DIEGO BONETA
Mutar en un ícono pop y sobrevivir en el intento debería ser considerado un acto de heroísmo. Diego Boneta nos revela los pormenores de su protagónico en la serie sobre Luis Miguel, sus obsesiones, su transformación y sus historias privadas.
Luego de triunfar en Hollywood, el actor mexicano regresa para cumplir su sueño, dando vida al cantante Luis Miguel. En exclusiva, Diego nos cuenta cómo se preparó para interpretar al astro de la música y cuál es su sentir tras esta experiencia arrolladora.
¿Quién soy? ¿Quién es Diego?”, se preguntó hace unos días al levantarse y verse al espejo. Tras 16 semanas de rodaje —y un año de preparación— bajo la piel de un personaje tan enigmático como Luis Miguel, Diego Boneta sabía que era hora de regresar al punto de partida. “De volver a ser yo”, me confiesa.
El encuentro tiene lugar en la terraza de un bar ubicado en las alturas de un hotel sobre la avenida Paseo de la Reforma de la Ciudad de México, muy cerca de la Diana Cazadora. Diego, vestido de blanco, arriba sonriente y saluda con ganas. Luce ansioso de contarme los pormenores del honor y la responsabilidad —en sus palabras— de protagonizar la ambiciosa apuesta de Netflix y Telemundo, producida por Gato Grande Productions y la MGM, donde asumió el reto de convertirse en su héroe musical. ¿Es posible salir inmaculado de algo tan desafiante? Por poco y no. El actor mexicano reconoce que se obsesionó en aras de conseguir una interpretación que respondiera a las expectativas del —afirma— protagónico de su vida. “Me volví loco por los detalles, veía el mismo video 35 veces; repetía las canciones para perfeccionar mi timbre de voz y cambiar mi vibrato. Es el papel que más me ha exigido física y mentalmente”. Según Humberto Hinojosa, el director de la serie (“¡El Steven Soderbergh mexicano!”, dice Boneta), “fue impresionante cómo el personaje se lo comió y lo convirtió verdaderamente en Luis Miguel. Diego tuvo la capacidad de entender las fases del artista e identificarse con su soledad. Sin equivocarme, es el actor más talentoso de su generación”, apunta.
La biopic de 13 episodios rodada en varios países —España, Italia, Estados Unidos y México— que Luis Miguel describió como “un viaje emocional”, se estrenó el pasado 22 de abril y cuenta, además, con la participación (“la complicidad”, me corrige Diego) de
“DEJÉ MI ALMA Y CADA ÁTOMO DE MI CUERPO EN ESTE PAPEL, PERO DIEGO BONETA ES DIEGO BONETA, NO LUIS MIGUEL”.
—entre otros— Óscar Jaenada, Camila Sodi, Vanessa Bauche, Paulina Dávila, César Bordón (el mismo de la película argentina Relatos
salvajes) y el youtuber Juanpa Zurita (como el hermano del astro). El multiganador del Emmy Mark Burnett, Carla González y Pablo Cruz, en la producción, complementan (junto con el escritor Daniel Krauze) “un trabajo colaborativo en libertad. ¡Me dejaron hacer lo que quise!”, me dice Boneta, “menos aventarme de un paracaídas por vez primera; eso aún está pendiente”.
Debe ser uno de los días más calurosos en lo que va de la primavera. ¿Será que ‘El Sol’ ya se enteró de que estamos hablando de él? Ordenamos algo de tomar y le pedimos al mesero (por piedad) que atenúe la música de fondo —unas infames versiones lounge de hits de los 80— para poder escuchar en el celular de Diego las canciones de Luis Miguel que el joven artista (quien también funge como productor ejecutivo) grabó ex professo. Lo ha conseguido, su tono es muy parecido al original. Podría haberme mentido y decirme que eran unas grabaciones perdidas del cantante y lo creería. “La música debía tener el mismo nivel de calidad. Luis Miguel es lo que es por sus canciones y su despliegue escénico. Pasé semanas viendo sus conciertos, trabajando con mi profesor de música; quería pronunciar cada letra, cada fraseo. Él, contrario a lo que se dice, no hablaba como mirrey o fresa; como su padre era andaluz, su madre italiana y él nació en Puerto Rico, tenía ese acento tan particular”, puntualiza Diego mientras le da un sorbo a su segunda bebida (con mucho hielo) de la tarde. El mesero, por su parte, se olvida de nuestra (amable) sugerencia y vuelve a subirle al volumen a esa suerte de éxitos de Siempre en Domingo en bossa nova, finalmente, quizá el
soundtrack adecuado para generar la atmósfera retro que ayude a sobrellevar ‘la agridulce nostalgia’ en la que el actor, me confiesa, aún se siente envuelto tras el rodaje. “Luis Miguel es una figura mítica, ¿cómo humanizas a alguien así?”, me pregunta con una sonrisa y casi gritando para que lo escuche por encima de la música de fondo.
