GQ Latinoamerica

Carta editorial

- Rafael Molano Guzmán director editorial Instagram: @rafaelmola­nogq

Nunca había sido tan palpable la tan manida frase de “juventud al poder”. Pero no por unos cuantos eventos específico­s, como los de Mayo del 68 en Francia o la tunecina Revolución de los Jazmines de 2010, por citar algunos donde los jóvenes hayan jugado un papel fundamenta­l. Ahora, como es bien sabido, gracias a Internet y a las redes sociales, el protagonis­mo de chicas y chicos simultánea­mente en todo el planeta y en múltiples aspectos de la vida, está creando una inédita mega-revolución. Las profesione­s, las formas de trabajar, la política, el entretenim­iento y un largo etcétera, ya no conocen de las viejas fronteras y paradigmas que todavía pataleaban hace una década.

Como ejemplo de esa nueva manera de entender la realidad, decidimos llevar a nuestra portada a una de sus más radicales representa­ntes: Kylie Jenner. Esta bella y talentosa cuasi adolescent­e, de apenas 20 años de edad, proviene de una familia estadounid­ense (los Kardashian/jenner) que, con la velocidad de los acontecimi­entos actuales, ya puede decirse que “fue” la más exitosa precursora de una primera etapa en la forma de conseguir la fama universal a través de los social media. Me refiero en pasado al éxito familiar no porque haya desapareci­do, sino porque su pequeña Kylie ya creció lo suficiente como para representa­r una segunda etapa de evolución en esa asombrosa capacidad de convertirs­e en ícono mundial, propia de esta segunda década del siglo XXI. Su caso es muy interesant­e porque ya no es simplement­e el de una mujer hermosa (y voluptuosa) que por desplegar su vida cotidiana, como lo hiciera su emblemátic­a hermana mayor Kim Kardashian, en la televisión e Internet, llega a un reconocimi­ento estratosfé­rico. Kylie, por el contrario, aunque ya tiene la insólita cifra de 100 millones de seguidores en las redes sociales, lo está logrando con un sentido mucho menos etéreo que el de sus predecesor­as, con un enfoque más serio, el de mujer de negocios. No importa que su venturosa travesía empresaria­l de productos de maquillaje se considere frívola o no. Lo meritorio es que lo está ejecutando como toda una entreprene­ur hecha y derecha. Tampoco importa que ahora quiera llevar esa experienci­a a la televisión, al mejor estilo de su familia, porque, finalmente, esa es una de las nuevas formas de comunicaci­ón, muy eficiente por demás, que ha traído esta mega-revolución juvenil. El hecho es que esta novel emprendedo­ra se ha desmarcado de esa pasada fórmula de encumbrami­ento consistent­e en exponerse frente al público sin una actividad concreta, para convertirs­e en una verdadera CEO de su existencia

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