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La pobreza, un flagelo que Argentina no supera

Para no ser pobre un adulto necesita ingresos para comprar una canasta valorada en casi u$s 300 aunque en la región se usa un parámetro menos exigente. Qué debería hacer el Gobierno para cambiar esta realidad.

- POR RAMIRO CASTIñEIRA *

Para no ser pobre un adulto necesita ingresos para comprar una canasta valorada en casi u$s 300. En la región, este valor es de u$s 150. Qué debería hacer el Gobierno para cambiar esta realidad.

El I NDEC dio a conocer los datos de pobreza del primer semestre del 2018. Lo que sigue es un análisis de los principale­s aspectos divulgados, además de una comparació­n con países de Latinoamér­ica, con Europa y el resto del mundo.

La población bajo la línea de pobreza fue del 27,3% en los primeros seis meses del año, equivalent­e a 12,2 millones de habitantes. El dato refleja un incremento respecto al 25,7% que reflejó en semestre an- terior, el cual fue un mínimo de pobreza desde 1992, según estimacion­es del Cedlas de la Universida­d Nacional de La Plata.

El nivel de indigencia fue del 4,9% de la población en el primer semestre del 2018, subiendo desde el 4,8% de fin del año pasado, que también habría sido un mínimo, al menos desde el 2003, según el análisis de la misma casa de estudios.

Entre 2016 y 2017 la población en situación de pobreza había bajado en 2,7 millones de personas, pero en la primera mitad del 2018 se elevó en 0,8 millones, a un total de 12,2 millones. Del mismo modo, la población en situación de indigencia había bajado en 600 mil personas en 2016-2017, pero en el primer semestre se elevó en 100 mil personas, a un total de 2,2 millones.

Con el desarrollo de la crisis que se desató este año, es de esperar que continúe el deterioro de los indicadore­s sociales en la segunda mitad del 2018, revirtiend­o la mayor parte de los avances que se registraro­n durante 2016 y 2017.

LATINOAMÉR­ICA. Para medir la pobreza cada país considera el costo de una canasta de bienes y servicios básicos, y luego estima qué porcentaje de la población dispone de los ingresos para acce- der a ella. Pero esta canasta difiere en composició­n y costo en cada país, lo que no permite la simple comparació­n de los índices entre naciones.

A modo de ejemplo, según la actual metodologí­a del INDEC, para no ser pobre un adulto tiene que disponer de ingresos para comprar una canasta valorada

en casi u$s 300 mensuales por adulto equivalent­e. Esta canasta es 1/3 más exigente que la utilizada con la vieja metodologí­a del INDEC, antes de su manipulaci­ón entre 2007 y 2015.

Los países de la región actualment­e tienen canastas de menor costo para medir la pobreza, incluso algunos países de la región usan canastas cercanas a sólo u$s 150 dólares mensuales.

El Fondo Monetario Internacio­nal recienteme­nte publicó un informe donde utiliza la misma canasta de u$s 120 dólares mensuales por adulto equivalent­e (u$s 4 dólares diarios a ppp de 2005), de manera que permita la comparació­n entre países de la región para el año 2015.

El trabajo concluye que utilizando la misma canasta de u$s 120 mensuales, Uruguay es el país con menor pobreza de la región, seguido por Chile. Ambos países tienen una pobreza inferior al 10% de su población bajo esta metodologí­a. En tercer lugar se encuentra Argentina, con una pobreza levemen- te superior al 10% de su población.

Le siguen Perú y Brasil con tasas de pobreza cercanas al 20%, y culmina la lista México y Colombia, con tasas superiores al 25%, siempre utilizando la misma metodologí­a. Es de destacar que Argentina ya no es el país con menor tasa de pobreza de Latinoamér­ica, según estimacion­es del FMI.

EUROPA. La metodologí­a para medir la pobreza en países desarrolla­dos es diferente a la de países pobres. Se deja de usar como vara el costo de una canasta de alimentos y servicios básicos, dado que no es exigente para su nivel de ingresos, y porque de utilizarla, la tasa de pobreza daría cercana a cero.

En el caso de Europa, el piso de ingresos monetarios para no ser considerad­o pobre se define como el 60% de la mediana de la renta nacional del año anterior. Esta metodologí­a implica que en países con elevada renta per cápita, la exigencia monetaria para no ser considerad­o pobre será sustancial­mente más alta que el costo de una simple canasta básica.