“Si te quieres acostar conmigo, no tienes que abrirme la puerta del auto”, le espetó cierta vez en L.A. una de sus citas a Diego. “Le contesté que no se sintiera especial, que tendría ese gesto con cualquier mujer. Soy un feminista total, pero no me gustan los extremos”, explica. “Mi abuela, mi madre y mi hermana, las personas más importantes de mi vida, son seres fuertes e independientes que me han enseñado a tratar a una mujer; sin embargo, no voy a dejar de ser un caballero aunque se malinterprete”, afirma. A sus 27 años, se considera un hombre confeccionado a la old
school que mira a los ojos para seducir, que cree en la química y la conexión interpersonal, que es incapaz de finiquitar un romance (por más fugaz que sea) por mensaje de texto y a quien le gusta pasarla bien “ya sea en la playa, echando unos tacos o cocinando. Lo que importa es la persona con la que estés y no el lugar”, asegura. “Si pudiera, andaría de traje todo el tiempo; me fascinan. Soy un tipo casual, pero formado en lo clásico”, recalca. ¿Será que ese factor fue decisivo para identificarse y ponerse en los zapatos de aquel legendario caballero mexicano que hizo del romance una marca registrada? Sí, Luis Miguel (me niego a nombrarlo con el cursi diminutivo de ‘Luismi’), el conquistador de multitudes que, con todo respeto, canta “Tengo todo excepto a ti” o alguna ranchera, y ninguna mujer se le resiste. ¿Quién diablos no querría ser él? “Luis Miguel tiene una energía poderosa, no se le mueve un cabello; no sé qué sea, pero emana algo especial. Es todo un sibarita, un charming gentleman que sabe de vinos, un tipo de esos que ya no existen; me impresionó conocerlo”, afirma Humberto Hinojosa. Pero lo que también es un hecho es que es uno de los personajes públicos del que menos referencias hay. “No existe nada, no hay biografías autorizadas, nada que revele su enigma”, me dice Diego sobre el personaje central de esta serie que promete sumergirnos en laviday secretos develados —y autorizados para la ocasión— por el mismo cantante. “El misterio fue su herramienta de privacidad. Luego lo capitalizó para volverse un mito. En ese sentido, la serie es una revelación porque, hasta ahora, nadie sabe nada de su vida. Es un proyecto encantador; fuimos con los militares (para revivir un famoso videoclip), tratamos de hacerlo lo más antropológicamente fiel… ¡No es una telenovela! Es una historia que te atrapa porque los personajes toman decisiones”, zanja Hinojosa. “En esta biopic se cuentan cosas ‘sagradas’ por vez primera; retrata al hombre detrás de ‘El Sol’”, asegura Diego, dejando claro que el público será testigo de la auténtica historia, los amores, las virtudes y defectos del artista, o los misterios, como la desaparición de su madre y la relación con su padre. “Las respuestas están ahí”, continúa. “Es una serie muy sexy, una odisea donde hay sexo como en El lobo de Wall Street; hay drogas, amor y un relato duro ante el que no sabes si reír o llorar. ¿Cómo pudo un ser humano pasar por eso?”, reflexiona, aunque aclara que no juzga porque al interpretar al cantante, se convirtió en su ‘abogado’, en una persona que lo justifica y lo comprende. “Una gran palabra para describir a Luis Miguel es que es un sobreviviente”, asevera y agrega: “Esta también es una historia que habla de éxitos, que enaltece a México al abordar a un mexicano que logró llegar a lo más alto”.
