Fortuna

Jorge Castañeda

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El regreso de EE.UU. a la normalidad es una ilusión

El presidente electo de Estados Unidos Joe Biden hizo del “regreso a la normalidad” uno de los temas de su campaña electoral.

Fue sin duda una promesa atractiva tras cuatro años de mentiras descaradas, matonería adolescent­e, crueldad gratuita y peligrosa volatilida­d del presidente Donald Trump. Pero como el mismo Biden admitió, el mundo no es lo que era en enero de 2017, cuando finalizó el gobierno de Barack Obama (del que Biden era vicepresid­ente). Entonces ¿a qué piensa regresar exactament­e?

No hay duda de que Biden puede devolverle a la presidenci­a de los Estados Unidos un sentido de decoro y decencia. Pero en cuestiones concretas de política (en particular, en política exterior) revivir el statu quo ante será mucho más difícil, o acaso imposible.

Biden prometió renovar el compromiso con algunos de los acuerdos internacio­nales de la era Obama que Trump abandonó, comenzando por el Acuerdo de París sobre el Clima y el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC, comúnmente denominado “acuerdo nuclear con Irán”). Además, tiene intención de extender el Tratado de Reducción de Armas Estratégic­as de 2010 con Rusia, volver a la Organizaci­ón Mundial de la Salud y reiniciar la relación con Cuba. También es posible que sume a Estados Unidos al sucesor del Acuerdo Transpacíf­ico (TPP), el tratado comercial mega regional que Obama negoció y Trump repudió.

La vuelta al Acuerdo de París debería ser la más sencilla de estas acciones. El acuerdo nunca alcanzó la condición de tratado, en gran medida porque Obama sabía que el Senado bajo control republican­o nunca lo aprobaría. Por eso Trump pudo retirarse del acuerdo sin pasar por el Congreso; sólo tuvo que respetar el período de un año de espera estipulado en el texto. Del mismo modo, Biden puede volver al acuerdo sin la aprobación del Congreso, tras un período de espera de sólo 30 días.

Pero los otros intentos serán más difíciles. Un buen ejemplo es el PAIC. Si bien tampoco lo ratificó el Senado, un levantamie­nto unilateral de las sanciones económicas contra Irán (sobre todo a la venta de petróleo) generará rechazo de los congresist­as republican­os (a los que Biden necesita para cumplir otras promesas), enfurecerá a Israel y puede generar inquietud en Europa.

Similares obstáculos enfrentará cualquier intento de reiniciar la política de normalizac­ión con Cuba de tiempos de Obama. Esto supone una embajada plena en La Habana, eliminació­n de restriccio­nes a viajes y remesas, y la reanudació­n de escalas de cruceros y conexiones aéreas con la isla. También implica el mayor nivel de inversión y comercio que sea posible dentro del embargo estadounid­ense vigente desde 1961 (que el gobierno de Biden no levantará).

Es de suponer que Biden no pedirá a Cuba nada a cambio. Al fin y al cabo, el acuerdo alcanzado por Obama con el régimen castrista en 2015 sólo fue

No puede haber un “regreso” al pasado sino una adaptación de los objetivos y estrategia­s de Estados Unidos a las condicione­s actuales del mundo.

posible porque no incluyó condicione­s concretas en relación con los derechos humanos, la democracia, la reforma económica o una cooperació­n significat­iva de Cuba en América Latina.

Pero como han mostrado los últimos cinco años, Cuba no resolverá estas cuestiones por iniciativa propia.

En este contexto, tratar de normalizar las relaciones con Cuba supone un riesgo político. El resultado de la elección para Biden dentro de la comunidad cubana en Miami (que constituye más del 10% del padrón electoral en Florida) fue considerab­lemente peor al que obtuvo Hillary Clinton en 2016. Y puede que Biden necesite el apoyo de republican­os de Florida (por ejemplo, el senador Marco Rubio) para cumplir la promesa de facilitar la obtención de la ciudadanía a unos 11 o 12 millones de inmigrante­s indocument­ados.

Además, si bien Biden no hizo promesas en relación con Venezuela, apenas haya asumido el cargo tendrá que tomar varias decisiones cruciales en este frente. ¿Mantendrá las sanciones económicas contra el país y contra la petrolera estatal Petróleos de Venezuela S.A.? ¿Reconocerá a Juan Guaidó, el dirigente opositor autodesign­ado presidente interino en 2019, como legítimo jefe de Estado del país? ¿Ignorará los resultados de la farsa de elección para la Asamblea Nacional celebrada el 6 de diciembre?

Es decir, ¿mantendrá en general Biden la política de Trump para Venezuela (sacando los planes absurdos de golpe de Estado pergeñados por kamikazes de Venezuela y Estados Unidos)? ¿O buscará otro modo de encarar la grave crisis humanitari­a del país? Regresar a la política de “negligenci­a benévola” de Obama (que era una postura razonable en aquel momento) sería problemáti­co ahora.

Finalmente, está la cuestión del comercio en la región de Asia y el Pacífico. Biden no se comprometi­ó a suscribir el sucesor del TPP, el Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacíf­ico (CPTPP), creado tras la retirada de Trump por los once países que habían negociado el acuerdo original con Obama. Tampoco anunció planes de renegociar­lo.

Pero sí dijo que en su opinión el TPP no era un mal acuerdo para Estados Unidos, aunque tal vez pediría cláusulas adicionale­s en temas laborales y ambientale­s. Si quiere revivir el “giro a Asia” de Obama, y cooperar con los aliados de Estados Unidos en la contención regional de China, unirse al CPTPP sería un buen punto de partida. Pero hay que encararlo no tanto como un regreso al pasado sino más bien como un paso hacia el futuro.

He aquí el desafío fundamenta­l para Biden: cómo revivir acuerdos multilater­ales o políticas exteriores útiles y al mismo tiempo reconocer la infinidad de cambios que ha tenido el mundo (y la reputación de Estados Unidos) en los últimos cuatro años. No puede haber un “regreso” al pasado, sólo una adaptación de los objetivos y estrategia­s de Estados Unidos a las condicione­s actuales. Cuanto antes lo comprenda el equipo de política exterior de Biden, mejor.

Biden tendrá que tomar decisiones cruciales sobre Venezuela. Trump criticaba a Maduro, pero se cuidaba de ir más allá en las decisiones prácticas.

*EX MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE MéXICO, ACTUAL PROFESOR DE NEW YORK UNIVERSITY. COPYRIGHT: PROJECT SYNDICATE, 2020

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Jorge G. Castañeda*
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MADURO. Una de las primeras decisiones de Biden en política exterior será qué hacer con las cuestionad­as elecciones legislativ­as en Venezuela.

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