Macri dejará un déficit similar al que heredó
Por qué las metas fiscales está mal diseñadas y terminan siendo poco ambiciosas. Qué se esconde detrás de los números oficiales. La tarea que le espera a Leandro Cuccioli, el nuevo titular de la AFIP.
Por qué el cumplimiento del programa fiscal está mal diseñado y es poco ambicioso. La trampa que se esconde detrás de los números oficiales. El déficit con el que tendrá que lidiar Leandro Cuccioli, el nuevo titular de la AFIP.
La meta fiscal de 2018 muy probablemente se terminará cumpliendo. Obviamente, cumplir la meta fiscal es mejor que no cumplirla. Así como haber cumplido con el objetivo en 2017 fue mejor que no haberlo hecho. Ambas cosas están fuera de discusión. Sin embargo, ver cómo dicha meta se cumple son dos variables más importantes que el cumplimiento en sí.
El primer punto por señalar cuando se analiza el cumplimiento del programa fiscal es que las metas fiscales tienen dos grandes problemas: están mal diseñadas y terminan siendo poco ambiciosas, lo cual lleva a malos resultados macroeconómicos.
Los números son elocuentes en este sentido. Por un lado, el déficit fiscal financiero (con intereses) aumentó en términos del PBI cuando se compara 2015 (6,1%) con 2017 (6,9%). Paralelamente, se tomó deuda por 19% del PBI (u$s 117.870 millones) en el mismo período: Nación u$s 96.130 millones (81%); Provincias, u$s 12.044 millones (10%); y empresas, u$s 9.696 millones (9%).
La inflación sigue ubicándose en torno al 25% anual y el PBI per cápita cerró 2017 por debajo de 2015 (-1,8%) y de 2011 (-5,8%). El Estado absorbe casi todo el endeudamiento, dejando prácticamente sin financiamiento al sector privado, consecuentemente no sorprende la falta de inversión y los bajos niveles de expansión de la actividad económica y del nivel de empleo.
La inversión en términos del producto habría cerrado en torno al
Entre los años 2016 y 2019 la Argentina se está endeudando para, finalmente, no arreglar el problema fiscal y para no crecer.
16% en 2017, es decir -6 puntos porcentuales por debajo del promedio de la región (22%), con lo cual las posibilidades de crecer “en serio” y en forma sostenida no son las más elevadas.
Las metas fiscales están mal diseñadas porque no tienen en cuenta el pago de intereses de deuda, ignorando el principal impacto del actual programa fiscal: la toma de deuda. Este error se torna más grosero si se tiene en cuenta que la tasa libre de riesgo ya está subiendo en el mundo y que la Reserva Federal proyecta subir su tasa de referencia.
El mal diseño de las metas fiscales y su falta de ambición en materia de reducción del gasto y del resultado fiscal negativo quedan expuestos cuando se observa que su cumplimiento tanto en 2018 como en 2019 sólo nos permitirá terminar “empatados” con 2015. Es decir que Macri dejaría un déficit fiscal similar al que heredó de CFK pero con mucha más deuda.
Puntualmente, la deuda pública terminaría cercana al 70% del PBI, pero el déficit fiscal en 2019 (6,0%) sería apenas inferior al de 2015 (6,1%). Al mismo tiempo, el PBI per cápita 2019 terminaría empatado con 2015, pero un -3,7% por debajo de 2011. Es decir, en 2016/2019 nos endeudamos para no arreglar el problema fiscal y para no crecer.
POSITIVO. De acuerdo con nuestro análisis, creemos que la meta de déficit primario puede ser cumplida durante 2018. Hacia fines del año pasado el cumplimiento de la meta fiscal 2018 parecía alejarse. ¿Por qué? Porque la reforma tributaria (-0,3%) y los cambios a la Coparticipación (-0,3%) para darle recursos (con fines electorales) a Vidal en 2018 ($40.000 millones) y 2019 ($60.000 millones) reducían los ingresos por -0,6% del PBI incrementando el déficit de 3,2% a 3,8% del producto.
