“Creímos que él era el malo y ella, la buena”
En “Salvo que me muera antes”, Ceferino Reato explica por qué tantos empresarios respaldaron a Cristina Kirchner luego de la muerte de su marido, en 2010. Cuatro anécdotas sobre un hecho que conmovió al país.
En “Salvo que me muera antes”, Ceferino Reato explica por qué tantos empresarios respaldaron a Cristina Kirchner luego de la muerte de su mari do. Cuatro anécdotas sobre un hecho que conmovió al país.
YO NO SOY NINGUNA VIEJA CHOTA!” A las ocho y media de aquel miércoles 27 de octubre de 2010, cuando estaba oscureciendo, el doctor Luis Buonomo llamó al funebrero Walter Yosver.
– Cerrá el cajón.
– ¿Van a Buenos Aires?
– Sí.
– Doctor, necesito saber a qué hora se van a ir.
– A las dos de la mañana. Hasta ese momento se especulaba con que el ex presidente fuera velado en una ceremonia abierta al público en Río Gallegos – en la Casa de Gobierno que ocupó durante tres períodos consecutivos – o en Buenos Aires, donde aparecían dos lugares alternativos: el Congreso o la Casa Rosada.
Mientras preparaba sus herramientas para cerrar el cajón, Walter Yosver llamó a su jefa, María Inés Ilhero, para avisarle que levantaban definitivamente el velatorio en Río Gallegos.
–Voy a soldar – agregó. –Espero que el cuerpo entre bien. Llamáme cuando terminés –le ordenó la dueña de la cochería.
El cierre del cajón es el momento crítico de un velatorio; el desgarrador instante de la despedida. Yosver se paró en una de las puntas del cajón, con el soldador en la mano derecha y una cajita con herramientas en la izquierda.
Primero, habló Cristina, los ojos llorosos clavados en el rostro de su compañero durante más de treinta y cinco años, la voz quebrada por el dolor.
–Pensar que trabajamos tanto. Nos vinimos al sur tan jóvenes y ahora te vas y me dejás sola. Pero, quédate tranquilo: yo te voy a hacer quedar bien… ¡Te amo! ¡Te voy a extrañar siempre!
Luego, fue el turno de su hijo, Máximo.
– Chau papá. Te juro que a todos los que te hicieron esto... ¡los voy a hacer mierda!
Cuando Cristina se retiraba, un comedido la tomó del brazo para ayudarla a bajar el escalón del desnivel de ese sector del living.
– Llévenla, llévenla hasta el ….
–Yo no soy ninguna vieja chota para que me anden llevando. Me voy porque no soporto el ruido de ese soldador – lo interrumpió la Presidenta, rápidamente recompuesta de la despedida.
“YO TRABAJO LAS VEINTICUATRO HORAS”
A los 60 años, Kirchner había sido todo lo que un político puede soñar: intendente de su ciudad, Río Gallegos; tres veces gobernador de su provincia, Santa Cruz, y presidente de la República, y hasta había ungido a su propia esposa como sucesora. Un político fuera de serie – en el más estricto sentido de la palabra – que se proyectó desde una provincia con menos de 130 mil electores, el 0,5 por ciento del total nacional.
“Un tipo nacido acá, en el culo del mundo, y todo eso lo hizo él, desde la nada; es admirable, por más que yo haya estado en contra de sus políticas y lo haya criticado mucho”, admite el ingeniero Roberto Giubetich, radical, actual intendente d de Río Gallegos.
Y recuerda un diálogo telefónico con Kichner d durante una cena de fin de año entre los diputados provinciales del oficialismo y la oposición. Kirchner, que era gobernador, llamó a uno de los suyos, Héctor Icazuriaga, luego jefe de la Secretaría de Informaciones, la ex SIDE, para pedirle un dato de un proyecto de ley.
–Decíle que duerma un poco –le gritó Giubetich.
–Dice que quiere hablar con vos –le dijo Icazuriaga mientras le pasaba su celular.
–Yo trabajo las veinticuatro horas, no como ustedes que están de joda –lo chicaneó el gobernador.
“PASO A PASO Y PESITO A PESITO”
A Kirchner le gustaba acumular, pero no gastar, según Miriam Quiroga, locutora oficial de sus actos en su tercer mandato como gobernador y de su campaña presidencial; funcionaria influyente con despacho en la Casa Rosada durante su gobierno, y, según ella afirma y muchos corroboran, “amante de Néstor durante once años”, desde fines de los noventa hasta prácticamente su muerte.
“Néstor era avaro, es cierto: no te pagaba ni un café. Siempre decía, incluso en actos partidarios: ´Paso a paso