GQ Latinoamerica

TIJUANA SUCULENTA

La ciudad de Tijuana, ubicada en el estado de Baja California, no sólo se ha convertido, en los últimos años, en uno de los núcleos más importante­s para las culturas mexicana y estadounid­ense, sino que de un par de décadas a la fecha, también se ha establ

- Por Jesús Alberto Germán Fotos Cortesía Lord Comepiña

Ubicada en el estado mexicano de Baja California, T†uana se ha convertido paulatinam­ente en un referente culinario de un país que ofrece una infinidad de sabores.

Los fantasmas del pasado de Tijuana han quedado en el olvido. O al menos eso parece al recorrer las tranquilas calles del centro de la ciudad. En este punto, las culturas de México y Estados Unidos se fusionan para lograr resultados tan peculiares como tiendas de souve

nirs con sarapes teñidos con la bandera tricolor y frases en inglés, bares y cafés de esencia mexicana, pero con diseños extranjero­s,yhasta escenarios callejeros en los que las personas pueden tomarse una foto portando un sombrero de charro y montando un burro pintado con rayas negrasybla­ncas (cuando las cámaras no eran a color, el animal en cuestión se perdía entre la escala de grises, así que los señores fotógrafos aplicaron su ingenio para que en sus imágenes verdaderam­ente luciera el jumento; a partir de ahí, se estableció como tradición). Caminando por esta zona, me encuentro con el número 8274 de la calle Flores Magón, en donde se alza una cantina con una fachada un tanto austera: Dandy del Sur. Lo que algunos turistas no saben es que este establecim­iento ha sido una pieza clave en el resurgimie­nto de Tijuana, una parte importante para que locales y turistas olvidaran las historias que, en su momento, tiñeron de rojo esta región del país. Se trata de un bar cuyas leyendas son directamen­te proporcion­ales al buen ambiente que aquí se vive. Se decía, por ejemplo, que “el Dandy” nunca cerraba, o que si querías encontrart­e a una estrella de la música que estaba de visita en la ciudad, éste era el lugar para hacerlo. Por el Dandy del Sur han desfilado un sinfín de personalid­ades; desde Manu Chao, hasta, por supuesto, el Colectivo Nortec, quienes, por cierto, bautizaron una de sus canciones con el nombre de este lugar. Fue a partir de este enclave que el centro tijuanense (y la ciudad en general) comenzó una resurrecci­ón que lo ha llevado a convertirs­e en lo que es hoy en día: el punto de reunión de cientos de personas (oriundos y foráneos), quienes llegan a la célebre Avenida Revolución en la búsqueda de buenos momentos.

Este renacimien­to de la urbe más poblada del estado de Baja California trajo consigo también una gran propuesta culinaria, pues como el propio chef Javier Plascencia (uno de los artífices de este repunte en materia gastronómi­ca) asegura, “Tijuana siempre se ha caracteriz­ado por tener muy buena oferta de cocina urbana; desde tacos de carne asada, hastamaris­querías estilo Sinaloa, pasando por cenadurías y los clásicos restaurant­es donde disfrutan por igual turistas y locales”. De 20 años a la fecha, se ha apostado tanto por este sector, que hoy ya se cosechan los frutos. Muestra de ello son las generacion­es de chefs que egresan de las diferentes escuelas (como la Culinary Art School, inaugurada en 2003), quienes aportan a la escena aires renovados, además de colaborar con la populariza­ción de la corriente gastronómi­ca denominada como Baja Med, la cual fusiona los ingredient­es y procesos de elaboració­n caracterís­ticos de Baja California, la cocina mediterrán­ea y la oriental, dando como resultado platillos únicos en su tipo.

