Gente (Argentina)

TRIPLE FRONTERA.

La batalla argentina más caliente contra el narcotráfi­co

- Fotos y texto: Fernando Oz

Una recorrida por la zona más caliente de la lucha contra el narcotráfi­co, situada entre las fronteras de Argentina, Brasil y Paraguay.

La primera línea que combate contra el tráfico ilegal en el nordeste del país se desplaza a toda velocidad entre los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná, e Iguazú. Desde la localidad correntina de Esquina hasta la formoseña Clorinda, y desde allí de regreso hasta la Isla del Cerrito para terminar en las puertas de las Cataratas del Iguazú. Más de 1.400 kilómetros por aguas infestadas de contraband­istas y narcotrafi­cantes armados hasta los dientes.

Ni los sensibles radares, ni la pantalla de la potente cámara con visión nocturna lograron adelantar la presencia de la lancha a motor que acaba de cruzar como rayo por delante de una de las patrullera­s artilladas más modernas de Sudamérica. Los guardianes del Paraná creen que se trata de contraband­istas y se lanzan a su búsqueda. Dos de los uniformado­s toman sus chalecos antibalas, suben las escaleras y prenden un par de reflectore­s con los que se podría iluminar un estadio olímpico, pero ni el resplandor de la Luna sirven para tajar la espesa noche que envuelve el río y el monte. Minutos después, los sospechoso­s se cruzan frente a los ojos del radarista como si se rieran de la situación. Ya no había duda de que se trataba de hábiles piratas de agua dulce. Tres horas después, el rostro de los siete hombres de la Prefectura Naval Argentina seguía por el piso: se les escapó una liebre y no habían tenido un buen día de caza.

Las amarronada­s aguas del río Paraná y las verdosas del río Iguazú se fusionan en el corazón de la llamada Triple Frontera, zona limítrofe entre Argentina, Brasil y Paraguay. Una región llena de fantasmas e increíbles historias de respetable­s contraband­istas, sigilosos narcotrafi­cantes de cuello blanco, terrorista­s que desayunan en finas lavandería­s de dinero, aduaneros corruptos, despistado­s turistas perdidos en la Babel de las Cataratas y otros inquietant­es personajes.

Desde mediados de los 90’, Estados Unidos viene poniendo las narices en las tres ciudades fronteriza­s en las que se convive en varios idiomas. Después del atentado en 2001 del World Trade Center, diferentes agencias de inteligenc­ia se instalaron en el área. En el extenso expediente del atentado a la AMIA en 1994, en Buenos Aires, se señala a la Triple Frontera —donde vive la segunda comunidad árabe más importante de Sudamérica— como un eslabón fundamenta­l de la voladura de la mutual judía.

Hoy la región sigue siendo uno de los principale­s centros de tráfico de drogas, de todo tipo de contraband­o, y uno de los centros de lavado de dinero más importante­s del continente, según coinciden especialis­tas y organismos de seguridad de diferentes gobiernos.

“Yo estuve cuando del lado paraguayo nos tiraron con una AK-47 porque con una de las lanchas más chicas intentamos parar a un bote lleno de bultos que habían cruzado de este lado del canal”

NAVEGANDO POR UN RÍO DE CONTRABAND­ISTAS

El “Colo” es el prefecturi­ano de mayor grado en la lancha artillada que custodia hoy más de 1.400 kilómetros de ríos que sirven de autopista para el trafico ilegal. Tiene 33 años y, desde hace una semana, lo esperan su esposa y su pequeña hija. Lo observo cansado, pero el oficial principal Marcos Daniel Silvestri parece tener la obsesión por mirar el río sin pestañear. “Me consta a diario que hacemos todo lo que está a nuestro alcance para impedir el contraband­o, pero es muy difícil”, dice al recordar a la escurridiz­a embarcació­n que dos horas atrás le

cruzó por las narices.

Sin dejar de escrutar el agua con visores nocturnos, el “Colo” dice que cuando se inició la pandemia por Covid-19 y se cerraron las fronteras, en la zona los contraband­istas superaron en cantidad a los mosquitos. Lo mismo opinan fuentes del Ministerio de Seguridad de la Nación y de la Dirección Nacional de Aduanas consultada­s por este cronista antes de pasar dos días con los guardianes de la aorta de la Triple Frontera. Canoas, gomones, piraguas y lanchas de diferente porte sirven para pasar de una costa a la otra comestible­s, electrónic­a, drogas, armas o lo que fuera, tanto para consumo local y para inundar el mercado ilegal del país.

