Riesgo default: qué pasa si vuelve Cristina
El riesgo país terminó 2018 por las nubes, pero comenzó el año a la baja. Cómo el clima electoral irá calentando el mercado y a los inversores. Los temores de los mercados si la ex Presidenta gana las elecciones presidenciales.
El riesgo país terminó 2018 por las nubes, pero comenzó el año a la baja en una aparante aunque inestable calma. Cómo el clima electoral irá calentando el mercado.
En sintonía con la metáfora tormentosa que gusta utilizar el presidente Mauricio Macri para graficar la situación económica, los gurúes financieros han acuñado la suya propia: hablan de nubarrones negros cuando se refieren a lo que Argentina enfrentará de aquí en adelante. La frase dista de ser tranquilizadora.
Los expertos, que saben medir el humor de ese intangible llamado mercado, no hacen más que apelar a los números reales para trazar el pronóstico. Llevan anotado en su libreta que el riesgo país comenzó el año 2018 en los 300 puntos básicos y terminó por encima de los 800. Aunque los primeros días de 2019 fueron positivos y se mantuvo en torno a los 700. Como siempre pasa en nuestro país, en el medio pasaron cosas.
Si el año que recién comienza está representado por un escarpado sendero cuesta arriba, pensar del 2020 en adelante es escalofriante, al menos en términos de deuda
externa. Los compromisos arrancan en los u$s 20.000 millones, pero dan un brusco salto a u$s 40.000 millones para 2022 y 2023. El próximo presidente asumirá con un ratio de deuda de casi el 100% del PBI. Y aquí es donde asoma el fantasma del default o, como mal menor, la denominada reestructuración amigable. Y este fantasma es uno si el que gana las elecciones presidenciales es Mauricio Macri, pero para los mercados es mucho más tenebroso si la victoria se la lleva Cristina Fernández de Kirchner.
TERMÓMETRO CALIENTE. Todo esto es lo que hoy en día muestra ese termómetro llamado Riesgo País. Que no es más que la sobretasa que debería pagar la Argentina para financiarse, tomando como referencia el bono del Tesoro de los Estados Unidos, considerado el título más seguro del mundo. Ya estamos en 2019 y la cuenta re- gresiva ha comenzado. “Por ahora el riesgo país se va a mantener en estos niveles. La suba de tasas que tuvieron los bonos durante todo 2018 ya está prácticamente en niveles máximos de riesgo. Es difícil que baje en el corto plazo, pero si se ve alguna señal de mejora en el primer trimestre, ese riesgo país podría caer un poquito, le cuenta a Fortuna el presidente de Tavelli & Cía, Guido Mariano Tavelli. Y
En términos de deuda, desde 2020 el escenario es escalofriante: u$s 20.000 millones por año, y u$s 40.000 millones en 2022 y 2023.
agrega: “Será un año muy volátil en lo financiero. Los inversores externos necesitarán datos más sólidos y consistentes para volver a entrar en el mercado argentino”.
Para darse una idea cabal de la situación, el riesgo debería talarse al 50% para que los inversores vuelvan a confiar en la Argentina. “Tendría que estar a la mitad de lo que tenemos hoy. Brasil y otros países de la región se están financiando al 5% en dólares y nosotros estamos en el 10%. Deberíamos estar más abajo, por lo menos en el 7%. Depende mucho de todas las variables y de las señales que el inversor capte”, señala Tavelli.
El escenario es arduo porque las condiciones de base de la economía argentina no cambian. Y en la raíz de todos los males está un déficit fiscal que tardará mucho en bajar. El economista Fernando Marengo, socio de Arriazu Macroanalistas, explica a esta revista que “mientras Argentina tenga déficit fiscal la deuda va a crecer. Ahora, teniendo en cuenta las proyecciones y compromisos de ajuste, el déficit financiero va a subsistir varios años más, y eso implica el aumento del endeudamiento”. La otra vía es la emisión monetaria, y ya sabemos cómo termina.
TORMENTA. Si este año no surge prometedor, por cuestiones internas y ciertos vientos cruzados del exterior, lo que se avecina desde 2020 en adelante puede ser bastante parecido a navegar por los rápidos. Será el momento en que se terminará el dinero del FMI y habrá que caminar solos, buscando fondos en la plaza internacional.
El analista Gustavo Ber nombra la palabra maldita: reestructuración. Es una posibilidad cierta que el Gobierno contempla para después de las elecciones de octubre.
“Cada vez se menciona más la palabra reestructuración, amigable o no amigable. Argentina tiene que recuperar la confianza inversora a través de bajar el riesgo país, que es el termómetro. Hoy eso implica un duro trabajo y no hay chances de volver a los mercados por ahora. Queda rezar para que se calme el marco internacional”, enfatiza.
