de que se habla mucho sobre “Fabricar en India”, que es uno de los eslóganes del primer ministro Narendra Modi, el país muestra pocos indicios de una rápida industrialización.
La diferencia parece explicarse por el hecho de que la expansión de los sectores urbanos y moder- nos se ve impulsada por la demanda interna, y no así por la industrialización orientada a la exportación. En particular, el modelo africano parece apoyarse en shocks positivos de la demanda agregada generados por las transferencias provenientes del exterior o por el aumento de la productividad en la agricultura.
No obstante, hay límites a cuán lejos puede este proceso llevar a la economía. Los flujos de salida de mano de obra del sector agrícola son un resultado inevitable durante el proceso de desarrollo, lo que, en parte, se debe a la elasticidad baja de los ingresos con respecto a los productos agrícolas. El trabajo que se libera debe ser absorbido en las actividades modernas. Y, si la productividad no está creciendo en estos sectores modernos, el crecimiento de toda la economía en última instancia se detendrá.
Los países africanos de bajos ingresos pueden mantener tasas moderadas de crecimiento de la productividad en el futuro, sobre la base de mejoras constantes en el capital humano y la gobernanza. La convergencia continua con los niveles de ingreso de los países ricos parece factible. Sin embargo, la evidencia sugiere que las tasas de crecimiento provocadas recientemente por un cambio estructural rápido son excepcionales y puede que no sean duraderas.
En estos países, la expansión de los sectores urbanos y modernos se ve impulsada por la demanda interna y no por la industrialización orientada a la exportación.