“Te tiran de ambas costas con cualquier cosa, hasta con cañones caseros tipo tres tiros que llenan de tuercas; te pegan a cincuenta metros en la cabeza y te matan”

“Todo depende del cambio. Por ejemplo, ahora lo que más se contraband­ea son comestible­s, legumbres, soja, vinos, es de Argentina hacia Paraguay o Brasil. Lo que no deja de venir del otro lado son la marihuana y cocaína, en menor medida”, señala en tierra firme un oficial con un importante cargo de la Prefectura Naval en la zona. Los métodos son cada vez más sofisticad­os: ahora los delincuent­es están utilizando jet ski, pequeñas lanchas a control remoto y hasta drones con visores nocturnos para avisar cuando se acercan las patrullas de la fuerza argentina. A juzgar por los ojos en permanente alerta del ayudante de primera Fernando Digiovane, todo hace suponer que patrullar a esta altura del Paraná no es lo mismo que navegar por el Delta

de Tigre. No es el prefecturi­ano de mayor rango, pero sí el de más edad. Pasó más de la mitad de sus 45 años custodiand­o puertos y puestos fronterizo­s.

“Casi todos los que estuvimos en esta frontera fuimos atacados a tiros. Acá hay gente que contraband­ea mercadería para el almacén del barrio, algunos hasta para llenar la olla del día. Ése no es gran problema porque es algo que se puede controlar, no te van a pegar un tiro por diez kilos de harina o veinte litros de aceite”, sostiene uno de los uniformado­s mientras fuma un cigarrillo en una parada de rutina en un muelle improvisad­o a menos de cinco minutos del puente internacio­nal Tancredo Neves, que une la ciudad argentina de Puerto Iguazú con la

brasileña de Foz de Iguazú. Tira la colilla en un balde de agua y cuenta una anécdota: “Yo estuve cuando del lado paraguayo nos tiraron con una AK-47 porque con una de las lanchas más chicas intentamos parar a un bote lleno de bultos que habían cruzado de este lado del canal. Cuando nos ven pegan la vuelta y no pudimos seguir avanzando, le cubrieron la fuga a los tiros”. El canal es la zona más profunda del río y divide al Paraná de manera zigzaguean­te, es decir, que los contraband­istas tienen la mitad del río a favor. Fuentes dentro y fuera del patrullero artillado bautizado El Timbú aseguraron que “la Armada paraguaya hace la vista gorda a las lanchas que llevan o traen mercadería de manera ilegal”. En alguna que otra ocasión, los marinos del vecino país disputaron centímetro­s del canal por proteger a los “paseros” amigos.

VELOZ Y POTENTE, PERO NO SUFICIENTE

El Timbú tiene armas pesadas que por protocolo no puede usar Prefectura. Portan armas de menor calibre y escopetas con postas de goma. “Uno observa una embarcació­n con bolsas de consorcio negras y no sabe qué es hasta que las confisca. A veces es peligroso, porque te tiran de ambas costas con cualquier cosa, hasta con cañones caseros tipo tres tiros que llenan de tuercas; te pegan a cincuenta metros en la cabeza y te matan”, grafica un uniformado que patrulla con barro hasta las rodillas entre el río y los montes de la zona ribereña.

La lancha artillada de Prefectura es una de las estrellas de su flota. Fue fabricada en el astillero israelí Shipyards Ltd de Haifa y entró en servicio en 2018. Es una potente embarcació­n de la clase Shaldag que cuenta con la capacidad de levantar 48 nudos (90 kilómetros por hora) y tiene una ametrallad­ora pesada calibre 50 instalada en la proa, 25,5 metros de eslora (largo), 6 metros de manga (ancho) y 1 metro de calado. Además, está equipada con sistemas ópticos y electroópt­icos giroestabi­lizadores de observació­n diurna y nocturna, armamento de 20 mm operado a distancia, con cámaras electroópt­icas de alta precisión.

La base de El Timbú se encuentra en la ciudad de Posadas y

patrulla desde la localidad correntina de Esquina hasta la formoseña Clorinda y desde la Isla del Cerrito hasta la ciudad de las Cataratas. Más de 1.400 kilómetros por los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná, e Iguazú. El capitán es el Subprefect­o Matías Rigoni y tiene a su cargo una tripulació­n de una docena de hombres, la mayoría de ellos entrenados en Israel para conocer cada detalle de la nave. En esa misma zona también opera otra artillada, bautizada Guaraní, pero se encuentra en reparación.

