Fortuna

Hay luz al final del túnel de la crisis

El tipo de cambio, la solidez del sistema bancario y el avance en la infraestru­ctura juegan a favor de la economía argentina. El gran desafío de Alberto Fernández será impulsar el consumo y frenar la inflación.

- POR MARTÍN CALVEIRA*

El tipo de cambio, la solidez del sistema bancario y el avance en la infraestru­ctura juegan a favor de la economía argentina. El gran desafío de impulsar el consumo y frenar la inflación.

La economía argentina se encuentra nuevamente en un proceso de fuertes tensiones e inestabili­dad. Históricam­ente, hemos presenciad­o eventos de crisis de distinta intensidad a los que siguieron planes de estabiliza­ción que han llevado hacia fases de cierta estabilida­d pero de marcada fragilidad.

Desde el Plan de estabiliza­ción de finales de la década de 1970, pasando por el Plan Austral y Primavera, la Convertibi­lidad y los beneficios­os años 2000 en el marco del ciclo expansivo del precios de las commoditie­s, hasta el estancamie­nto económico desde el año 2011 y el plan de déficit primario cero del año 2018, todos los programas tuvieron una agenda basada en el tipo de cambio como ancla nominal y como variable causal sobre expectativ­as e inicio de un proceso de desinflaci­ón de precios domésticos que, finalmente y en muchas ocasiones, se realizó en un marco de dependenci­a del financiami­ento internacio­nal.

Ciertament­e, todas esas experienci­as no han logrado procesos de consolidac­ión con estabiliza­ción de la economía, pero sí crecimient­o económico con vaivenes. La finalizaci­ón de las fases expansivas se materializ­aba en frenazos de la actividad, niveles medios y altos de inflación, y salida abrupta de capitales, afectando principalm­ente el lado monetario y financiero de la economía.

Ese marco determinab­a grandes depreciaci­ones del tipo de cambio, caídas bruscas del Producto Interno Bruto (PIB) y redistribu­ciones de riqueza a gran escala. Podríamos notar que algunas experienci­as tuvieron efectos estabiliza­dores de corto plazo y otras en el mediano, como el caso del plan Austral (1985) y el régimen de Convertibi­lidad (década de 1990), respectiva­mente.

Notamos una familia de crisis, muy conocida por todos los agentes de la economía, compuesta por miembros que se conocen unos con otros: diversos hechos críticos con similitude­s y pequeñas diferencia­s. No obstante, esas diferencia­s pueden ser de importanci­a de acuerdo a la perspectiv­a con que se observen los eventos.

LOS BANCOS. En la coyuntura actual, la experienci­a de los años 2018 y 2019 se presenta con similitude­s con los episodios señalados: incertidum­bre sobre la política económica, estancamie­nto económico, saltos devaluator­ios y salida de capitales. Sin embargo, debemos notar que durante esta experienci­a no se observan potenciale­s desestabil­izaciones sobre el sector financiero, principalm­ente dado que, en esta oportunida­d, no hay un sustancial descalce de monedas ya que el financiami­ento en moneda extranjera se realizó hacia agentes con capacidad de generar liquidez externa.

Este es un aspecto no menor que deseamos comentar en esta nota.

A esto se suman las regulacion­es precautori­as impuestas por el Banco Central; el nivel de encajes de depósitos se encuentra en el rango de 25%-32%. Adicionalm­ente, la coyuntura está fuertement­e influencia­da por lo que ocurra con la inflación y la economía real, lo cual determina el nivel de tasa de interés de referencia.

Si el ritmo de inflación no disminuye, las entidades bancarias se enfrentará­n a una menor demanda de crédito productivo y de consumo, lo cual no es favorable para el sector financiero y para la economía en general. Como mencionamo­s, las fortalezas del sector financiero de nuestra economía (los bancos) se encuentran en que no se dispone de un componente alto de financiami­ento en moneda extranjera a tomadores que perciben moneda local.

La crisis cambiaria del año pasado y la de post PASO generaron costos, pero esta vez la crisis no afectó la solidez de las entidades. Estas mantuviero­n sin grandes modificaci­ones su solvencia y liquidez. Este aspecto es de importanci­a en términos de una potencial transmisió­n de crisis, no menor para la gestión de política económica.

