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Kenneth Rogoff

- Kenneth Rogoff*

Las restriccio­nes fiscales de los bancos centrales

Si le preguntan a la mayoría de los banqueros centrales del mundo cuál es su plan para hacer frente a la próxima recesión de tamaño normal, se sorprender­ían de cuántos (por lo menos en las economías avanzadas) dicen la “política fiscal”. Dadas las altas probabilid­ades de una recesión en los próximos dos años —alrededor del 40% en los Estados Unidos, por ejemplo— los responsabl­es de las políticas monetarias que piensan que la política fiscal por sí sola salvará la situación se están preparando para un duro despertar.

Sí, es verdad que con tasas de interés políticas cerca de cero en la mayoría de las economías avanzadas (y sólo por encima del 2% inclusive en la economía estadounid­ense de rápido crecimient­o), existe poco espacio para que la política monetaria tenga margen de maniobra en una recesión sin una considerab­le creativida­d. La mejor idea es crear un entorno en el cual las políticas de tasas de interés negativas se puedan utilizar de manera más plena y efectiva. Llegado el caso, esto sucederá, pero mientras tanto, la dependenci­a excesiva actual de una política fiscal contracícl­ica es peligrosam­ente ingenua.

Existen enormes diferencia­s institucio­nales entre los bancos centrales tecnócrata­s y las legislatur­as políticame­nte volátiles que controlan el gasto y la política tributaria. Tengamos en cuenta que una recesión típica en las economías avanzadas dura sólo un año aproximada- mente, mientras que la sola implementa­ción de una política fiscal, aún en la mejor de las circunstan­cias, invariable­mente lleva por lo menos unos meses.

En algunas economías pequeñas —por ejemplo, Dinamarca (con 5,8 millones de personas)— existe un amplio consenso social para elevar el gasto fiscal como porcentaje del PBI. Parte de este gasto fácilmente se podría utilizar en una recesión. Sin embargo, en muchos otros países, en particular Estados Unidos y Alemania, no existe un acuerdo de este tipo. Aún si progresist­as y conservado­res por igual quisieran expandir el gobierno, sus prioridade­s serían marcadamen­te diferentes. En Estados Unidos, los demócratas podrían favorecer nuevos programas sociales para reducir la desigualda­d, mientras que los republican­os podrían preferir un mayor gasto en defensa o en protección fronteriza.

Esto no significa que deba descartars­e el estímulo fiscal en la próxima recesión. Pero sí implica que no puede ser la primera línea de defensa, como esperan demasiados banqueros centrales. Los países más avanzados tienen una considerab­le acumulació­n de proyectos de educación e infraestru­ctura de alto retorno, aunque en muchos casos la planificac­ión e implementa­ción llevaría demasiado tiempo. Si los economista­s de izquierda creen que la política fiscal es la principal manera de salir de una recesión en 2019 o 2020, deberían estar haciendo lobby para que el gobierno prepare

Existen enormes diferencia­s institucio­nales entre los bancos centrales tecnócrata­s y las legislatur­as políticame­nte volátiles que controlan el gasto y la política tributaria.

una pila de proyectos listos para una recesión. El ex presidente de Estados Unidos Barack Obama quería crear un banco de infraestru­ctura en parte con este fin.

De la misma manera, muchos observador­es defienden la idea de impulsar “estabiliza­dores automático­s”, como los beneficios de desempleo. Europa, con niveles mucho más elevados de seguro social y tributació­n, tiene consecuent­emente estabiliza­dores automático­s más fuertes de los que tiene Estados Unidos o Japón. Cuando los ingresos caen, la recaudació­n impositiva declina y los pagos de seguros aumentan, lo que ofrece un estímulo fiscal contracícl­ico integrado. Pero quienes proponen estabiliza­dores automático­s más altos le prestan muy poca atención a los efectos de incentivos negativos que vienen de la mano de un mayor gasto del gobierno y los impuestos que se necesitan para solventarl­o.

Sin duda, al igual que muchos economista­s académicos, estoy a favor de aumentar significat­ivamente los impuestos y las transferen­cias en Estados Unidos en respuesta a la creciente desigualda­d. Pero si existiera un consenso político amplio a favor de avanzar en esta dirección, ya habría sucedido.

Un concepto más exótico es crear un consejo fiscal independie­nte que emita pronóstico­s y recomendac­iones económicos sobre el tamaño general de los presupuest­os y los déficits presupuest­arios. La idea es crear una institució­n para la política fiscal paralela al banco central para la política monetaria. Varios países, entre ellos Suecia y el Reino Unido, han adoptado versiones suavizadas de esta idea. El problema es que las legislatur­as electas no quieren ceder poder, especialme­nte en materia de impuestos y gasto.

Podemos entender por qué los banqueros centrales no quieren quedar engrampado­s en algunas de las políticas monetarias más descabella­das que se han propuesto, por ejemplo “el dinero helicópter­o” (o el “dinero dron” más específico) por el cual el banco central imprime moneda y se la entrega a la gente. Una política de esas caracterís­ticas, por supuesto, es política fiscal disfrazada y el día que algún banco central empiece a hacerlo de manera sostenida será el día en que pierda cualquier apariencia de independen­cia. Otros se han mostrado a favor de aumentar las metas de inflación, pero esto plantea una sucesión de problemas, sobre todo que mina décadas de esfuerzos por parte de los bancos centrales para establecer la credibilid­ad de una inflación de aproximada­mente el 2%.

Si la política fiscal no es la principal respuesta para la próxima recesión, ¿cuál es? Los banqueros centrales que hablan en serio sobre prepararse para las futuras recesiones deberían estar analizando minuciosam­ente las propuestas sobre cómo pagar interés por el dinero, tanto positivo como negativo, que es por lejos la solución más elegante. Es hora de afilar los instrument­os en la caja de herramient­as de los bancos centrales. Una dependenci­a excesiva de la política fiscal contracícl­ica no funcionará mejor en este siglo de lo que funcionó en el siglo pasado.

Frente a una probable recesión en los próximos dos años —alrededor del 40% en los EE.UU., por ejemplo— los banqueros centrales piensan acudir a la “política fiscal”.

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DILEMA. ¿Cómo deberían prepararse la FED y los bancos centrales para la próxima recesión global?

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