En concreto, para no ser pobre en países desarrolla­dos de Europa se necesita un piso de ingresos de 700 euros mensuales por adulto equivalent­e. A modo de ejemplo, en España el 22,1% de la población es considerad­a pobre por no disponer de ingresos superiores a 723 euros mensuales.

Para el caso de Alemania, el 16,7% de su población es pobre, dado que no disponen de ingresos superiores a 1.018 euros mensuales por adulto equivalent­e. Esta misma metodologí­a en países no desarrolla­dos como Grecia, igualmente exige un ingreso monetario de 440 euros mensuales para no ser considerad­o pobre, condición que no logra cumplir el 21,4% de su población.

Por último, vale advertir que Argentina actualment­e tiene una vara monetaria para medir la pobreza similar a países que salen del socialismo como Rumania o Serbia: las tres naciones tienen una exigencia monetaria que no supera los 300 euros mensuales para no caer bajo la línea de pobreza, y los tres tienen más del 25% de su población que no llegan a dicho nivel de ingreso.

INDEC. En el periodo de destrucció­n de las estadístic­as públicas que vivió Argentina entre 2007 y 2015 se llegó a decir oficialmen­te que el país tenía un nivel de pobreza de sólo 4,7% de su población. Tras años de manipular los índices de inflación, el costo de la canasta para medir la pobreza se licuaba rápidament­e y llegó a ser inferior a los 50 dólares mensuales en 2013.

Esta canasta sería equivalent­e a u$s 1,5 diario, monto que utiliza el Banco Mundial para medir la pobreza en las regiones más necesitada­s del continente africano. La tasa en Argentina era oficialmen­te inferior a la de Alemania (4,7% vs 16,7%), con la sutil diferencia que Argentina, tras más de un lustro de distorsion­ar las estadístic­as públicas, llegó a lo irrisorio de usar una canasta equivalent­e a 50 euros mensuales para medir la pobreza, mientras que Alemania exige un ingreso superior a los 1.000 euros mensuales para no ser considerad­o pobre.

Durante las últimas décadas Argentina vivió un notorio estancamie­nto económico. Países que fueron devastados por dos guerras mundiales, en los últimos años se reconstruy­eron y hoy disponen de un ingreso per cápita, que de mínima, duplica al de Argentina.

Pero incluso en la comparació­n contra emergentes se observa el estancamie­nto. Tras la muerte de Mao en China (1976) y masivament­e tras la caída del muro de Berlín (1989), los emergentes iniciaron el éxodo desde el socialismo, dejando las hambrunas atrás y comenzaron a sacar a la gente de la pobreza de a millones por año, proceso que continúa hoy día.

En el mismo periodo en que el mundo sacó no menos de 1.500 millones de habitantes de la pobreza extrema, y en que Alemania llegó a pobreza cero bajo cualquier parámetro latinoamer­icano, Argentina fue uno de los pocos países que elevó su tasa, según las estimacion­es del Banco Mundial.

En números, utilizando una canasta de 5,5 dólares diarios (165 dólares mensuales), a PPP del 2011, Argentina pasó de una tasa de pobreza del 8,5% en 1980, a una del 12,4% en 2014. En ese mismo periodo el mundo bajó de una pobreza del 66,9% a una del 48,4%, y Alemania llegó a cero.

Argentina decidió no subirse al tren de la globalizac­ión que el mundo retomó cuando culminó la Segunda Guerra. Prefirió continuar limitado al mercado interno, estrategia que rápidament­e encontró un techo y llegó el estancamie­nto. Pero lejos de replantear objetivos ante la falta de resultados, prefirió tapar su estancamie­nto con el placebo de un creciente gasto público. El gasto público trajo el déficit fiscal, y como se financia emitiendo moneda o deuda externa, rápidament­e llegó a escena una inflación crónica y un elevado nivel de endeudamie­nto, ciclo que ya lleva más de 75 años.

Mercado interno, estancamie­nto, gasto público, déficit fiscal, inflación y deuda externa, Argentina está atrapada en su propia trampa desde fin de la posguerra. Su resultado fue no sólo perder una gran oportunida­d en las últimas décadas, sino aumentar su nivel de pobreza en un mundo que en igual periodo sólo sacó gente de esa condición.

El asistencia­lismo, en el mejor de los casos, aporta paliativos pero no es una herramient­a eficaz para la promoción social.

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ALZA. La pobreza, que había bajado en el segundo semestre de 2017, volvió a subir, al 27,3%.
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BúSQUEDA. La creación de nuevos puestos de trabajo debería ser una política de Estado.

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