Undía—parasorpresadelmismo Diego—, Luis Miguel bajó de las alturas de su Olimpo particular para darle (algo más que) un voto de confianza al histrión: “Me vio caracterizado y me dijo: ‘¡Qué bárbaro, qué guapo estás, eres yo!’”, rememora Boneta sobre uno de sus encuentros. Coincidieron enacapulco. La producción acababa de recrear cuadro por cuadro el famoso video de “Cuando calienta el sol”, aquella oda a la fiesta en tonos dorados que evoca sexo, juventud, pasión, mujeres con cuerpos de infarto, arena y mar. “Le mostramos a Luis Miguel algunas escenas y, tras verlas, me abrazó emocionado y me plantó un beso. Su reacción fue lo más importante de todo el rodaje. Muchas personalidades de las que se realizan biopics no están vivas; por eso, el privilegio de que estuviera ahí”. Sin embargo, antes de buscar la aprobación de Luis Miguel, Diego Boneta buscó convencerse a sí mismo. Lo demás — asegura— vendría después. “Uno de los consejos más importantes de mi vida me lo dio Tom Cruise —coprotagonizó Rock of Ages (2012) junto a la estrella—; decía que me pusiera una meta y la trabajara de atrás hacia adelante. Lo hice, pero nunca con el afán de que Luis Miguel me dijera todo lo que me dijo. Si yo me la creía, los demás también. Si yo fuera un doctor y mis personajes los pacientes, a éste lo traté como si tuviera neumonía”, puntualiza Diego.
Pocos saben que esta aventura llevaba mucho tiempo gestándose en el corazón del actor: “Es importante decir que esto lleva in
the making cerca de 16 años”, confirma. El antecedente emocional podemos rastrearlo cuando Boneta se presentó en el programa infantil Código F.A.M.A. La primera nota que se publicó sobre él en un diario fue profética porque lo comparaba con Luis Miguel. “Tuve que madurar temprano. Mis amigos dejaron
de hablarme, decían que me iba a volver un
junkie; eso te forja, pero, finalmente, nadie me puso una pistola para obligarme a actuar o cantar; fue por gusto y no me arrepiento. En mí, hay dos Diegos; comenzar joven dejó en mí a una persona adultay a un niño de cinco años en mi interior”. Sí, en el camino que lo trajo hasta hoy han pasado muchas cosas, conoció el fervor masivo en telenovelas como Misión
S.O.S. y especialmente en Rebelde. El furor que se generó alrededor lo llevó a probar el éxito en gran parte del mundo. Fue entonces que hizo a un lado todo por Hollywood —donde continúa residiendo—, jugada casi kamikaze en la que un movimiento en falso implicaba perder lo conseguido. “Cuando me mudé a Los Ángeles, en mi mejor momento de popularidad, todos me decían que estaba loco, que no me fuera…”. Pero salió avante. Además de su mencionado estelar en Rock of Ages, casi se queda con un papel protagónico en Las crónicas de
Narnia; participó en la secuela de Mean Girls y una decena de películas más; en las series
Pretty Little Liars, 90210, Scream Queens (la producción de Ryan Murphy para FOX), en
Jane the Virgin, etc. “Fueron dos años y casi cuatro castings por semana hasta obtener un papel, pero fue lo mejor que me pasó porque me di cuenta de que no era indispensable”. Y el destino se cumplió. “A veces, cuando iba a una prueba, me ponía a escuchar discos de Luis Miguel y unos amigos de allá, que son escritores y productores, me preguntaron quién cantaba y por qué lo escuchaba tanto”. Entonces, les contó sobre el astro y su aura de misterio. “Deberíamos hacer una película”, le propusieron. Diego se entusiasmó y entre todos levantaron el proyecto y el dinero. De eso, hace apenas un par de años. “Ya estaba todo puesto cuando me enteré de que Mark Burnett, quien es uno de mis mentores y una gran persona, había adquirido los derechos para contar la vida de Luis Miguel. Se me rompió todo el sueño, pensé que no podría interpretarlo jamás”, rememora. Pero las cosas cambiaron cuando el histrión recibió una llamada del mismo productor: “Diego, todo el mundo nos dice que no hay otra persona que pueda ser Luis Miguel que no seas tú”, palabras que fueron oro puro. En la primera parte de la historia, el cantante es interpretado por Izan Llunas, un niño español que resultó ser nieto del cantante Dyango. “Pero yo tuve que saber perfectamente cómo era a los 17, 18, 19 años; ejecutar cada faceta, qué palabras utilizaba, cuándo comenzó a usar esa patadita en sus shows, cómo se tocaba el pelo en el escenario y fuera de él…”, recuerda y, sobre una segunda temporada donde pudiera darle continuidad al que quizá sea su papel más paradigmático hasta hoy, abre la posibilidad: “Estamos listos por si se da. La historia está pensada para que termine, aunque depende del recibimiento”. Y en lo que se define el futuro de la serie, Diego ya ha vuelto a posar su mirada en horizontes cinematográficos, confirmándose su participación en la próxima entrega de la clásica saga de Terminator, producida por James Cameron. ¿“Hasta la vista, series” por un tiempo? (Léase con tono Schwarzenegger.)
