DIEGO LEUCO.
“Mi verdadero yo es más divertido que serio”
Perfil, historia y presente del periodista y conductor joven del momento, que dice: “Mi verdadero yo es más divertido que serio”.
A los 31 llegó al histórico sillón de Telenoche, estrenó programa en radio Mitre y continúa con el suyo de cable en Todo Noticias. Perfil, historia y presente del periodista y conductor joven del momento.
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Llegó a los medios como periodista de la revista Noticias (2009/2012). Produjo y condujo El rey desnudo (2012, por FM Identidad). De allí pasó a Lo malo de ser bueno (2013, en AM 1110). Fue panelista y conductor suplente de El diario de Mariana (de ese año a 2018, en eltrece), e integrante del staff de Lanata sin filtro (2014/2020, radio Mitre). Estuvo al frente de Los Leuco junto a su padre (2015, por Todo Noticias) y de Volviendo a casa (2018, por Mitre). En 2021 encabeza Ya somos grandes (jueves a las 22, por TN), Diego a la tarde (de
16 a 17, por Mitre) y, junto a Luciana Geuna, Telenoche (lunes a viernes a las 20), ciclo del canal de Constitución al que llegó en 2019. Lleva ganados dos premios Tato (por Los Leuco), un Martín Fierro (a Columnista Político y Económico en radio) y el Konex (como Revelación Periodística 2007/2017).
Sí, la exposición te da beneficios. Sin embargo, acarrea sus cosas malas: te quita privacidad y a veces te pone en el centro de la discusión. Hay que cuidarse, porque amplía el margen de error: a mayor exposición, mayor responsabilidad. Igual, hoy a mí la ecuación me da
La verdad, reconozco que no suelo dar notas. Primero porque siento que estoy tanto al aire que, si tenía algo interesante para decir, ya lo hice ahí. Y segundo porque, admito, me da un poco de pudor hablar de mí... ¡y ni te cuento posar!”, dice. Cuenta desde el archivo de Grupo Atlántida, donde no deja de sacar carpetas de “cuanto viene sucediendo en el país y el mundo desde hace un siglo” y sorprenderse ante el invaluable material que lo rodea. Por ejemplo, y ahora guiado por el laberíntico recinto de la planta baja, varios sobres con la inscripción “Leuco, Alfredo”, su padre, el mejor disparador para iniciar la nota con Diego Leandro:
–Ha tenido mucha influencia para que fuera periodista. Con mi viejo cerca, o amaba la profesión o la odiaba. Lo único que no podía era ser indiferente. Porque él es más periodista que persona (risas). “Padre” y “periodista” son las principales palabras que lo definen.
–Padre de hijo único. ¿Cuándo le inoculó esa pasión?
–Desde que yo era chico. Me acuerdo el instante preciso en que la profesión prendió en mí: 11 de septiembre de 2001. Yo transitaba los once (nació el 16 de octubre de 1989 en el Sanatorio Otamendi porteño) y estábamos de vacaciones en Nueva York.
–... El atentado a las Torres Gemelas.
–Tal cual. Habíamos caminado alrededor de ellas el día anterior. No bien nos enteramos de su caída, mi viejo, desesperado, tomó la filmadora familiar –no había celulares– y salimos despedidos del hotel. Ahí me invadió por primera
vez una sensación que luego se repetiría en mi trabajo como periodista. Porque ante un hecho histórico sentí la necesidad de encontrarme cerca de la información para luego contarla. Una frase del gran Miguel Wiñazki lo define de manera exacta: “Cuando hay disparos y todos corren en sentido opuesto, sólo dos tipos de personas van hacia los disparos: los médicos y los periodistas”. No es lo único que aprendí de mi viejo...
–Confíenos qué más heredó de don Alfredo
(65).
–Espero que ni su pelada ni su pesimismo estoico... Somos distintos en casi todo. Mi viejo es más pesimista, de ir por el lado del sacrificio estoico, del sufrimiento. De los que se ponen zapatos dos números más chicos para disfrutar cuando se los saca. Pasa que admiro su ética. Es un tipo puro, noble y de plenas convicciones. Cueste lo que cueste. Muy pocos tienen sus agallas. Era crítico cuando nadie lo era. Me pone orgulloso. Y trato de heredar y honrar eso.
–De su madre (Silvina Gagliardi, 62,
psicóloga), ¿qué características le corren en la sangre?
–Su capacidad de frenar la marcha y transitar con mayor felicidad el trabajo. Observándola a ella intento combatir el acelere que me viene de papá. ¿Sabías que cuando nací mi vieja tuvo que interceder y poner un manto de piedad, porque quería ponerme “Diego Armando” por Maradona?
–¿Y le hace honor al nombre?
–Hasta ahí... Me las rebusco mejor con el básquet. Lo practico, igual que el fútbol, el tenis y el ping pong. Claro que en términos generales siento que en verdad no sirvo para otra cosa que para el periodismo (risas).
–¿Exagera?
–Bueno, si bien no sé planchar ni soy ordenado, me doy maña para armar muebles, instalar y colgar cosas, usar herramientas. También hago ricos asados. Ojo que igual en los tiempos que corren me cuido, entreno bastante. Cuando me separé de mi novia (la productora Daniela Haissiner), partí a un monoambiente que dejé unos meses antes de la pandemia, para mudarme a un departamento mayor. En el cuarto que pertenecía al hijo de la familia puse una cinta, luego una mancuerna, una colchonetita, piso de caucho, barra, un banco plano... y se armó el gimnasio. Mi hora y media de ejercicios y cuando manejo la moto son mis únicos momentos en que hago una cosa a la vez. Y cuando duermo. Entrenar (mide 1,845 metro y pesa 82 kilos) me da una gran energía y me hace sentir súper bien.
