CARTA EDITORIAL
Le Pons, la protagonista de nuestra portada y a quien hace algunos años no sabríamos cómo etiquetar — youtuber, instagram star, internet celebrity… son términos que hemos acuñado muy recientemente—, es una chica normal. Incluso tímida, aunque sorprendentemente nada renuente a mostrar un físico privilegiado como pueden ver en estas páginas. Un paseo por sus redes es una aventura que oscila entre la incredulidad por un sentido del humor que, a quienes estamos a varias generaciones de la suya, nos parece elaborado con códigos que no comprendemos y la certeza de sabernos ante un referente que marca las líneas del futuro sobre lo que sirve y lo que no, sobre lo que es relevante o lo que pertenece como poco al Pleistoceno. En breve, comenzará una aventura televisiva a la que, tal vez, ella va a aportar más que lo que pueda aprender de un medio que se resiste, agonizante, a abandonar el siglo XXI.
La realidad, por supuesto, es digital. Hay quienes, con tono bíblico de sentencia, manifiestan un horror mal entendido y rechazan de plano que lo que se ve en las redes sea veraz. Que la perfección en la imagen de una influencer represente la vida misma, que la magia del feed de una cuenta signifique que la fortuna es lo que ves y lo que deseas (o, al menos, lo que fotografías). No puedo estar más en desacuerdo. Por supuesto que uno es lo que quiere mostrar, la certeza de su siguiente post, quizá más satisfactorio en el momento de subirlo que cuando aquellos delfines salpicaban con brío la proa del velero en una puesta de sol mejorada con el filtro Valencia. A nadie le importa si te mareas en un barco, si pagaste una factura escandalosa por el viaje, si necesitaste varias horas para conseguir avistar a esos mamíferos a los que tú no importas nada y que volverán a seguir a otra embarcación cuando se les antoje. Al final, tu publicación tendrá todos los likes que merezca, tu momento será admirado, envidiado, deseado y repetido por otros hasta la extenuación. Y eso no va a cambiar. ¿O es que acaso no hemos mejorado anécdotas en una reunión con amigos, dado una capa de pintura a un coche que se cae a pedazos, sazonado una comida sosa o mentido en una relación sexual? La vida, señores, está para mejorarla. A veces, para mejorarla mucho. Aprendamos de Lele. Al final, la alegría dura lo que dura un post. Háganme caso. Dejen de leer estas líneas y pónganse a buscar a un lindo gatito. Estoy seguro de que su cuenta se los agradecerá.
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