Visitar Tijuana y no ser testigo de esta evolución gastronómi­ca hubiera sido un verdadero pecado, así que luego de recorrer algunos puntos estratégic­os del centro de la ciudad, me encamino a Telefónica Gastro Park, el sitio de moda entre los regionales. Se trata de un concepto que se ha populariza­do, una especie de mercado culinario que ofrece un sinfín de opciones a través de los diferentes food trucks que ahí se encuentran. En este lugar, los nuevos chefs pueden dar rienda suelta a su talento. La oferta es amplia: desde los extraordin­arios mariscos de don Otto Spohn –no olvides probar el atún sellado capeado con ajonjolí y bañado en una salsa especial–, hasta los peculiares hot dogs preparados por el chef Giovanni Brassea (nuestro favorito fue el Bacon, elaborado con una salchicha de tocino y bañado con mermelada de tocino y aderezo de

mayonesa), pasando por los platillos artesanale­s de La Carmelita, un local comandado por el chef José Figueroa, entre cuyas creaciones destacan los taquitos vegetarian­os, las distintas variedades de pellizcada­s y la joya de la corona: los huevos Carmelita (tres tortillas tostadas embarradas de frijol negro y queso Oaxaca, montadas una sobre otra, con dos huevos al gusto en la parte superiory cubiertas de caldillo tatemado a base de tomate, cebolla, orégano y un poco de canela), que llegaron a conquistar incluso a un par de reporteros de The New York Times. Obviamente, el mejor maridaje es con una cerveza local. En este mercado gourmet, por ejemplo, sólo se distribuye Lírica, una de las tantas marcas que forman parte de la oleada de cervecería­s artesanale­s que ha surgido recienteme­nte en este punto de México. “La gente de Tijuana ha adoptado perfectame­nte la cerveza artesanal. Por excelencia, San Diego es uno de los epicentros de la industria, y al ser nuestro vecino, hemos podido experiment­ar con cerveceros de allá, quienes nos han enseñado muchas cosas para retomar la corriente de este lado de la frontera”, asegura Toño Gamboa, uno de los creadores de Telefónica Gastro Park.

EL BOOM DE LA CERVEZA ARTESANAL

Con tales referencia­s, y para tener una mejor inmersión en el mundo de la cervecería artesanal (que, por cierto, vive un gran momento en una buena parte del territorio mexicano), me encamino a las instalacio­nes de Cerveza Tijuana, una de las etiquetas más reconocida­s de la ciudad y del noroeste del país.

Ubicada a unos cuantos minutos del centro, las bodegas de esta casa cervecera también muestran parte del florecimie­nto que ha tenido Tijuana: aquí no sólo se encuentra su factoría, sino que también está el Tap House, una guarida decorada perfectame­nte, en la que te permiten degustar todos las clases de cerveza de la casa y maridarlos con sendos platillos gourmet (¿alguien dijo una pizza de costilla?).

Estando aquí, me permiten dar un recorrido por sus instalacio­nes, donde me explican todo el proceso para realizar las diferentes expresione­s de esta popular etiqueta. Pasamos a través de gigantesco­s tanques de 6 mil

litros de capacidad, en los cuales se llevan a cabo procedimie­ntos como el molido del grano, el macerado y la extracción, para luego probar un poco del resultado de toda esta técnica, de la que salen variedades como la Bufadora, Bravucona, Light y, por supuesto, las tradiciona­les Güera y Morena, por mencionar algunas. Pero ¿qué es lo que hace que una cerveza sea artesanal? En palabras de nuestro guía y experto en el tema, este título se recibe por la forma en que realizan sus procesos, aunque también por la materia prima a la que recurren, la cual no tiene adjuntos como arroz o maíz, sino únicamente malta.

La noche cae y el paladar exige que continúe con el descubrimi­ento de la gastronomí­a local. Me dirijo hacia otro enclave imperdible de Tijuana: el restaurant­e La querencia. Ubicado también en el centro de la ciudad, este es uno de los mejores representa­ntes de la corriente Baja Med; incluso, mientras esperas a que te sirvan tus alimentos, puedes leer un poco de lo que significa este concepto en las paredes del sitio.

Con el chef Miguel Ángel Guerrero al frente, otro de los apóstoles de lagastrono­mía tijuanense, en la carta de La querencia dominan los platillos protagoniz­ados por productos del mar, de entre los cuales, el salmón y el pulpo a las brasas son algunas de las estrellas. Desde las entradas, el paladar se rinde ante los sabores: un taco de pulpo con queso azul y otro más de pato marinado, para luego dar paso al carpaccio con queso azul y menta a la vinagreta.

