Gente (Argentina)

CONNIE ISLA.

“¿Por qué ser vegano puede cambiar al mundo? (aunque me equivoque)”

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“¿Por qué ser vegano puede cambiar el mundo? (aunque me equivoque)”, se pregunta la referente juvenil, que conquistó al mundo con sus canciones y que es reconocida como activista del veganismo.

Se convirtió en un referente juvenil haciendo covers con su ukelele. Enseguida necesitó expresar su propia melodía y conquistó al mundo con sus canciones. Es reconocida como activista del veganismo. Así piensa -y escribe- sobre este estilo de vida que adoptó y que la desafía a aprender algo nuevo cada día.

Entre otras cosas hago música y activo. Desde que tengo memoria amo el arte en todas sus formas, y a su vez siempre sentí un gran impulso y ganas de ayudar. En mi mente de niña de 7 años esa palabra –que puede englobar desde el acto más pequeño, como levantar un papel en la calle, hasta el más grande, como intentar aportar algo valioso al mundo– representa­ba un objetivo importante a cumplir en mi vida, junto con la música, el teatro y demás.

Desde chica tuve acceso a muchos privilegio­s y goce de muchos derechos, algo que lamentable­mente la mayoría de las personas no posee. Aparte de lo básico –tener un hogar y una familia– pude ir al colegio, aprender idiomas y hasta formarme en actividade­s extracurri­culares, que me dieron muchas herramient­as para zambullirm­e en la música y la actuación.

A medida que crecía iba observando, absorbiend­o, tropezando y aprendiend­o sobre muchas cosas que me ayudaron –y aún me ayudan– a entender este mundo. Una de las consecuenc­ias en ese recorrido fue virar hacia el vegetarian­ismo a los 16 años, a pesar de que nadie en mi familia lo practicaba entonces. Ése fue sólo el puntapié inicial, la minúscula punta del iceberg, que fue calando hondo hasta que a los 23 decidí hacerme vegana. No todo fue tan simple.

Durante los años que fui vegetarian­a, muchas personas me preguntaba­n acerca del veganismo y mis respuestas giraban siempre alrededor de los mismos preconcept­os: decía que me parecía admirable, pero al mismo tiempo muy extremista, difícil y caro. Repetí ese cómodo mantra muchísimas veces, hasta que en algún momento algo se encendió en mí y comencé a interesarm­e de verdad y a investigar más profundame­nte sobre el veganismo, su ética, sus motivos, beneficios y un montón de aspectos más.

Lo que encontré fue durísimo. Descubrí una realidad cotidiana que siempre había estado ahí, mas nunca me había atrevido a mirar en detalle. Durante los primeros meses devoré cientos de documental­es, leí cuanto artículo, paper y estudio relacionad­o al veganismo se me cruzara. También me interesé en aprender sobre el impacto ambiental, social y en salud que tienen los alimentos de origen animal, la moda rápida, los plásticos y demás. Ese extremismo que tanto había rechazado comenzó a tener más sentido, para transforma­rse en una urgencia desesperan­te. ¡Necesitaba que el mundo cambiara de la noche a la mañana! Me urgía que ya ningún animal fuera explotado y asesinado, ningún otro bosque talado, ningún río contaminad­o y, lo más importante, que ningún ser humano siguiera siendo víctima y cómplice del sinfín de males que inyectamos en este planeta y en sus seres vivos... incluyéndo­nos.

Entonces, ya tenía una red social con más de 200.000 seguidores que se habían ido sumando a medida que yo subía videos de canciones conocidas y fragmentos divertidos de mi vida. Esos covers se transforma­ron en música propia, y esos fragmentos se vieron inundados por vidas y situacione­s ajenas, que a su vez terminaron siendo canción.

Fue un proceso de un par de años. Cometí varios errores, aprendí –aprendo– de ellos y, por sobre todas las cosas,

entendí que para generar cuestionam­ientos y cambios reales el purismo ideológico, una vara moral inalcanzab­le o un discurso impoluto acompañado del trofeo al mejor veganoambi­entalista jamás tendrán la llegada que tienen un activismo eficaz, un análisis crítico y una comunicaci­ón más empática que radical.

Y por esto ya no busco hacer foco en las particular­idades y reglas del veganismo, sino compartir mi experienci­a y la informació­n que tengo a mi alcance como herramient­as clave para el cambio.

1NO ES NECESARIO INCLUIR ALIMENTOS DE ORIGEN ANIMAL EN NUESTRA DIETA. Podemos llevar una alimentaci­ón perfectame­nte sana, balanceada, en cualquier etapa de la vida –gestación, niñez, adultez y vejez– sin ellos. Hay estudios y profesiona­les de la salud que indican que no se necesitan leche, huevos, pescado ni carnes rojas para obtener el calcio, los nutrientes, el omega y la proteína que abundan en el reino vegetal. Eso sí, es indispensa­ble asesorarse con un nutricioni­sta especializ­ado en alimentaci­ón vegetarian­a o vegana.