Es en ese escenario que sale “de apuro” la reforma previsional para que generar un ahorro que permita cumplir la meta fiscal 2018. De esta manera, la reducción necesaria del déficit se mantiene respecto al Presupuesto 2018. Además, y también a favor, haber finalizado el año con un déficit de 3,9% mejora las condiciones iniciales, ahora es sólo necesaria una baja de 0,7% del PBI en el gasto primario (suponiendo constantes los ingresos en términos del producto) para cumplir la meta.
¿Por qué creemos en la posibilidad de reducir el déficit en esa magnitud? Simple, sólo alcanzaría con el recorte presupuestado en subsidios económicos (incluso menos). Desde E&R estimamos que el recorte a los subsidios económicos alcanzará 0,7% del PBI, es decir, lo necesario para cumplir la meta.
Este optimismo se basa en que el Gobierno Nacional tuvo la “muñeca” para bajar los subsidios económicos -1,4% del PBI en 2017, aún siendo un año electoral. Además, como parte del recorte de los subsidios económicos se pospuso para después de las elecciones, se contará con un efecto estadístico que facilitará la reducción de los subsidios económicos y el cumplimiento de la meta. Esto se verificará especialmente en transporte, que no había tenido ajustes de tarifa por las elecciones.
Tampoco se puede decir que es muy sencillo reducir los subsidios económicos y que el cumplimiento de la meta está asegurado. ¿Por qué? Porque los subsidios económicos son sensibles al aumento del precio del barril internacional de petróleo
y al tipo de cambio, tanto por los precios de la energía importada como por los subsidios internos al transporte.
Sin embargo, de no mediar un crecimiento extraordinario en el precio del barril de petróleo o una potente devaluación (no contemplada en nuestros escenarios), la caída en los subsidios económicos será una gran herramienta para el control del déficit fiscal durante 2018.
Incluso, un eventual incumplimiento en esta proyección sobre los subsidios económicos no debería preocupar, hay lugar adicional para recortar gasto. Que el Ministerio de Hacienda no lo haga convencido de su gradualismo no quiere decir que no exista la posibilidad de hacerlo. No obstante, de ser necesario, creemos que Hacienda utilizará otras partidas para el ajuste.
De hecho, el Gobierno ya está actuando en este sentido. Intentar eliminar la cláusula gatillo y pisar el ajuste salarial por debajo del 15% muestra que las autoridades se anticipan procurando, vía licuación de salarios en términos reales, crear un colchón de ahorro que pueda contrarrestar una menor disminución de los subsidios económicos.
Es decir, el sector privado seguirá siendo quien, vía subsidios o vía salarios, pague la reducción del déficit primario. En segundo orden aparece la obra pública, ya que no le costará demasiado bajar algunas décimas del PBI el gasto de capital para cumplir la meta.
Sin embargo, más allá de esta relativa tranquilidad para cumplir la meta fiscal 2018, hay que alertar que la estrategia de bajar el déficit fiscal sólo vía reducción de subsidios económicos no alcanza. Justamente, acá es donde el costo del gradualismo económico queda más claramente expuesto.
En 2015 se alcanzaba el equilibrio fiscal primario sacando los subsidios económicos. Por el contrario, en el presente el déficit fiscal primario sólo baja la mitad eliminando por completo todos los subsidios económicos. ¿Por qué? Porque Cambiemos aumentó el gasto en otras partidas y porque hubo baja de retenciones.
Sin embargo, el costo del gradualismo queda más crudamente expresado en que el déficit financiero de 2018 (6,6%) seguirá siendo mayor al de 2015 (6,1%) y prácticamente no bajará con respecto a 2017 (6,9%) y que las necesidades financieras serán muy similares a las del año pasado colocando deuda por más de U$S 30.000 millones por tercer año consecutivo.
COLCHON. El resultado primario registró un superávit de $3.929 millones, lo cual representa una mejora de 10% respecto al mismo mes de 2017. ¿Es digno de festejo? No está mal, pero tampoco es para “descorchar”, ya que enero siempre es un mes estructuralmente superavitario.