Como casi todo en Argentina, la compra de El Timbú y de otras tres embarcacio­nes con las mismas caracterís­ticas generó polémica. En este caso, por el precio de la compra que realizó el gobierno del ex presidente Mauricio Macri después de una vista de la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich a Israel: el artillado flotando listo más todo el moderno sistema de vigilancia, por 84 millones de dólares. La Federación de la Industria Naval Argentina (FINA) fue la primera en cuestionar el gasto de 49 millones de dólares en las cuatro lanchas Shaldag y aseguraron que por ese monto en el país se podrían construir 20 lanchas, aunque sin el armamento y la tecnología.

EN PERMANENTE ALERTA

Por ser especialis­ta en navegación, el primer oficial Cristian Macias es quien está al mando de El Timbú cuando se encuentra en marcha sobre el río. También hace pan casero en la reducida cocina de la nave. “Acá todos cocinamos y hacemos de todo, desde la limpieza hasta el mantenimie­nto del equipo. Yo manejo el timón, opero el radar o la cámara, y también hago lo más rico”, manifiesta mientras mete las manos en la masa. Tiene una hija, una esposa a la que conoce desde que ambos eran niños, y sus padres tienen un complejo hotelero en un punto turístico de Corrientes. “Lo que sé del río, en parte, lo aprendí de mi padre, que fue guía de pesca. Yo amo estar acá, no hubiese elegido otro destino”, comenta orgulloso el joven prefecto de 30, que no tutea a nadie por más distendido que se encuentre.

“Yo estuve doce años en Ushuaia, controlába­mos la pesca ilegal. Muchos barcos chilenos y algunos de China, pero nada que ver con las cosas que pasan acá. Ésta es una zona peligrosa”, cuenta el contramaes­tre Ramón Ferreira mientras maneja el timón, que parece un extraño joystick de PlayStatio­n. El sol le pega de frente. Él, junto al cabo primero electricis­ta Ricardo Lugo, de 28 años, son los más

“Me consta a diario que hacemos todo lo que está a nuestro alcance para impedir el contraband­o, pero es muy difícil”

jóvenes de la tripulació­n.

El martes 8 de febrero, Prefectura decomisó más de 1.300 kilos de marihuana en “dos procedimie­ntos” realizados en la costa del río Paraná, a la altura de la localidad misionera de Puerto Libertad. El primero fue durante un patrullaje terrestre donde se toparon con una persona que llevaba unos bultos. El sospechoso escapó, pero los uniformado­s encontraro­n 37 paquetes que en su interior contenían 1.088 panes de marihuana. Similar suerte tuvo otro pelotón a la altura del kilómetro 1.853 del río, que se encontró con una camioneta con las puertas abiertas y siete paquetes con 221 panes de la misma sustancia.

El jefe de la Prefectura en Puerto Iguazú, prefecto principal Cristian Montiel Zini, llegó a ese destino hace un mes. De todos modos, conoce la zona y coincide en que el tráfico ilegal se disparó con la pandemia. Según los números que tiene, el año pasado esa fuerza secuestró diez toneladas de marihuana, tres kilos de cocaína y diferente tipo de mercancía valuada en algo más de 100.000 millones de pesos. En los primeros dos meses de 2021 van cuatro toneladas de marihuana y un kilo de cocaína. A juzgar por la cantidad de decomiso, el número de detenidos desde que comenzó la pandemia es ínfimo: tres presos y treinta ciudadanos extranjero­s expulsados. El aire acondicion­ado de la lancha artillada hace que la estadía en el Paraná sea más agradable. Estar en la cubierta con más de 35 grados de temperatur­a, la aplastante humedad y el sol del mediodía se vuelve imposible. El menú del día en El Timbú es guiso y tres de sus tripulante­s toman el primer turno para almorzar. Ninguno de los que estábamos en la mesa había llegado al quinto bocado cuando el oficial Macias cruza la puerta que divide el puente de navegación y reducido comedor. No le hace falta decir nada, un gesto es suficiente para que el oficial principal Silvestri salte como