“Nunca pensé que fuera tan complicado el
pinche detalle de los dientes abiertos, cabrón”, me dice Diego. “Escuchaba la fresilla rechinar y quería que parara; pensé que con efectos o maquillaje lo lograríamos, pero tuve que ir con la ortodoncista con la que asisto desde niño para que los trabajara”. Al final, le colocaron un cemento entre los dientes y lo pintaron de negro para recrear el aspecto característico de la dentadura frontal del cantante en los años 80. “Habíamos tratado con todo. Con prótesis me veía fatal, parecía Austin Powers, y no queríamos una caricatura de Luis Miguel”, recuerda divertido Diego. Además, se tiñó el pelo de color claro para emular el tono que el intérprete lucía sobre su alborotada cabellera. En la cuenta de Instagram del actor (y los avances), pudimos ver parte de esas transformaciones; sin embargo, queríamos saber más, y justo por esa insaciable sed de información fue que durante los meses que duró la grabación, Boneta estuvo bajo el permanente asedio de los paparazzi que querían obtener más del proyecto y de su vida privada: “No voy a dejar de vivir por culpa de la gente. Muchos amigos no salen ni a la playa por miedo a las fotos. A mí no me afecta; me preocupo por aquello de lo que tengo el control…”. A plena luz del día, lejos del brillo y la melancolía postreflectores, Diego se comporta como un tipo agradable, muy normal, cero pretencioso; más allá de su intensidad, no es el bicho raro en que se convierten muchos histriones. Es un amante de la velocidad, de U2, del arte mexicano, de los museos y los viajes. “No es muy millennial, pero me encanta conocer sobre las culturas, la historia... El mundo no sabe de lo que se pierde si no conoce la vieja Tenochtitlán…”. Además, le gusta el fútbol, está (casi) seguro de que a la Selección Mexicana le irá bien en el Mundial y prefiere a Pelé sobre Maradona (“pero antes que ellos, a Hugo Sánchez”). A veces —confiesa—, se agobia cuando lo relacionan románticamente con sus amigas, aunque acepta que está listo para encontrar a “alguien especial”y comprometerse. Recientemente, lo han ligado con Camila Sodi y con Sofía Castro (“es sólo una gran amiga, es como mi hermana”, aclara), pero el actor dice que lleva seis años sin algo formal. “¿Sabes? He pensado que si no tienes con quien compartir tus cosas, alguien con quien viajar, nada vale la pena…”, me confiesa.
La tarde sigue cayendo. Llevamos largo rato platicando en aquel bar que no es el Baby’o, pero donde a la usanza de aquella nostálgica
discoteque (la favorita de Luis Miguel), la música vintage resuena (incondicional) en el ambiente como si estuviéramos en 1987 en la costa azul acapulqueña; incluso, miro hacia la puerta con la esperanza de que entre Mariana Yazbek. Diego me está contando acerca del libro que está leyendo: Kean
(una obra de Alexandre Dumas que Jean-paul Sartre adaptó al teatro), el cual versa sobre un artista que cuando termina de actuar, le cuesta trabajo volver a ser él mismo. “Un amigo me lo regaló porque le platiqué lo que me pasaba”, comparte. Mientras lo escucho hablar, trato de encontrar en sus gestos alguna reminiscencia o detalle que haya sobrevivido del reciente exorcismo que le aplicó al rol de Luis Miguel. Sus manos delatan un anillo que ostenta la imagen de un olivo. “Me lo regaló mi madre cuando me fui de casa a los 17 años”. Además, carga en el cuello un escapulario que perteneció a su abuelo materno. “Él fue la única persona en mi familia que tuvo que ver con el arte. Antes de volverse psiquiatra, le compuso canciones a Los Panchos. Murió joven, cuando mi madre tenía nueve años. Dicen que reencarnó en mí, que somos idénticos, y eso hace que siempre tenga presente quién soy y de dónde vengo…”. Nos despedimos, y en ese momento, Diego se toca el cabello de cierto modo y no cabe duda: aún hay algo (muy lejano) de Luis Miguel presente ahí dentro, latente, en el fondo. “Dejé mi alma y cada átomo de mi cuerpo en este papel, pero Diego Boneta es Diego Boneta, no Luis Miguel. Y no quiero ni voy a hablar por él, ya he dejado al personaje”, me advierte con una mirada suspicaz, como si adivinara lo que acabo de percibir.