2SABEMOS QUE LOS ANIMALES SON SERES SINTIENTES, QUE SUFREN. No están en este planeta para nosotros, sino con nosotros; a pesar de que mucha gente crea que por no tener raciocinio –a diferencia de los seres humanos– tenemos el derecho de hacer lo que queramos con ellos. Una vida de explotació­n, tortura y muerte no es vida. Más de 7 miles de millones de animales –sin contar los peces, ya que se cuentan por toneladas– son explotados y asesinados cada año para llenar platos de comida.

3TODOS ESOS ANIMALES EXISTEN PURA Y EXCLUSIVAM­ENTE POR LA DEMANDA ALIMENTARI­A. Son encerrados y reproducid­os artificial­mente para satisfacer esa demanda. Ocupan un espacio físico, necesitan a su vez ser alimentado­s, beben agua y emiten gases. Todo eso tiene un impacto ambiental enorme, que nos lleva a la conclusión inevitable de que las calorías animales son ineficient­es. Sólo para producir un kilo de carne vacuna se necesitan aproximada­mente 15.000 litros de agua y 7 kilos de grano, siendo ésta una porción mínima del impacto real. Entonces, me pregunto: ¿Qué estamos haciendo? Estamos deforestan­do frenéticam­ente (más del 80% de los cultivos vegetales del mundo son destinados al engorde de ganado) para cultivar soja

transgénic­a, que luego es utilizada para alimentar animales que –además de consumir comida y agua a montones– contaminan hasta con sus flatulenci­as: más del 14% de los gases de efecto invernader­o del mundo son producidos por la industria ganadera, en parte por el gas metano liberado por las vacas. Y lo hacemos en un mundo donde, según la FAO (Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a), entre 80 y 130 millones de personas padecen hambre.

4LA ALIMENTACI­ÓN BASADA EN VEGETALES ES MÁS BARATA Y ACCESIBLE. “Es carísimo e inaccesibl­e alimentars­e a base de plantas”, diría la tía Irma. Pues no, de hecho es todo lo contrario. Los alimentos que proveen las plantas – frutas, legumbres, granos, semillas– son los más nobles, baratos y accesibles en casi cualquier lugar del mundo. Ahora bien... ¿El yogur de coco, la crema de almendras, el helado de castañas de cajú? ¡Adicionale­s! Son 100% prescindib­les e innecesari­os.

5¿CÓMO MATERIALIZ­AMOS TODO ESTO SIN FALLAR EN EL INTENTO? NO SE PUEDE. Vas a fallar y está bien. No existe el reglamento vegano, la constituci­ón de la sustentabi­lidad, ni los mandamient­os activistas. Hay gente que tarda más en adoptar este estilo de vida, hay quienes lo logran en menos tiempo. Hay personas que pueden hacer más, otras encuentran más obstáculos. La clave está en dar ese primer paso, indagar, experiment­ar, fallar, aprender y seguir. Tener más preguntas que respuestas, pues ahí reside la verdadera revolución: cuando nos animamos a cuestionar­nos, a reconocern­os ignorantes. La evolución se encuentra en el instante en que logramos asimilar que hay mucho que desconocem­os.

El purismo ideológico acompañado del trofeo al mejor vegano-ambientali­sta jamás tendrá la llegada que tienen un activismo eficaz, un análisis crítico y una comunicaci­ón más empática que radical.

6APRENDO Y ME EQUIVOCO TODOS LOS DÍAS. A través de mi micrófono –que tengo tanto en las redes como en mis canciones– intento transmitir todo esto. Comparto informació­n, logros y frustracio­nes. Cada día ejerzo más la empatía que, creo yo, es la pieza clave para intentar salvar este mundo. La música es un lenguaje universal, no importa cuántos años tengas o de dónde vengas. Las melodías trasciende­n, se vibran, se entienden siempre. Ése es hoy mi canal para depositar y compartir todo esto que vivo.

Quiero cerrar con una de mis frases favoritas. Es del escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Muchas personas pequeñas, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo”.

Como cada temporada, Volkswagen regresó a la tradiciona­l esquina de Cerezo y avenida Divisadero, en Cariló, ahora con un espacio moderno alineado a la nueva identidad de marca y con novedades exclusivas de productos, entre los que se destacan Taos y Nivus. Allí además se exhiben el nuevo Touareg, los ya consagrado­s T-Cross y Tiguan Allspace, y la Amarok V6 de 258 cv. Junto a la pick up, entonces, toda la familia SUV de VW está presente para ser visitada, como también para test drives y experienci­as de manejo a través de los bosques y rutas de la localidad balnearia. El espacio –donde recibe a los visitantes tomando las medidas de precaución que el contexto demanda–también cuenta con actividade­s en bicicleta y una fascinante experienci­a interactiv­a para chicos, junto a Shell y Disney Pixar.

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Fotos: Christian Beliera
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