La fusión perfecta de tradición y modernidad
Cómo la cultura oriental se mantiene viva en cada templo y santuario con ciudades que han sabido absorber parte del mundo occidental. Tips de los recorridos, gastronomía y alojamientos. Además, el mito de que viajar allí es caro.
Cómo la cultura oriental se mantiene viva en cada templo y santuario con ciudades que han sabido absorber parte del mundo occidental. Tips de los recorridos, gastronomía y alojamientos. Además, el mito de que viajar allí es caro.
Japón nunca había estado en mi lista de destinos preferidos. Siempre me había llamado más la atención ir a China. En particular, su Gran Marulla. Una buena oferta aérea me convenció de cruzarme el mundo entero para viajar hasta Nipón. El resultado: el mejor viaje que hice. Sus paisajes, su tradición, su cultura, su gente, su comida... una experiencia increíble que disfruté desde que aterricé en Tokio.
No es sencillo definir un viaje en el que todo el tiempo pasa algo. Todo es una novedad. Desde la cantidad de líneas de trenes y la puntualidad con la que salen, hasta pedir comida en un restaurante, hacer el check-in en el hotel con un celular o sus inodoros inteligentes. Son millones de personas, en todos lados, pero no hay caos. Todo está ordenado, prolijo y limpio. Muy limpio. No hay inseguridad, y en las tres semanas en las que estuve vi menos de diez policías. Solo un patrullero. Las bicicletas duermen en la calle. Muchas de ellas, sin candado. En los medios de transporte público las mujeres van con sus carteras abiertas y los hombres con sus mochilas en la espalda. Nadie está mirando si alguien mete la mano. No se escucha un solo llamado por teléfono. Ni siquiera el sonido de un whatsapp. La armonía se respira y se siente. Lo sentí yo como turista y lo sienten ellos que viven ahí.
RECORRIDOS. Es difícil recomendar un itinerario, porque hay mucho para recorrer. Mi viaje se dividió en dos partes. Durante dos semanas recorrí Kioto, Nara, Arashiya- ma, Osaka, Hiroshima, Miyajima y Takayama. Y, los últimos siete días, fueron dedicados exclusivamente a Tokio (compartiré mi experiencia en el próximo número de Fortuna). Todos los trayectos los hice en tren, tanto en los Shinkanzen (que son los rápidos) como en los locales. El boleto, que te permite utilizarlo durante 14 días por casi toda la red ferroviaria, tiene un valor de u$s 424. Los mismos recorridos, sin ese ticket, hubiesen salido más de u$s 800. Hay que comprarlo, si o si, antes de llegar a Japón.
No importa cuál sea la ciudad que se recorra, basta con salir a la calle y caminar. Kioto y Osaka son quizá los dos lugares donde más fusión hay entre el Japón del ayer, con sus castillos, templos y santuarios, y el
de hoy, con carteles de led de bajo consumo, centros comerciales y autos híbridos.
Los castillos son un imperdible. Están muy bien conservados y muchos de ellos han sido restaurados luego de sucesivos incendios. En sus alrededores están, generalmente, lo parques más grandes y los jardines más coloridos.
El respeto por el otro se percibe en la armonía en la que conviven los templos, que son budistas, con los santuarios, que son sintoístas. Ambas religiones forman parte de la tradición nipona. Según datos oficiales, casi el 80% de la población japonesa profesa la religión sintoísta, pero casi el 67% también es budista.
COMIDA. La gastronomía es otro de los puntos fuertes en Japón. Se
puede comer absolutamente de todo, desde platos típicos de cada una de las regiones, hasta exquisitas pastas y pizzas. Su plato más popular y conocido internacionalmente es el sushi. Sin embargo, su sabor es muy diferente al que se come en Argentina. El arroz tiene otra consistencia y otro sabor. Y, mientras que acá la estrella es el salmón, en nipón se utiliza una gran variedad de pescados, siendo el atún rojo su estrella.
Además, vale la pena degustar un plato de tofu (alimento preparado a partir de la leche de soja), tempura (que es una combinación de fritura de mariscos y verduras) y, para mí los dos imperdibles son el ramen y el okonomiyaki. El primero son fideos similares a los chinos, que se sirven en un bowl, como en una sopa caliente y acompañado por pescado, carne o pollo. Generalmente también tiene dentro un huevo semi-cocido. En cambio, el okonomiyaki, plato típico de Hiroshima, es una especie de toritilla con ingredientes de todo
tipo. Una verdadera exquisitez.
ALOJAMIENTO. La cantidad y variedad de hospedaje disponible en Japón es enorme y pude disfrutar de diversas experiencias. A través de Booking.com realicé todas las reservas a lo largo y ancho de la isla oriental, y así fue como conocí los diferentes alojamientos que hay. En Kioto estuve en un hotel cuatro estrellas, ubicado muy cerca del Palacio del Emperador, en pleno centro. En Osaka, en cambio, donde estuve dos noches, decidí probar dormir en un hotel cápsula. En vez de una habitación, es como si fuese una litera, que está cerrada por todos lados, y adentro tenéz luz, aire, música y televisión. Por supuesto que los baños son compartidos, y hay espacios comunes para comer. Es algo muy diferente a lo que estamos acostumbrados en nuestro país, pero vale la pena probarlo. Eso sí, lo recomiendo solo un par de noches. Y, la otra experiencia que tuve fue la de dormir en un ryokan, un alojamiento tradicional japonés. Lo hice en Takayama, uno de los pueblos en lo que se conoce como los alpes japoneses. Suelen ser de madera, y en su interior las
puertas son corredizas, en las habitaciones no hay camas sino que el piso está cubierto de tatami y se duerme en pequeños colchones. Son muy cómodos y dentro de los ryokan se siente la cultura japonesa, ya que suelen estar atendidos por japoneses oriundos de ese lugar.
PRECIOS. Uno de los mitos es que viajar a Japón es caro. Un pasaje aéreo, vía EE.UU. se consigue por menos de $ 21.000. Allí se puede comer desde u$s 5 un buen plato de ramen En cuanto a los hospedajes, se consiguen aparthotel desde u$s 80 y hoteles tres estrellas desde u$s 115. Las entradas a los templos y santuarios rondan los u$s 10 a u$s 20.