“Podés encontrar cincuenta bolsas de cemento, pollos, o tresciento­s kilos de marihuana y quedar en medio de un tiroteo. Esto pasa todos los días, a toda hora”

un resorte y dé por finalizado el almuerzo para todos. Los motores se aceleraron y la mitad de la dotación sale a cubierta con sus armas y chalecos antibalas. En menos de tres minutos, el “Colo” y dos de sus hombres se encontraba­n montados sobre el gomón con motor fuera de borda avanzando a toda velocidad sobre un bote a remo que estaba listo para cruzar al lado paraguayo repleto de bolsones y cajas. Desde el puente de navegación, Macias sigue de cerca los movimiento­s de los “paseros” -como se los llama en la zona- a través de la moderna cámara de la embarcació­n. Degiovane permanece apostado en la cubierta, a babor, con una escopeta en la mano. Nadie sabe qué puede pasar, nadie sabe si los contraband­istas tienen cómplices escondidos o si se encuentran armados, nadie sabe qué puede haber en esas cajas de cartón ni en los otros bultos. A simple vista, sólo se ve a dos hombres sobre el bote a remo y otros dos a unos 200 metros apoyados como si nada sobre un destartala­do Peugeot 504.

Nadie ofreció resistenci­a, los que tenían la mercadería fueron detenidos, ambos paraguayos, uno de 43 años y otro de 19. Los otros dos que estaban con sus autos marchitos no dieron demasiadas explicacio­nes, uno dijo que esperaba a su esposa y el otro era el remisero que lo único que había hecho fue trasladar la mercadería por 2.000 pesos, nada fuera de la ley, no tenía por qué saber que era para pasarla de manera ilegal a Paraguay. En el bote de madera había bolsas de harina, cebollas, cajas de aceite, vino, cerveza, alfajores y cuatro maples de huevos, una suma que apenas superaba los 400.000 pesos. El operativo no duró ni diez minutos y el papeleo y la confección de las actas de incautació­n unas dos horas. “Esto pasa todos los días, a toda hora. Podés encontrar cincuenta bolsas de cemento, pollos, o tresciento­s kilos de marihuana y quedar en medio de un tiroteo”, cierra con resignació­n uno de los guardianes del río. n

 ??  ??
 ??  ?? / DOCUMENTO
/ DOCUMENTO
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? / DOCUMENTO
/ DOCUMENTO
 ??  ??
 ??  ?? / DOCUMENTO
/ DOCUMENTO
 ??  ??
 ??  ?? Los guardianes del río
Los siete prefecturi­anos de El Timbú pueden estar entre cinco y quince días embarcados recorriend­o las aguas de los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná e Iguazú. Su dotación completa es de doce hombres altamente calificado­s, muchos de ellos capacitado­s en Israel, lugar de fabricació­n de este tipo de lanchas rápidas y artilladas.
Los guardianes del río Los siete prefecturi­anos de El Timbú pueden estar entre cinco y quince días embarcados recorriend­o las aguas de los ríos Pilcomayo, Paraguay, Paraná e Iguazú. Su dotación completa es de doce hombres altamente calificado­s, muchos de ellos capacitado­s en Israel, lugar de fabricació­n de este tipo de lanchas rápidas y artilladas.
 ??  ??
 ??  ?? Autopista de agua dulce
Cruzar el Paraná en un bote a remo puede llevar entre diez y quince minutos, todo depende de la fuerza de la corriente y por qué zona se haga, algunas son más angostas que otras. Una lancha veloz puede hacerlo en pocos minutos. La mercadería es traslada con autos o camionetas hasta la vera del río. Algunos paseros cruzan dos o tres veces al día.
Autopista de agua dulce Cruzar el Paraná en un bote a remo puede llevar entre diez y quince minutos, todo depende de la fuerza de la corriente y por qué zona se haga, algunas son más angostas que otras. Una lancha veloz puede hacerlo en pocos minutos. La mercadería es traslada con autos o camionetas hasta la vera del río. Algunos paseros cruzan dos o tres veces al día.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? / DOCUMENTO
/ DOCUMENTO
 ??  ??
 ??  ?? Tecnología narco
La utilizació­n de pequeñas lanchas a control remoto para cruzar celulares, cocaína o cartones de cigarrillo­s, es una de las nuevas modalidade­s. El método fue descubiert­o por las fuerzas brasileñas en los ríos Iguazú y Paraná. También se utilizan drones para controlar los movimiento­s de las fuerzas de seguridad.
Tecnología narco La utilizació­n de pequeñas lanchas a control remoto para cruzar celulares, cocaína o cartones de cigarrillo­s, es una de las nuevas modalidade­s. El método fue descubiert­o por las fuerzas brasileñas en los ríos Iguazú y Paraná. También se utilizan drones para controlar los movimiento­s de las fuerzas de seguridad.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? / DOCUMENTO
/ DOCUMENTO
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina