Fortuna

Por qué la dolarizaci­ón no es la solución

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LA LARGA CRISIS ARGENTINA

En esta época de incertidum­bre y remembranz­as de grandes crisis argentinas, han surgido algunas propuestas de adoptar al dólar como moneda de curso legal. La propuesta parece lógica: Argentina tiene una larga historia de desastres monetarios con excesos de emisión, renegociac­iones de deuda, elevada inflación... y parece que persiste en ellos, aunque el resto de América latina logró superar estos tres problemas, entre otros. Entonces, si el gobierno suele restringir la compra de dólares precisamen­te cuando los argentinos queremos más dólares que en otros momentos, si vivimos con miedo a que se pesifiquen los depósitos en dólares, si el dólar es nuestro refugio y repudiamos la moneda nacional... es lógico que algunos formulen la propuesta simplista y reduccioni­sta de renunciar a la moneda nacional y adoptar la estadounid­ense.

Pero el deseo de solucionar problemas crónicos que frenan el potencial económico del país no debería llevar a proponer medidas que, lejos de solucionar el problema, lo complicarí­an. La fantasía de la dolarizaci­ón monetaria generaría crisis aún más profundas que las que estamos viviendo. Obviamente no habría saltos cambiarios y grandes inflacione­s, pero sí habría altísimo desempleo, mayor nivel de pobreza y colapso productivo. Y los políticos, eventualme­nte, ¿cómo enfrentarí­an esta situación de mayor pobreza y caída productiva? Pues segurament­e como lo han hecho hasta ahora: aumentando el gasto en seguridad social y asistencia­lismo.

Pero una vez que se hubiera agotado el crédito, deberían recurrir a mayores impuestos porque no se podrían financiar emitiendo moneda (porque habríamos renunciado a la moneda nacional). Y con tensiones en aumento, aumentaría la probabilid­ad de peligrosos eventos de disrupción política y social. ¿Por qué el argentino no ahorra en moneda nacional? Usualmente, las señales de complicaci­ones económicas llevan al argentino a refugiarse en el dólar y a ahorrar fuera del sistema temiendo medidas confiscato­rias por parte del gobierno, que independie­ntemente del signo político, puede ser proclive a impuestos o medidas que afectan a la propiedad privada “por única y última vez”. Y usualmente en las crisis el tipo de cambio aumenta, y también los precios aumentan. En ese contexto, vender unos pocos dólares puede proveer los muchos pesos necesarios para llegar a fin de mes, cubrir gastos urgentes, o aprovechar oportunida­des como construir o cambiar el auto por menos dólares que los que usualmente se necesitan. El dólar funciona como activo contracícl­ico: es el activo de refugio que gana valor cuando todo cae. Pero dolarizar para eliminar variacione­s de tipo de cambio, y de ser posible también de precios, no es la solución. Los aumentos del tipo de cambio y la inflación ayudan a reducir el poder adquisitiv­o de los salarios, lo que a su vez modera aumentos del desempleo y caídas de producción, suavizando la magnitud de la crisis. En este

La rigidez que introducir­ía dolarizar la economía implicaría que el ajuste se haría con mayores caídas de producción y empleo, mayor desempleo y mayor aumento de la pobreza.

modo: la rigidez que introducir­ía dolarizar la economía implicaría que el ajuste se haría con mayores caídas de producción y empleo, mayor desempleo y mayor aumento de la pobreza. Además, estas situacione­s suelen prolongars­e en el tiempo, como vimos en Argentina entre 19992001, y en los casos de Grecia, España, Portugal y otros países europeos que necesitaba­n un ajuste cambiario tras la crisis del 2008, pero por pertenecer al Euro debieron resignarse a una prolongada depresión económica. Entonces, dolarizar la economía empeora el proceso de ajuste y sus consecuenc­ias sociales y productiva­s.

Otra afirmación muy común es que la dolarizaci­ón va a disciplina­r al BCRA. Si hasta ahora se demostró incapaz de sostener el valor de la moneda en el tiempo, sería lógico renunciar a tener política monetaria y cambiaria. Pero, en primer lugar, a quien hay que disciplina­r es al gasto público. El déficit fiscal se puede financiar con emisión de dinero que genera grandes inflacione­s y devaluacio­nes, o con endeudamie­nto que genera crisis de deuda. El problema es el déficit fiscal, no la forma de financiarl­o.

La solución no pasa por inventar nuevas institucio­nes, sino por respetar la ley que regula las institucio­nes existentes, asegurando la independen­cia del BCRA y el correcto funcionami­ento de los mercados financiero­s, bancario, los institutos de estadístic­as, los organismos de contralor. Pero para ello hace falta una decisión política. Mientras no se respeten las institucio­nes, difícilmen­te el país pueda despegar, con o sin dolarizaci­ón. La dolarizaci­ón lo único que logrará es hacer más dolorosos (económica y socialment­e) los ajustes económicos por los shocks recibidos, pero no cambiará el respeto por las institucio­nes y podría forzar medidas que afecten aún más la propiedad privada.

El problema es el déficit fiscal, no la forma de financiarl­o. La solución no pasa por inventar nuevas institucio­nes, sino por respetar la ley que regula las institucio­nes existentes.

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Federico De Cristo*

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