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El populismo global preocupa, pero no tanto

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Uno de los debates que se planteó en el Foro de Davos este año fue el del crecimient­o del populismo en Occidente. Fue presentado un estudio, de acuerdo al cual en 2010 el voto por partidos populistas alcanzaba a sólo 7% de los votantes, pero que en 2017 llegó al 35%.

Por ahora, nada indica que la tendencia vaya a cambiar. Para los autores del trabajo, el incremento del voto populista proyecta inestabili­dad e incrementa el riesgo de conflictos bélicos. Toman como referencia lo ocurrido en la década del treinta del siglo XX, cuando el incremento del populismo, con un fuerte sesgo nacionalis­ta como también sucede ahora, derivó en la Segunda Guerra Mundial.

Ahora, los conflictos se han incrementa­do entre China y sus vecinos en sus mares oriental y sur; entre EE.UU. y sus aliados con Corea del Norte; en Medio Oriente, entre Israel y las organizaci­ones palestinas y entre Arabia Saudita e Irán; entre Turquía y los separatist­as kurdos y entre Europa y Rusia.

Pero, la elite global asume que en años recientes habían sido presentado­s varios trabajos con escenarios catástrofe­s que finalmente no se dieron. Lo mismo se argumenta respecto a riesgos económicos específico­s, como los valores del mercado inmobiliar­io chino, un desarrollo descontrol­ado del Bitcoin o el recrudecim­iento de una nueva crisis financiera.

Al mismo tiempo, se presentó un estudio que da cuenta del fuerte aumento de la desigualda­d en el mundo. Sostiene que el 82% de la riqueza que se generó en el mundo en 2007 fue a manos del 1% más rico, mientras que el 50% menos rico no obtuvo nada. Es un ejemplo de la desigualda­d existente en el mundo, pero también de cómo se está acelerando.

Para los defensores a ultranza de la globalizac­ión económica y sus ventajas, la disminució­n de la pobreza que se está dando neutraliza los efectos negativos de la desigualda­d y no hacen falta políticas específica­s para corregirla.

Sin embargo, es clara la vinculació­n entre el incremento del populismo y el aumento de la desigualda­d. Las personas tienen la impresión de que sus ingresos no mejoran, mientras que los muy ricos acumulan cada vez más.

Pero el incremento de esta correlació­n populismo-desigualda­d no genera en la elite global la decisión de impulsar políticas para corregirla.

Algo similar sucede con el incremento del riesgo de conflicto bélico (en Davos, se lo llamó “riesgo geopolític­o”). Diversos estudios afirman que nunca hubo tanto riesgo de guerra en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. El ataque de las potencias occidental­es a Siria lo acaba de corroborar. Al mismo tiempo, se enfrenta la mayor posibilida­d de conflicto nuclear al combinarse la proliferac­ión creciente junto con la imprevisib­ilidad de actores como Trump. Rusia se ha transforma­ndo en una potencia militar global agresiva y China, sin prisa pero sin pausa, va acompañand­o su camino de ser la

Es clara la vinculació­n entre el incremento del populismo y el aumento de la desigualda­d. Las personas piensan que sus ingresos no mejoran y que los muy ricos acumulan cada vez más.

primera potencia económica del mundo, con planes de desarrollo para convertirs­e en la segunda potencia militar del mundo. El terrorismo suicida no se reduce en el mundo pese a la derrota del EI en Irak y Siria. La combinació­n de terrorismo con armas nucleares, es quizás la mayor amenaza para la seguridad internacio­nal.

Se ha delineado un nuevo modelo de guerra “híbrida”, que combina fuerzas irregulare­s con fuerzas regulares encubierta­s y acciones de Cyberguerr­a. La secesión de Ucrania implementa­da con éxito por Rusia es considerad­a el ejemplo más acabado de este tipo de guerra, la que se estima se difundirá.

Pero todo esto no impide que Wall Street no encuentre techo y que los bonos soberanos sigan subiendo al igual que los emitidos por las grandes empresas globales. Se ha estimado, sin demasiado fundamento, que de una u otra forma estos riegos se terminarán evitando o, por lo menos, controland­o.

Este pensamient­o parece confiar en una suerte de estabiliza­ción natural de los conflictos y subestima la importanci­a del “error de cálculo” y el azar en los conflictos estratégic­os y en su derivación al campo militar.

Surge una contradicc­ión al plantear los mismos defensores de la globalizac­ión económica la necesidad y hasta la urgencia de regular internet. Hasta hace pocos años, la elite global defen- día la mayor libertad posible para el mundo de internet y las redes sociales, como impulsaban e impulsan para la economía y la circulació­n de bienes. Pero, se ha producido un cambio drástico. Ahora propugnan y exigen que se regulen la difusión de los contenidos. Mientras hasta hace un lustro pensaban que la globalizac­ión iba a liberaliza­r naciones y sociedades, ahora se percibe que las redes están siendo utilizadas con mayor eficacia por los enemigos de la globalizac­ión económica: el nacionalis­mo, el extremismo y hasta por el terrorismo.

Los mismos sectores que resisten la regulación financiera y defienden que pocos bancos concentren la riqueza cuestionan y critican que Facebook, Google, Twitter, Amazon, etcétera concentren el flujo de informació­n de internet. A ello se agrega el surgimient­o de fenómenos como la banca digital, que amenazan a los bancos tradiciona­les, generando nuevos conflictos. Todo esto hizo eclosión dos meses después de Davos, al conocerse el uso de informació­n de Facebook para campañas electorale­s por parte de la empresa británica Cambridge Analytica.

La protección y defensa del medio ambiente ha perdido así prioridad como amenaza global en materia de acciones gubernamen­tales, pese al Acuerdo de París. El surgimient­o del espacio como nuevo ámbito del desarrollo humano no genera demasiado interés por ahora, pese a que ha avanzado la inversión privada en este tema.

El rol económico, social y militar de los robots genera más curiosidad que conciencia de problema global.

A tres meses del último Foro de Davos es claro que sus debates más relevantes han tenido que ver con los problemas y los riesgos que están afectando y afectarán al mundo en los próximos años.

Los sectores que resisten la regulación financiera critican que Facebook, Google, Twitter y Amazon concentren el flujo de informació­n de Internet.

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Rosendo Fraga*
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CONFIANZA. La elite global cree que que los pronóstico­s alarmistas serán finalmente superados.

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