No obstante, hay que resaltar que con la metodología Prat-Gay, enero 2018 habría sido deficitario en $694 millones. ¿Cómo? Porque la metodología Nicolás Dujovne contabiliza los recursos del ANSES como ingresos corrientes, mientras que la metodología Prat Gay los computaba “debajo de la línea”.
Este superávit primario de enero 2018 genera un colchón que contribuye positivamente al cumplimiento de la meta fiscal del primer trimestre 2018 (-0,6% del PBI de déficit primario). Entrando en detalle, los ingresos tributarios mostraron un crecimiento de 16,9%, aunque si se netean los ingresos por blanqueo de 2017, la comparación se eleva hasta 22,8%, cifra que de todos modos se encuentra por debajo de la inflación.
A pesar de que la recaudación subió más que eso, las mayores transferencias automáticas por coparticipación a provincias disminuyeron los ingresos nacionales. Sin embargo, este guarismo fue compensado por el resto de los ingresos que, más allá de su relevancia, crecieron 58,2%, principalmente explicados por las mayores rentas cobradas por parte ANSES
La velocidad a la que crece el pago de intereses condiciona toda la política fiscal y determina el ritmo del gradualismo.
y su Fondo de Garantía y Sustentabilidad (FGS).
Como se mencionó anteriormente, estas rentas permitieron mejorar el resultado fiscal significativamente ya que la anterior metodología
(Prat Gay) no las tenía en cuenta para el cálculo del resultado primario.
En conjunto, los ingresos crecieron 24,9%, con una inflación de 25%. Esto no significa que el crecimiento se haya detenido, sino que refleja el efecto de los acuerdos con las provincias para la devolución de las detracciones por parte de ANSES y la eliminación del Artículo
104 de la Ley del Impuesto a las Ganancias.
Por el lado del gasto, la partida más relevante sigue siendo, por lejos, la del gasto previsional en jubilaciones y pensiones. Las mismas crecieron un 29,7%, más de 4 puntos porcentuales por encima de la inflación. Esto se repite mes tras mes como consecuencia de que aún se encuentra en vigencia la muy laxa vieja actualización de los haberes, en combinación con mejores
prestaciones como consecuencia de la reparación histórica
Sin embargo, como durante todo el 2017, el principal componente del control del gasto no viene de las partidas más grandes, sino del gasto en subsidios económicos. Estos avanzaron sólo 1,9%, cayendo fuertemente en términos reales.
Si bien el buen resultado de esta partida se explica principalmente por los subsidios energéticos (-10%), los subsidios al transporte (+6%) comenzarán a traccionar más fuertemente a la baja a partir de febrero y con la mayor incidencia pasado el mes de junio, cuando se terminen de ajustar las tarifas de colectivos y trenes.
Los salarios, por su parte, son la segunda partida en orden de importancia a la hora de cuantificar el juste, ya que crecieron sólo 20,4%, cerca de -5 p.p. por debajo de la inflación. En este frente, la disciplina tanto en términos de cargos públicos nacionales como respecto de las paritarias conservadoras ayudan a mantener en línea el gasto en personal público.
Aunque en enero 2018 también hay que contabilizar la obra pública como cuenta que contribuyó al “ajuste”, ya que cayó -40,1% interanual, un comportamiento que no se observaba desde 2016, cuando la obra pública se utilizó como amortiguador del déficit.
Del otro lado, las transferencias a provincias fueron otra de las partidas que crecieron por encima del nivel de precios. En parte, este crecimiento obedece al financiamiento de cajas previsionales no transferidas a la nación y otras transferencias discrecionales.
En definitiva, en enero el gasto primario creció sólo +19,5%, ubicándose por debajo de la inflación, lo cual es positivo ya que implica una reducción de las erogaciones (antes de intereses) en términos reales. No obstante, en E&R siempre miramos el gasto total, es decir computando el pago de intereses.
De hecho, la velocidad a la que crece el pago de intereses es la que condiciona toda la política fiscal “sobre la línea”, dictaminándole el ritmo al gradualismo. En particular, el pago de intereses se aceleró en un 226% a nivel interanual en enero. Con esto, en enero 2018 se registró un déficit financiero de -$25.889 millones, lo cual implica un aumento de +366% interanual.