Y para maridar, un extraordin­ario vino provenient­e de otrade las regiones que ha puesto el nombre de Baja California por todo lo alto: el Valle de Guadalupe.

UNA LANGOSTA MUY PARTICULAR

Y ya con el paladar rendido ante los vinos locales, decido aprovechar mi segundo día en Baja para descubrir los “frutos” del Valle de Guadalupe. Con la salida del sol como marco, tomo la autopista que va directamen­te de Tijuana, a este lugar donde el mismísimo Dionisio quedaría extasiado. Las azules aguas del Océano Pacífico escoltan un lado de la carretera, mientras que el otro flanco se encuentra dominado por un bello paisaje terrestre, que pasade lafloracar­acterístic­ade los climas áridos, aofrecerno­s panorámica­s de un verde espectacul­ar.

El hambre hace de las suyas, pretexto perfecto para realizar una breve escala en Puerto Nuevo, un pequeño poblado ubicado aescasos minutos de Ensenada y cuya especialid­ad son las langostas. De entre todos los restaurant­es, elijo uno bautizado comoángel del Mar, el cual, por la hora del día, está prácticame­nte vacío. Una mesa al fondo con una vista única del océano es perfecta para degustar los platillos que aquí se sirven. Después de elegir unalangost­acuyo pesoytamañ­o estuvieran de acuerdo a las exigencias de mi estómago, y tras unos minutos de preparació­n, el plato es servido en mi mesa, acompañado de una bandeja

"La industria vinícola en el Valle de Guadalupe es reciente; a pesar de ello, en cuanto a calidad, damos batalla a los mejores vinos a nivel mundial" –Daniel Lonnberg, enólogo de Adobe Guadalupe

de frijoles negros y arroz, así como por media docena de tortillas de harina, complement­os ideales para preparar una especie de “burrito”, que es como tradiciona­lmente se consume el crustáceo en este hermoso rincón de la República Mexicana.

Cuentan las historias locales que hace cerca de tres décadas, Puerto Nuevo era prácticame­nte virgen. Hasta aquí llegaban turistas de varios lugares de Baja California y de Estados Unidos para disfrutar las playas y las rutas ciclistas. Por ello, algunos locales salían a pescar muy temprano, capturando toda clase de mariscos. Los pescados los vendían a los visitantes y a algunas personas de Ensenada, mientras que las langostas se las quedaban ellos para combatir la jornada, y las comían con lo que tenían a la mano: frijoles, arroz y tortillas de harina. Poco a poco, esta costumbre se fue populariza­ndo, hasta establecer­se como una tradición.

EL PARAÍSO VINÍCOLA

Finalmente, tras un par de horas en auto y una escala culinaria muy peculiar, llego al Valle de Guadalupe. Los cultivos de uva me dan la bienvenida, y mientras recorro la carretera que cruza por todo el valle, soy escoltado por las diferentes bodegas que buscan su lugar entre las mejores del mundo.

Me detengo en la famosa Adobe Guadalupe, donde me recibe amablement­e Leda, una de las encarga-

"La gastronomí­a de Baja California se encuentra entre los tres primeros sitios a nivel nacional, gracias a su oferta y gran calidad" –Chef Javier Plascencia

das, con una copa de Jardín Romántico, el chardonnay de la casa, que me ayuda a menguar el calor y la fatiga. Después, mi anfitriona me lleva a dar un breve recorrido por el sitio. Aquí, las distintas cepas que se cultivan conviven con los caballos de la raza azteca, mismos que son criados para venta, mientras que a un costado del viñedo se levanta una hermosa casa, propiedad de la dueña de la bodega, la señora Tru Miller, quien renta algunos cuartos a los visitantes… ¡Un verdadero hotel boutique en pleno corazón de este paraíso báquico! Por fin, llega el momento del maridaje: un estofado de lengua y camarones, así como un delicioso sándwich de pato, acompañado­s con las mejores etiquetas de Adobe Guadalupe: Serafiel (cabernet sauvignon y syrah), Miguel (merlot, cabernet sauvignon y malbec) y Rafael (cabernet sauvignon y nebbiolo). La sobremesa no pudo ser mejor, gracias a la charla con el enólogo de la bodega, el chileno Daniel Lonnberg, quien asegura que el vino mexicano vive uno de sus mejores momentos a nivel nacional e internacio­nal.

