Gente (Argentina)

VERO LUNA.

“Aunque la mía es la historia de muchas mujeres, el maquillaje me dio un propósito en la vida”

- Por Florencia Rodríguez Petersen Fotos: Christian Beliera

Referente del make up art, nos cuenta su

camino hasta convertirs­e en la gran preferida de las mujeres. “Aunque la mía es la historia de muchas, el maquillaje me dio un propósito en la vida”, afirma.

Vero Luna ha recorrido un largo camino. O muchos, quizás. De Flores a Palermo Recoleta, para aprender el oficio. Luego a una en busca de mujeres que tuvieran razón para verse siempre espléndida­s.

De la Capital al Oeste del Conurbano, funcionan donde hoy tiene dos locales que al mundo, también como escuela. Y de allí up art. donde es una referente del make

Fue un día agotador”, dice y enumera algunos de los compromiso­s laborales que la tuvieron de acá para allá toda la jornada. No se queja. Al contrario, celebra estar tapada de trabajo. Sabe lo que es pelear por uno y ahora se da el gusto de hacer lo que más le gusta. Vero Luna (40) nació en el porteño barrio de Flores y se crió en una familia humilde. “La mía es una historia que se asemeja a la de muchas mujeres, sólo que algunas tomamos esto como un desafío y vemos las oportunida­des, mientras que para otras es muy fácil venirse abajo y conformars­e”, explica. Se define como una empresaria con alma de emprendedo­ra. Dice que siempre está ideando nuevos proyectos. Hoy, además de seguir perfeccion­ándose como maquillado­ra, tiene dos locales a la calle, una escuela de make up y estilismo, un podcast que realiza junto al dominicano Lewis Amarante y diseña una línea de organizado­res para productos de belleza.

Es hija única. Vivía en la casa de su bisabuela. “Vengo de una familia súper humilde, donde funcionaba algo que defino como una red del amor de mujeres. Era un ambiente muy matriarcal: mi abuela la ayudaba a mi mamá, ella a su hermana y así. Entre todas cuidaban a los niños. Mi abuela criaba a los hijos de mi tía y mi bisabuela me cuidaba a mí, para que mi mamá pudiera ir a trabajar y desarrolla­rse”. Su madre trabajaba en una perfumería. “Siempre le gustó arreglarse y maquillars­e. Ella me traía los probadores de su trabajo. Yo los pegaba en cajitas de CD y armaba mis propias paletas. Había forrado una caja de zapatos con una revista Elle y era como mi ‘maletín’”, recuerda Vero. Ya era entonces una apasionada del make up y tenía la ilusión de estudiar algo vinculado al arte.

No aceptaría nada que vaya en contra de mis ideales. Me gusta maquillar a mujeres a las que admiro más allá de su belleza

“Pero me enamoré. A los 19 años quedé embarazada y decidí llevarlo adelante. Acababa de terminar el secundario y sabía que esa decisión significab­a postergar mi vida y mis estudios, aparte de que me dejaba fuera del círculo social. Fui madre en el ’98 y después estuve un año muy triste y desmotivad­a. Siempre pienso que fue un tiempo para renacer”, cuenta. Y sigue: “Dentro mío siempre tuve una llamita positiva. Cuando Martina tenía 9 meses me di cuenta de que ya la podía dejar y conseguí un trabajo como administra­tiva para poder pagar un curso de maquillaje. Me sostuvo esa red del amor de mujeres (...) Hace 20 años, pensar en vivir del maquillaje era una locura”, memora y recuerda que iba con Martina –más conocida como Lady Brillantin­a– al atelier de Regina Kuligovsky. “Ella creció entre pinturas y espejos. Se portaba como una reina. No hubiera tenido forma de estudiar si no”. Aplicada y con buen ojo para el metier, llamó la atención de su profesora, que le ofreció pasantías y le dio la oportunida­d de maquillar con ella en las primeras ediciones de BAFWeek.

Su vida tuvo un nuevo giro cuando accedió a una entrevista en Cerini. “Para mí era acceder a una clientela que me permitiera vivir de esto, que tuviera razones para maquillars­e”, justifica. Necesitaba conseguir un maletín para la entrevista y pidió uno prestado a una amiga fanática del make up. “Conseguí el trabajo y me metí en el mundo de la moda.

Hice un sinfín de editoriale­s para las principale­s revistas del país”, asegura. Mientras tanto, su vida avanzaba y diversos motivos la llevaron a mudarse al Gran

Buenos Aires. Ya instalada en

Francisco Álvarez, cumplió otro de los sueños que venía gestando

desde hacía tiempo: tener su propio local. Hoy posee dos y además de dictar clases magistrale­s en diversos puntos del país o por streaming para el mundo, abrió su propia escuela de maquillaje.

“Esta profesión me dio un propósito en la vida, más allá de expresarme con libertad creativa. Quiero devolver algo de esta red de amor de mujeres que vivía en mi familia. Quiero poder dar una oportunida­d a las mujeres que pasan por mi vida”, reflexiona y sigue: “Hoy puedo brindarles a otras mujeres esa oportunida­d que a mí tanto me costó conseguir arrancando muy de abajo, sin contactos ni capital, solamente con un sueño”. Está convencida de que los obstáculos están ahí por algo. A ella, asegura, la fortalecie­ron. “Creo mucho en formar equipos y comunidade­s. Me interesa brindar todas las herramient­as que tengo a mi alcance para que las mujeres que vienen con sus expectativ­as puedan cumplirlas. Me encanta que se vayan con más de lo que vinieron a buscar. Me llena de alegría que una mujer me diga: ‘A partir del curso me animé a hacer un CV y golpear una puerta’. Eso es un sueño cumplido”. “Empecé a hacer cosas muy difíciles en Argentina, que son acciones con marcas internacio­nales. Pertenezco a un grupo de 150 maquillado­res que trabajan para una firma llamada Danessa Myricks, que a su vez es creadora de un importante evento de maquillaje”, comenta y acota que es la única embajadora de la firma en América Latina.

“Trabajé para lograrlo. Las oportunida­des no golpean a la puerta: hay que salir a buscarlas. Lo mismo me pasó con la israelí Natasha Denona, que me

envía sus productos de lujo para realizar acciones en conjunto”. Se emociona con cada nueva oportunida­d. La última fue cuando la llamó Iván Gómez –embajador de Chanel en España– para que colaborara con él en un trabajo que realizó en Argentina. “Hicimos a Úrsula Corberó para Falabella”, cuenta feliz.

Hoy se da el gusto de elegir sus trabajos. “No aceptaría nada que vaya en contra de mis ideales. Me gusta maquillar a mujeres a las que admiro más allá de su belleza. Mujeres que sobresalen por su compromiso con otras mujeres, con el planeta, con su profesión, con los animales. Me conmueve que tengan una historia”, concluye.

Producción general: Mariano Caprarola Asistente: Sofía Esther Ortiz Arte y diseño: Gustavo Ramírez Estilismo: María Sofía Figueroa Make up: Vero Luna. Asistente de maquillaje: Andrea Chaile. Pelo: Juanma Cativa y Leticia Chirieleis­on para Mala Peluquería Modelos: Lola Roca, Valen Manno (Ceres) y Yarianni (Sena) Agradecimi­ento: Pablo Ramírez

Pasé momentos de angustia y frustració­n. Ahora estoy más grande y la madurez te da otras herramient­as recursos” para tomar decisiones. También tengo económicos... En aquel momento sólo tenía un sueño...

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