Según Marengo, “la característica principal a partir del 2020 será que el mayor componente de la deuda externa estará dado por compromisos con el FMI más que con el mercado. Argentina tendrá que lograr el ejercicio de pagar al organismo y al mismo tiempo colocar nueva deuda en la plaza internacional. ¿Qué tiene que hacer Argentina? Desde el gobierno lo que se hace es gestionar el riesgo. En la medida en que lo haga, la tasa de retorno será más baja y eso facilitará volver a los mercados”.
La deuda externa se ha transformado en una pesada mochila que habrá que saber llevar durante largo trecho. La chance de parar y aliviar la carga está contemplada, aunque en la Argentina la mera idea de renegociar la deuda genere pánico, asociada como está a cruentos escenarios de default. El que se quema con leche, cuando ve una vaca llora.
“Si la economía no genera dólares y no empieza a crecer, esa carga cada año que pase va a ser más importante y el camino puede llegar a ser una reestructuración de deuda. Tal vez sea para el 2020. Habrá que ver si la economía no empieza a generar crecimiento como para revertir esa tendencia”, sostiene Mariano Tavelli.
Y agrega: “Cualquier reestructuración debería ser voluntaria y no compulsiva. Algo que se logró de alguna manera es volver a confiar en la seguridad de que no van a dar canjes compulsivos. Eso resiente
al inversor. El último default, el del 2001, nos costó 10 años de estar afuera del mercado. Prácticamente logramos volver a los mercados voluntarios de deuda en 2016”.
ELECCIONES. Para que la necesidad de volver a emitir deuda tenga como foco principal devolverle el dinero al Fondo Monetario Internacional y no seguir financiando el déficit fiscal sería necesario que el Gobierno implemente un recorte del gasto del orden del 5% del PBI. Eso es lo que proyectan la mayoría de los economistas, pero la acción se vuelve casi utópica en un año con elecciones presidenciales.
El llamado a las urnas será un factor que generará ruido a la hora de medir el riesgo país. “Argentina no tendrá más remedio que transitar un 2019 complicado, con tensiones sociales y políticas. La economía está en recesión y no se ve una pronta salida. Si crece la actividad puede ser más un rebote técnico y estadístico que algo real. El escenario es complejo e incierto y los inversores actúan en consecuencia”, destaca Gustavo Ber.
Y concluye: “Para mí las elecciones presidenciales tendrán una relevancia muy importante. El riesgo país tiene un condimento de riesgo electoral definitivamente. El escenario binario de nosotros o el pasado asusta a los inversores, no fue gratuito. Los inversores saben que si gana otro signo político puede haber una reestructuración no amigable. Ojo que tal vez Macri tenga que hacer algo similar, pero más amistosamente. Tal vez tengamos que seguir con el pulmotor del FMI. Por todo esto es que los inversores se esconden en el corto plazo y muestran una alta cautela”.
Por lo pronto, hay un año por de- lante para trazar la estrategia a seguir a partir de 2020. Mientras tanto, viviremos de las mensualidades del FMI. “Pedirle a un organismo no es buena señal porque muestra que el país ya no puede recurrir al mercado. Claro que a la hora de ver la tasa, la del FMI es muchísimo más baja que la del mercado en estos momentos, y eso es bueno”, sostiene Fernando Marengo.
“El contexto internacional seguirá siendo de una marcada incertidumbre financiera, con lo cual será difícil volver a la plaza internacional
en breve. Afortunadamente está el acuerdo con el FMI. La posibilidad de conseguir refinanciación de la deuda con organismos, mientras se cumplan los compromisos asumidos, será más sencillo que en el mercado”, aclara.
Además de todas las variables descarriadas que tiene la Argentina y la desconfianza que genera su política económica y el advenimiento de las elecciones presidenciales, allá afuera también hay un mundo que desde hace algunos meses opera en modo incertidumbre. Claro está, nada de eso nos ayuda.
El último informe de la consultora Ecolatina fue contundente: “La suba de tasas de la Fed in- crementará el costo y reducirá la disponibilidad de crédito en los mercados. Pese a que el año que viene las necesidades financieras en moneda extranjeras se encuentran prácticamente cubiertas por desembolsos del FMI, en 2020 el Tesoro tendrá que salir a colocar bonos soberanos para hacer roll-over de los vencimientos de la deuda pública”.
Y culmina destacando que “el contexto internacional para nuestro país no luce favorable: las condiciones financieras internacionales serán algo más restrictivas y no esperamos un alza del precio de las commodities”.
El riesgo país tiene distintas causas. Algunas son internas, propias de la Argentina, pero otras responden a un mundo cada vez más incierto.