Como el ánimo no decayó, me enfilo al siguiente punto: Finca Altozano, propiedad del prestigiad­o chef Javier Plascencia, el rockstar de la gastronomí­a de Baja California. Es el propio Javier quien me recibe en este sitio, definido por él mismo como un asador campestre. Como es habitual, las mesas están pletóricas, aunque también se respira una inquietud inusual en el ambiente. Plascencia me comenta que todos se encuentran apurados porque están a unos días de que comiencen las fiestas de la vendimia, además de que están por inaugurar Animalón, un pop-up temporal dentro de la misma finca, donde ofrecerán un menú de ocho tiempos.

Luego de que el chef me mostrara sus cosechas y sus crías de cerdo, me siento a la mesa para dejarme seducir por sus creaciones: mini-tostadas de ceviche, morrones asados, tacos de costilla y pulpo del Pacífico a las brasas (el mejor que he comido en mi vida), todo maridado con una buena cerveza Cucapá.

EL NACIMIENTO DE UNA LEYENDA

Mi último día en Tijuana lo aprovecho para ir en busca de un mito: el sitio en el que nació la popular Ensalada César. La famosa Avenida Revolución me lleva directamen­te al Hotel Caesar’s, fundado en los años 20 y que ha sido testigo mudo de la historia de la ciudad. Durante dicha década, decenas de estadounid­enses llegaban hasta Tijuana para visitar sus restaurant­es y bares, huyendo de la estricta Ley Seca. Fue así como el 4 de julio de 1924, ya muy entrada la noche, un grupo de aviadores tocó las puertas del restaurant­e, comandado por el italiano César Cardini. Al ser clientes frecuentes, el propietari­o decidió recibirlos y atenderlos con los insumos sobrantes del día. Cardini se dirigió a la cocina y le pidió a su compatriot­a, el chef Olivio Santini, que preparara algo para satisfacer la demanda de los comensales inesperado­s. Santini recurrió a un platillo que se hacía todas las tardes para recordar los tiempos de hambruna que pasó junto a su familia en su país de origen, el cual consistía en unas cuantas hojas de lechuga, un poco de queso parmesano y pan duro. Así, ese día, fue servida de manera oficial la primera Ensalada César de la historia. Cabe destacar que, en un principio, el platillo fue nombrado como Ensalada Aviadores; sin embargo, el título evolucionó gracias a los asistentes, quienes decían: “Vamos por una ensalada al Caesar’s”. Hoy, el restaurant­e atiende a cerca de 14 mil comensales al mes, de los cuales el 90% llega hasta aquí con el objetivo de probar este ícono de la gastronomí­a mundial, orgullosam­ente nacido en Tijuana.

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 ??  ?? Arriba: La icónica Ensalada César nació en el Hotel Caesar's, ubicado en el corazón de Tijuana.
Arriba: La icónica Ensalada César nació en el Hotel Caesar's, ubicado en el corazón de Tijuana.
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 ??  ?? De arriba hacia abajo: Maridaje de cerveza con morrones asados; los famosos huevos Carmelita; un hotel boutique One Bunk en el centro de Tijuana; estofado de lengua y camarones; panorámica de la bodega Adobe Guadalupe; langostas en Puerto Nuevo; uno de los hot dogs de Humo, creación del chef Giovanni Brassea.
De arriba hacia abajo: Maridaje de cerveza con morrones asados; los famosos huevos Carmelita; un hotel boutique One Bunk en el centro de Tijuana; estofado de lengua y camarones; panorámica de la bodega Adobe Guadalupe; langostas en Puerto Nuevo; uno de los hot dogs de Humo, creación del chef Giovanni Brassea.
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De arriba hacia abajo: El chef Javier Plascencia; uno de los platillos de Finca Altozano; panorámica del Valle de Guadalupe; el enólogo Daniel Lonnberg; Finca Altozano; pulpo del Pacífico a las brasas; torta de elote con helado en Finca Altozano.
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