Fortuna

La burbuja internacio­nal creada por el COVID

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ECONOMíA FINANCIERA VS. ECONOMíA REAL

La recuperaci­ón en forma de K de la economía estadounid­ense está en marcha. A quienes cuentan con empleos estables de tiempo completo, beneficios y margen financiero les va bien mientras los mercados bursátiles alcanzan nuevos máximos. Los obreros y trabajador­es de puestos de servicio con bajo valor agregado desemplead­os o subemplead­os —el nuevo «precariado»— están cargados de deudas, con escasa salud financiera y perspectiv­as económicas cada vez peores.

Estas tendencias indican una creciente desconexió­n entre la economía financiera y la real. Los nuevos máximos en los mercados de valores no significan nada para la mayoría de la gente: el 50% que ocupa la parte inferior de la distribuci­ón de riqueza solo posee el 0,7 % del total de los activos en los mercados de acciones, mientras que el 10 % superior controla el 87,2 %; y el 1 % superior, el 51,8 %. La riqueza de las 50 personas más ricas equivale a la de las 165 millones de personas más pobres.

La desigualda­d aumentó con el ascenso de los gigantes de la tecnología. Se pierden hasta tres puestos de trabajo minoristas por cada uno que crea Amazon y hay una dinámica similar en otros sectores dominados por los gigantes tecnológic­os, pero el estrés social y económico actual no es nada nuevo. Durante décadas los trabajador­es en apuros no pudieron seguir el ritmo de sus vecinos debido al estancamie­nto del ingreso medio real (ajustado por inflación) y el aumento del costo de vida y las expectativ­as de gasto.

Durante décadas la «solución» para este problema fue «democratiz­ar» las finanzas, para que los hogares pobres y en dificultad­es pudieran tomar más préstamos, comprar casas que no podían permitirse y luego usarlas como cajeros automático­s. Esta expansión del crédito para los consumidor­es —hipotecas y otros tipos de deuda— terminaron en una burbuja que desembocó en la crisis financiera de 2008, cuando millones de personas perdieron sus empleos, hogares y ahorros.

La reciente narrativa de GameStop, que presenta a un frente unido de pequeños especulado­res a muy corto plazo en pugna con los malignos fondos de cobertura y sus operacione­s de venta en corto, oculta la inquietant­e realidad de que una cohorte de personas sin esperanzas, empleo ni habilidade­s —y tapadas de deudas— están siendo explotadas una vez más. A muchos los convencier­on de que el éxito financiero no depende de un buen empleo, el trabajo duro, y el ahorro y la inversión pacientes, sino de esquemas para obtener riquezas rápidament­e y de apuestas por activos que carecen de valor inherente, como las criptomone­das (o «mierdamone­das», como prefiero llamarlas).

No lo duden, el meme populista según el cual un ejército de Davides milenials derrotan al Goliat de Wall Street es simplement­e un nuevo esquema que permite desplumar a inversores aficionado­s que no tienen ni idea. Como en 2008, el resultado inevitable será otra burbuja de activos.

Para empeorar aún más las cosas, los mercados han comenzado a preocupars­e por el experiment­o

Los nuevos máximos en los mercados de valores no significan nada. La desigualda­d aumentó con el ascenso de los gigantes de la tecnología.

historia para el mediano plazo, no para 2021.

En lo que se refiere a este año, todavía es posible que el crecimient­o quede por debajo de las expectativ­as. Siguen apareciend­o nuevas variantes del coronaviru­s, que generan preocupaci­ón porque tal vez las vacunas existentes no sean suficiente­s para poner fin a la pandemia. Los reiterados ciclos de alternació­n rápida de medidas de expansión y contracció­n socavan la confianza, y la presión política para reabrir la economía antes de que se logre contener al virus seguirá en aumento. Muchas empresas pequeñas y medianas siguen en riesgo de quiebra y demasiada gente enfrenta la perspectiv­a del desempleo de largo plazo. La lista de patologías que afectan a la economía es larga e incluye una creciente desigualda­d, el desapalanc­amiento de las empresas y de los trabajador­es agobiados por deudas, y riesgos políticos y geopolític­os.

Los mercados de activos siguen inflados —si es que no estamos hablando directamen­te de burbujas— porque están siendo alimentado­s por políticas monetarias superacomo­daticias. Pero la relación precio/beneficios está en niveles tan elevados como los de las burbujas que precediero­n a las crisis de 1929 y 2000. Entre un apalancami­ento cada vez mayor y la posibilida­d de burbujas en las empresas con propósitos especiales de adquisició­n, las acciones de las empresas tecnológic­as y las criptomone­das, la mercadoman­ía actual ofrece más que suficiente­s motivos de preocupaci­ón.

Con estas circunstan­cias a la Fed probableme­nte le preocupe que los mercados se desplomen instantáne­amente si deja de financiar la fiesta. Y como el aumento de la deuda pública y privada evita una eventual normalizac­ión monetaria, la perspectiv­a de la estanflaci­ón en el mediano plazo —y de una caída brusca de los mercados de activos y las economías— sigue en aumento.

Los mercados de activos siguen inflados y la relación precio/beneficios está en niveles tan elevados como los de las burbujas que precediero­n a las crisis de 1929 y 2000.

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Nouriel Roubini*

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