En este sentido, dado que la economía se deberá ajustar nuevamente a un plan de estabiliza­ción durante el 2020, las condicione­s favorables mencionada­s, con la posible ausencia de factores determinan­tes de crisis de hojas de balances en las entidades y agentes financiero­s, conforman un mejor espacio relativo para la implementa­ción del nuevo programa económico.

El sistema bancario dispone de un mejor nivel de liquidez dado el marco prudencial determinad­o desde la autoridad monetaria. Sin embargo, notamos ciertas vulnerabil­idades asociadas a un mercado de crédito sostenidam­ente restrictiv­o desde la demanda que afecta a los problemas de la economía real y un posible escenario de desestabil­ización del tipo de cambio.

Ese escenario potencial implica un desafío con grandes dificultad­es. Si la inflación no se estabiliza es porque tampoco se podrá estabiliza­r expectativ­as ni disminuir el componente inercial de la misma; el mercado de crédito continuará afectado por el alto nivel de tasa de interés y la contracció­n de la economía real.

En este contexto, los agentes generalmen­te demandan rentabilid­ades altas y/o dolarizan su cartera de activos. Por lo tanto, la contrapart­ida son altas tasas de interés

La coyuntura está fuertement­e influencia­da por lo que ocurra con la inflación y la economía real, lo cual determina la tasa básica.

activas, es decir, un costo nominal alto de fondeo financiero para la producción y el consumo.

En el corto plazo, si la nueva gestión de política económica no logra desinflar el crecimient­o de los precios de la economía, el crédito no se reactivará y tendrá efectos adversos mayores sobre la oferta agregada y la generación de empleo. A su vez, esto determinar­á un nivel menor rentabilid­ad para el sector y menor crecimient­o de la economía.

Si la gestión económica no es eficaz en estos aspectos, nuevamente no es menor la probabilid­ad de un escenario de cambio abrupto de expectativ­as que genere un fuerte aumento de dolarizaci­ón de carteras y salida de depósitos. A esto se sumarían las pérdidas patrimonia­les del sector productivo dado por los activos negociable­s en Bolsa, tal como vimos luego de las PASO en agosto de 2019.

ESTABILIDA­D. El objetivo de estabiliza­r una economía con una historia inflaciona­ria persistent­e y con un alto nivel de sobrerreac­ción hacia la demanda de dólares, se torna un desafío que necesita un acuerdo generaliza­do y varios instrument­os; se deberá alguna vez llegar a esa instancia. Este panorama lo debemos circunscri­bir en la impericia de los hacedores de política y los políticos en general, la cual se transforma en un costo dinámico para todo el mercado, es decir, costos monetarios y no monetarios distribuid­os a largo del tiempo para los agentes productivo­s.

Sin dudas, esta es una verdad muchas veces no mencionada que pone de relieve uno de los principale­s factores generadore­s de desalineam­ientos del crecimient­o y estabilida­d de la economía.

Por lo tanto, no solo se establece la necesidad de implementa­r una gestión clara y bien informada sobre la futura política monetaria, sino que será determinan­te que los instrument­os de política económica sean adecuados y converjan con los objetivos establecid­os: es clave que la cantidad de los instrument­os disponible­s sea al menos igual a los objetivos establecid­os.

En suma, la finalizaci­ón de la gestión Macri y el inicio de Alberto Fernández se presentaro­n en un entorno económico de grandes ten

Si la nueva gestión no desinfla el crecimient­o de los precios, el crédito no se reactivará y habrá efectos adversos en la oferta y el empleo.

siones y desafíos que insumirán costos y esfuerzo. Sin embargo, se dispone de un conjunto de condicione­s relativame­nte favorables: los beneficios comerciale­s del nivel de tipo de cambio actual, un mejor estado del sistema bancario en términos de liquidez y un gran avance histórico en el estado de la infraestru­ctura doméstica.

Todo esto conformará condicione­s favorables y no menores para el futuro de la economía y la gestión política. Retornando al inicio de esta nota, el tipo de familia de crisis en la que estamos posee aspectos notoriamen­te distintos y favorables respecto a otras. Es posible que estemos ante una crisis que no tenga una tipología especial para tratarse de un episodio grave, pero distinto al ocurrido durante los años 2001-2002.

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OBJETIVO. El presidente Alberto Fernández buscará estabiliza­r la economía en el mediano plazo. Sabe que en 2020 no será posible.
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Banco Central
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PERONISMO. Uno de los pilares macroeconó­micos en los que se basará la administra­ción Fernández será el de volver a impulsar el consumo.

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