LA POBREZA, UN FENÓMENO CULTURAL
En 2002 la pobreza alcanzó valores muy elevados (del 55%) tanto por la inflación (que fue 42%, fruto de la gran devaluación) como por la propia recesión. A partir de entonces, durante los años en los que presidió el país Néstor Kirchner, se redujo de modo sustantivo a 26%.
¿Por qué ocurrió esto? Básicamente por la enorme expansión del PIB de esos años basada en el efecto rebote, los precios de la soja y la prudencia de Roberto Lavagna.
Desde 2007 la pobreza está estancada cerca del 25/30%. El indicador se mantuvo elevado por la inflación del 30% anual aproximado que se instaló hace 11 años y por la recesión-estancamiento del segundo gobierno de Cristina y del mandato de Cambiemos.
Los planes sociales existentes como el de la Asignación Universal por Hijo son algunas medidas que lograron moderar el problema, pero no son suficientes.
Es común observar el importante crecimiento de la población en villas de emergencia, especialmente desde los ‘90. En particular en la Capital Federal el aumento de esta población ha sido muy importante. Este crecimiento se asocia también, como es lógico, a una mayor inseguridad ciudadana.
Según el INDEC, la pobreza en nuestro país cerró el 2017 en 25,7% de las personas. La indigencia, por su parte, terminó en 4,8%. Ambos indicadores registraron una importante mejora respecto de los valores del primer semestre del 2017 donde se ubicaban en 28,6% y 6,2%, respectivamente.
Además del INDEC, existen muchas mediciones alternativas pero la más confiable es la del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA. Según la última medición de pobreza realizada por dicho centro correspondiente al tercer trimestre de 2017, la pobreza alcanzó al 28,7% de la población. En 2018, de acuerdo con el director del centro de investigación, los movimientos del tipo de cambio ocurridos durante el segundo trimestre del 2018 tendrían un importante impacto en el nivel de
pobreza elevando la cifra a cerca del 32%.
La pobreza está instalada en los grandes cordones urbanos como el Gran Buenos Aires, Gran Córdoba y Gran Rosario y es muy relevante en el NEA y en el NOA. Muchas veces los dirigentes lucran con la pobreza, que les es funcional para crecer en sus proyectos de naturaleza feudal clientelar.
Existe una cantidad importante de indicadores complementarios a la pobreza como la pobreza subjetiva, la vulnerabilidad social, la pobreza multidimensional y la movilidad social.
La pobreza, como dice Peter Drucker, es un fenómeno de naturaleza cultural y por eso es relevante romper el círculo perverso de la falta de educación y salud.
El kirchnerismo terminó su gestión sin cumplir con una bandera básica del justicialismo. El derrame de crecimiento no funcionó, la vulnerabilidad social no se pudo destruir, y la exclusión siguió presente. Paradójicamente, hay votos en esas franjas de pobreza que son funcionales al populismo.
En definitiva, el gobierno kirchnerista salió mal calificado en pobreza en sus últimos años pero cabe reconocer que mejoró la distribución del ingreso. El coeficiente de Gini (principal indicador de distribución del ingreso) sigue alto en la actualidad, mal asunto, pero se mantiene similar que al inicio del mandato.
La pobreza se va a bajar seguramente a futuro. El crecimiento económico es una condición necesaria pero no suficiente. No alcanza con crecer, hay también que educar. El acceso a cloacas, gas, agua potable es un punto básico para mejorar el bienestar. Es una falta moral no acabar con la pobreza.
En definitiva, la pobreza se va a resolver con mayor empleo privado formal. El año pasado se crearon muchos puestos de trabajo sobre todo en el sector de la construcción. El centro de la cuestión social es el trabajo. Llegar al 2023 con 10% de hogares pobres es un desafío ambicioso pero posible.