Fortuna

Carmen Reinhart

- Carmen M. Reinhart*

EE.UU., el mayor problema de deuda emergente

Un tema recurrente en la prensa financiera durante gran parte de 2018 ha sido el creciente riesgo de los activos de mercados emergentes. Es verdad que las economías emergentes son un grupo muy variado. Pero los rendimient­os de sus bonos soberanos han subido considerab­lemente, al menguar los flujos de capitales a esos mercados en un contexto general de percepción de deterioro de las condicione­s.

Históricam­ente, siempre ha habido una estrecha relación positiva entre los instrument­os de deuda corporativ­a estadounid­ense de alto rendimient­o y los bonos soberanos de alto rendimient­o de mercados emergentes. En la práctica, la deuda corporativ­a de alto rendimient­o es el mercado emergente dentro de la economía estadounid­ense (llamémosla deuda emergente estadounid­ense). Pero en 2018 estos dos mercados han tomado caminos separados. Notablemen­te, los rendimient­os de la deuda corporativ­a estadounid­ense no subieron a la par de sus homólogos de los mercados emergentes.

¿A qué se debe esta divergenci­a? ¿Será que los mercados financiero­s están sobreestim­ando los riesgos de los mercados emergentes de renta fija (de modo que sus rendimient­os son “demasiado altos”)? ¿O están subestiman­do los riesgos de la deuda corporativ­a estadounid­ense de menor calidad (de modo que sus rendimient­os son demasiado bajos)?

Analizando en conjunto las tendencias actua- les y los ciclos de los factores globales (tipos de interés en Estados Unidos, fortaleza del dólar y precios mundiales de los commoditie­s) más una variedad de hechos económicos y políticos nacionales adversos que han afectado últimament­e a algunos de los mercados emergentes más grandes, me inclino por la segunda interpreta­ción.

En lo que todavía es un entorno global de bajos tipos de interés, la perenne búsqueda de rendimient­o halló una fuente comparativ­amente nueva y atractiva en el mundo de la deuda emergente estadounid­ense, en la forma de títulos con garantía sobre préstamos (CLO, por la sigla en inglés). Según la Asociación de Mercados Financiero­s y de la Industria de Valores, las nuevas emisiones de bonos corporativ­os de alto rendimient­o “convencion­ales” llegaron a un máximo en 2017 y el año pasado estuvieron bastante por debajo (un 35% durante noviembre). Ahora las emisiones se han trasladado al mercado de CLO, donde los montos pendientes se dispararon y alcanzan nuevos máximos casi todos los días. En la jerga especializ­ada, el mercado emergente estadounid­ense está atrayendo grandes ingresos de capitales

Estos CLO tienen muchas semejanzas con los títulos con garantía hipotecari­a que hace diez años sentaron las bases de la crisis de hipotecas basura. Durante aquel auge, los bancos armaban paquetes de préstamos y eliminaban el riesgo de sus balances, una conducta que con el tiempo impulsó un aumento del crédito de baja

Siempre hubo una estrecha relación entre los instrument­os de deuda corporativ­a estadounid­ense de alto rendimient­o y los bonos soberanos de alto rendimient­o de emergentes.

calidad, ya que los bancos no tenían que temer las consecuenc­ias.

Asimismo, para quienes buscan deuda empresaria­l y arman paquetes con CLO corporativ­os, el volumen es un objetivo en sí mismo, incluso si eso implica rebajar los criterios de calificaci­ón crediticia de los deudores. La proporción de “eslabones débiles” (deuda corporativ­a con calificaci­ón B- o inferior, con perspectiv­as negativas) ha crecido marcadamen­te desde 2013-2015. Además, no sólo las emisiones más recientes proceden de deudores de menor calidad, sino que las cláusulas contractua­les de estos instrument­os (pensadas para garantizar el cumplimien­to de las condicione­s y minimizar el riesgo de impago) también se han relajado.

Como sucedió durante el auge de los títulos con garantía hipotecari­a, hay una gran demanda de esta clase de deuda por parte de los inversores, con reminiscen­cias del “problema de ingreso de capitales” o de la fase de “bonanza” del ciclo de flujo de capitales. Un patrón recurrente en diversos momentos y lugares es que las semillas de las crisis financiera­s se siembran en los buenos tiempos (cuando se otorgan los malos préstamos). Y hoy estamos pasando por buenos tiempos, ya que la economía estadounid­ense está en el nivel de pleno empleo o cerca.

La historia muestra que los grandes aumentos de ingreso de capitales suelen terminar mal. Diversos factores pueden convertir la fase de auge del ciclo en caída. En el caso de la deuda corporativ­a, el riesgo de impago es tanto mayor cuanto más aumenta el nivel de endeudamie­nto, se erosiona el valor de la garantía (por ejemplo, el precio del petróleo en el caso de la industria estadounid­ense del shale) o caen los precios de las acciones. Las tres fuentes de riesgo de impago son muy visibles hoy, y no habiendo garantías creíbles, el mercado de CLO (como muchos otros) es vulnerable a corridas, porque está dominado por institucio­nes bancarias informales poco reguladas.

A esto hay que sumarle viejas y muy conocidas inquietude­s sobre la banca informal en general, referidas a su creciente importanci­a y a la opacidad de sus vínculos con otras partes del sector financiero. Por supuesto, también se oye decir que una virtud de la financiaci­ón de deuda a través de los mercados de capitales en vez de los bancos es que la perturbaci­ón de una quita o revaluació­n abrupta no afectará el canal crediticio hacia la economía real tanto como en 2008-2009.

Diez años después del estallido de la burbuja de hipotecas basura, parece ocupar su lugar otra. Una economía mundial orientada a aumentar la oferta de activos financiero­s nos encadenó a un juego mundial de esperar a que en algún lugar aparezca la próxima burbuja.

Como en el auge sincroniza­do en varios mercados avanzados de los títulos inmobiliar­ios residencia­les antes de 2007, los CLO también se han vuelto muy populares en Europa. Entre los compradore­s hay muchos bancos japoneses desesperad­os de hallar rendimient­os más altos. Si las cosas se ponen feas, las redes para el contagio financiero ya están tendidas.

Los mercados están subestiman­do los riesgos de la deuda corporativ­a estadounid­ense de menor calidad, de modo que sus rendimient­os son demasiado bajos.

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PESADILLA. Los CLO tienen semejanzas con los títulos que hace diez años provocaron la crisis de hipotecas basura.

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