–¿Es coqueto?
–Sólo con la ropa: Me gusta la moda. Trato de vestir bien sin ser obsesivo. Menos en cuanto a ponerme cremas y cortarme el pelo y la barba.
–¿Va al psicólogo?
–Hago terapia. Creo profundamente en la terapia, en pensarse, en entenderse, en crecer, en cambiar actitudes. Siempre hay espacio para aprender y mejorar. Lo que sea que te haga mejor –la religión, analizarte, la meditación, un libro–, vale.
–¿Imaginaba dos décadas después del estremecedor evento de Manhattan una actualidad profesional como la que le toca vivir: a la cabeza de
Telenoche (envío que acaba de cumplir 55 temporadas), Ya estamos grandes, Diego a la
de en cable, y de en radio?
tarde,
–Se fue dando. Frente a cada oportunidad dejé la vida. Avancé paso a paso: redactor de la revista Noticias, productor de radio (a los 17, el primer empleo por el que cobré), asistente de campo en los partidos que relataba Pancho Caldiero por Mitre; conductor reemplazante y titular, panelista... Muchas veces soy más feliz en un estudio que afuera. Y siempre trato de desarrollar mi parte histriónica. Hay una frase de Fernando Bravo que uso de columna vertebral: “Éste es un programa que ríe cuando puede y se pone serio cuando debe”. Siempre que la situación lo permita, quiero divertirme. Si no, me parece que estoy haciendo algo mal. Lo de Telenoche me llena de felicidad, porque es lo mejor que me pasó en la carrera y lo disfruto un
Me acuerdo patente de la dupla Mónica Cahen D’Anvers-César Mascetti. Luego vinieron Santo Biasatti-María Laura Santillán. A ellos habría que sumarles, antes, a Mónica-Andrés Percivale. Es muy loco que ahora con Lu (Luciana Geuna) seamos sus sucesores. ¿Si me veo en ‘Telenoche’ dentro de dos décadas? La verdad, no sé... Cuando ando en moto, para mí el viaje es el camino, no adonde llego
ALGO PERSONAL
Sus periodistas preferidos: “El mejor es Jorge Lanata. Lo admiro profundamente. Cambió la manera de hacer radio, diarios y tele. Nadie revolucionó la historia de nuestros medios como él. También, obvio, mencionaría a mi padre (juntos además escribimos en 2016
el libro Cuidate, changuito: Confesiones de padre e hijo), a Jorge Fernández Díaz, casi un tío; Marcelo Longobardi, un monstruo, y Nelson Castro, un sabio desprejuiciado”.
Los mejores conductores: “Santiago del Moro y Guido Kaczka, con quienes además me llevo bárbaro”.
Su gran amigo: “Rolando Barbano. Cuando estudié Periodismo en la Universidad de Palermo, Rolo daba el curso de Policiales. Un tipo culto y querible. Ahí a la vez enseñaba César Rodríguez, el productor ejecutivo de Telenoche. Nos reímos descubriendo cómo el tiempo nos volvió a reunir”.
Sus gustos predilectos: “Leer todo lo relacionado a la actualidad en las distintas plataformas; escuchar música variada el día completo y ver televisión argentina, a la que considero realmente excelente”. montón. Y calculo que lo mismo ocurriría si en un futuro me llegase la posibilidad de animar un magazine o un ciclo de entretenimientos. A mí me funciona la improvisación al aire, cantar, imitar. Es lo que más me define. Quienes laburan conmigo saben que soy así. A veces no se puede... y en el noticiero es más difícil (risas), pero mi verdadero yo es más divertido que serio.
–Y a su verdadero yo, ¿qué le cuesta?
–Frenar, tomarse vacaciones... Soy un adicto importante al laburo. Como te comenté recién, siempre dejo la vida. Concuerdo con Phil Jackson, el eterno entrenador de Los Lakers, cuando dice: “Vos no jugás el partido cuando lo
jugás. Lo jugaste antes, en el entrenamiento, durante cada momento en que sacrificaste algo”. Si dejás todo, siempre hay menos chances de que te vaya mal.
–¿Le resulta brava la fama a tan joven edad?
–Hablar de fama me parece excesivo, porque en la Argentina estrellas hay muy poquitas. Digamos que soy algo conocido. No me llama la atención: cuando comía o caminaba con mi padre siempre se acercaba alguien... Sí, la exposición te da beneficios. Sin embargo, acarrea sus cosas malas, te quita privacidad, a veces te pone en el centro de la discusión. Hay que cuidarse, porque amplía el margen de error: a mayor exposición, mayor responsabilidad. Igual, a mí hoy la ecuación me da.
–¿Qué sería a sus actuales 31 años si no le hubiera prendido el bichito del periodismo, Diego? ¿En qué andaría?
–Mmmm... no lo sé. Siempre fui una persona curiosa. Todo lo que estudié –cocina, magia, teatro– lo encaré como si me fuera a dedicar a eso, lo emprendí con pasión. Si bien en un momento me daba curiosidad el Derecho, ser abogado penalista, calculo que de no haber sido periodista lo mío se relacionaría a la actuación, el cine, al medio. Aunque, admito, desde aquel 11 de septiembre de 2001 –y acá, en el archivo de Atlántida, debe haber varias carpetas del atentado– nunca me imaginé en otra profesión que la que vengo desarrollando.